26 de diciembre de 2012

CONTRADICCIONES DE LA VIDA



CONTRADICCIONES DE LA VIDA

Elsa M. Rodríguez


-Las fiestas de Navidades, Año Nuevo y Reyes son para mí las más bonitas del año, ¿no te parece, mi amor?- El estaba sentado en el salón mirando la televisión ya que en esos momentos estaban mostrando un despliegue de casas y calles adornadas con luces, muñecos, arbolitos, nacimientos y todo tipo de artilugio propio de las fechas en las que se encontraban. Era víspera de Nochebuena y como siempre toda la familia se reuniría para celebrar esa noche que siempre ha sido el símbolo de la unión familiar.


Su mujer desde la cocina, donde preparaba los frijoles negros, que era la parte de los platillos que disfrutarían la noche siguiente y que como todos consideraban que ella les daba un toque especial, era lo que todos los años le tocaba hacer como su aporte a la celebración. Otros traerían el lechón asado, el arroz lo hacía la mamá dueña de la casa donde se reunirían así como la ensalada, también habría gallinita guinea que al tío le gustaba tenerlas en Navidad porque le recordaban a Cuba donde era tradicional en su casa. Otros traerían vinos y licores, otros los turrones, y otros dulces que les gustaba comer ese día como la clásica torreja que era algo que siempre ponía en su mesa la abuela que ya no estaba con ellos.


-Sí, definitivamente son unas fechas muy bonitas y muy familiares- seguía diciendo él desde su sofá.


Su esposa dejó por un momento lo que hacía en la cocina y le preguntó:-¿De verdad lo crees así?-, -Desde luego, no hay más que ver la alegría que hay en las calles y toda la gente comprando sus regalos para el día 25 y preparando su celebración de Nochebuena-. –Entonces ¿porqué yo no me siento tan feliz, será porque estamos solos tú y yo, porque no tenemos hijos ni nietos a quienes presentarles una mesa de Nochebuena y ofrecerle unos regalos por Navidad?


-Bueno, mujer, yo se que siempre en estas fechas te da por pensar lo mismo. Es cierto no tenemos hijos, y muchos pensarán que lo hicimos por egoísmo juvenil cuando al principio de nuestro matrimonio pudimos tenerlos, pero tú sabes bien que no podíamos correr ese riesgo, estábamos aquí en un país que no es el nuestro, nuestra situación no estaba muy clara ya que como yo no soy cubano no podía acogerme a esa ley que les protege a ustedes los cubanos y que aunque no hubiesen nacido aquí, pueden quedarse en el país y llegar a ser residentes legales y luego hacerse ciudadanos. 


-Si, lo sé pero es que total al final ya somos ciudadanos, estamos en el mismo país y estamos solos-, se lamentaba la mujer a la que poco le faltaba para echar unas lagrimitas.


-No, nos tenemos el uno al otro, además nosotros no queríamos traer un hijo al mundo sin estar seguros de que podíamos darle un futuro seguro y sin problemas.


-Si, pero fíjate hoy todos se reúnen con sus hijos y nietos y nosotros tenemos que depender de que la familia se acuerde de que existimos y nos inviten a pasar la Nochebuena con ellos. 


–Te olvidas de algo, aunque nosotros no tenemos hijos, hay quienes teniéndolos hoy no pueden estar con ellos, recuerda el hijo de tu hermano que murió tan joven y de tu amiga que está aquí pero tiene a toda su familia en Cuba, además no solamente son problemas de personas allegadas a nosotros, también este año hay una veintena de familias en este país que no podrán disfrutar de la alegría de estas fiestas, porque un loco que su madre había traído al mundo, posiblemente llena de ilusiones, no solamente la mató a ella sino que mató también a un montón de niños y otros adultos en esa escuela del Norte.


-Sí, tienes razón, puede que hayamos sido egoístas desde el punto de vista de no haber traído hijos al mundo, o que lo seamos ahora pensando que estamos solos, cuando en realidad traer hijos al mundo no se hace para que nos cuiden y nos den compañía en nuestra vejez, porque ellos también tendrían que vivir su vida.


-Claro, mujer, alegra esa cara y disfruta la compañía de la familia que aún nos queda y oremos por los menos afortunados que nosotros que tuvieron hijos, para perderlos después. Como ves, la vida toda es una contradicción. 


Elsa M. Rodríguez,
Hialeah

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