Mayra Gómez Kemp:
«Le he perdido el respeto a la muerte»
(Entrevista a la actriz cubana radicada en España)
Mayra Gómez Kemp es hija de dos famosos artistas cubanos,
Ramiro Gómez Kemp y Velia Martínez. En 1960 su familia se trasladó a vivir a
Puerto Rico y después Venezuela y Miami.
En los años setenta, llegó a España,
donde es especialmente conocida por ser la
presentadora más duradera del concurso “Un, dos, tres”, al frente del cual
estuvo cuatro etapas durante seis años.
Su voz murió, se fue con el cáncer de lengua, y ahora tiene una voz
nueva hecha a pulso con el trabajo de muchas horas ante el espejo practicando
los ejercicios propuestos por el logopeda y el fisioterapeuta. Es la voz de su
fuerza de voluntad, de su lucha. Cuando el médico le anunció un segundo cáncer,
el de garganta, Mayra gritó: «¡Otra vez no!», para inmediatamente preguntar:
«¿Y qué vamos a hacer ahora?». Radioterapia y quimioterapia, le dijo. «¿Y
cuándo empezamos? ¿ayer?», soltó con el arrojo de quien ya sabe que toda queja
es pérdida de tiempo y energía. Inútil.
–Ha ganado dos veces. Van a verla como una especie de superwoman...
–Espero que no, porque no lo soy. No soy una mujer extraordinaria ni
santa Mayra. Sólo he tenido mucha suerte y buenos médicos. Y la reacción
popular me ha ayudado mucho en las horas bajas.
–Hablemos de las altas. Quedará para la historia, marcada a fuego,
como Mayra, la del «Un, dos, tres...». ¿Eso es bueno o es malo?
–Es bueno y malo. Nunca pensé que 30 años después me seguirían
recordando por un programa. Quizá el «Un, dos, tres...» fue el último que vio
toda la familia, y así el recuerdo ha perdurado en varias generaciones. Es malo
porque te encasilla: parece que no sabes hacer otra cosa. Y sabes.
Actriz, cantante y presentadora, lo que de verdad le hubiera gustado
es hacer documentales, «pero he tenido que ganarme la vida con otras cosas y
ahora ya es tarde...» Otra espinita: hacer más teatro. Gracias a su primera
película en Miami (una de serie B) se pudo pagar seis meses de universidad:
periodismo y publicidad. En el 70 llega a España. Para ella era la reconquista,
volver a la tierra de todos sus abuelos: «En Miami el futuro era limitado y
además no quería ser ciudadana de segunda, parte del gueto cubano; no me gustan
los guetos de ningún sitio».
–¿Y cómo es la España que ve?
–Otro planeta. Yo venía de EE UU, de hacer campañas por los derechos
de los negros, etc. Aquí existía la censura. Trabajé en una agencia de
publicidad y tuve que hacer el anuncio de un sostén sin mostrarlo en el cuerpo
de una mujer: sólo tres segundos sobre un maniquí. Y estaba John Wayne hablando
español, doblado. Era surrealista. Pero la gente me pareció maravillosa desde
el principio. Nunca me sentí extraña.
Interpretando «Rocky Horror Show» conoció a su marido, Alberto Berco.
Cuarenta años de matrimonio llenos de amor, paciencia... «Nunca pensé en
divorciarme, pero sí en matarlo», dice riendo. Trabaja en el «Un, dos, tres...»
como actriz. En su primer papel hace de hurí de «Las mil y una noches» y aún
recuerda sin esfuerzo sus líneas: «Somos las huríes, hijas del sultán, nosotras
premiamos al buen musulmán». Prodigiosa memoria, le digo. «Tengo muchos datos
en mis neuronas que no me sirven de nada, quisiera borrarlos; eso sí: soy muy
buena jugando al Trivial».
–Y llegó el trío Acuario, con María Durán y Beatriz Escudero.
–Sólo duré un año, porque José Antonio Plaza me hizo una oferta que no
podía rechazar: presentar «625 líneas». Pensé que valía la pena. No hacíamos el
tipo de canción que me gustaba, todo era comercial y basado en tres chicas
vistosas. Yo venía del esfuerzo en el estudio, no podía basar mi vida en el
físico. A mi marido lo ligué con el cerebro. Era una buena cantante, pero sólo
eso. Y hay que tener algo más, está claro.
–El éxito está a veces donde menos lo esperamos...
–Cierto. Yo lo esperaba en el teatro musical. Nunca me vi como
presentadora de un concurso. Además, los concursos eran entonces un feudo
masculino, un mundo de hombres. Yo rompí con eso.
Seis años en el «Un, dos, tres...» y tres TP de Oro. Chicho Ibáñez
Serrador pensó, después de hacer muchas pruebas, que la única forma de que la
gente no comparara al nuevo presentador con Kiko Ledgard (había tenido un
accidente) era recurriendo a una presentadora. «Me eligió por ser mujer, y por
mi buena memoria, y por ser actriz». Después, estuvo en Antena 3, las
autonómicas, Canal 7...Y en 2009, el cáncer de lengua. A los seis meses ya
hablaba. «No podía pasar mi vida con una pizarra en la mano para comunicarme,
había que luchar; me deprimía, sí, pero no me duraba mucho: me cabreaba conmigo
misma por deprimirme». Fumó cajetilla y media al día durante 30 años; ahora
anima a dejar el tabaco.
–Se puede decir que ha mirado a los ojos a la muerte...
–Sí, y es más amable de lo que creen. Pero, en fin, le he perdido el
respeto a la muerte: no me llevará fácilmente.
Se tiene que hacer pruebas cada tres meses. Las últimas dijeron que
todo estaba bien. Va cada semana a Aragón TV. Ha aprendido que casi todas las
cosas que tanto nos importan, en realidad no importan. Y que su futuro es hoy.
«Mañana será otro día», dice. Y sonríe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario