Rachel
Joy Scott
Juan
Antonio Ruíz/LC/ReL
20
de abril de 1999, once y media de la mañana. En la Columbine Highschool
en Littleton, Colorado (Estados Unidos), Rachel Joy Scott, de 17 años, caía
herida a causa de los disparos de dos alumnos que se precipitaron abriendo
fuego indiscriminadamente. Uno de ellos se le acercó y, apuntándole en la
cabeza, le preguntó: «Y ahora, ¿crees en Dios?». Respuesta: «Tú sabes que
creo». Fueron sus últimas palabras, silenciadas por un disparo.
Varios años después de la tristemente famosa matanza de Columbine, el testimonio de Rachel Joy Scott sigue tocando los corazones de millones de personas. Su familia fue poco a poco descubriéndonos el interior de su alma, principalmente con la publicación de sus poemas, diarios y dibujos.
La tercera de cinco hermanos, Rachel era una de esas criaturas que no merecería morir jamás. Joven alegre, estudiosa, con deseos de ser actriz y muy religiosa; se tomaba en serio su amistad con Cristo. Así lo demuestra uno de sus escritos: «¡Ve tras de Dios! Donde sea que quiera llevarte, ve. Y no pongas la excusa “sólo soy un adolescente” o “lo haré cuando crezca”, porque no es así como funciona. ¡Dios quiere conocerte ahora!»
Rachel no quería ser «etiquetada como una simple estadística», como escribiría, sino que tenía muy claro qué es lo importante en la vida. Lo sintetizó perfectamente en la portada de uno de sus diarios: «Ni para provecho de mi gloria, ni para provecho de mi fama, ni para provecho de mi éxito. ¡Por el provecho de mi alma!».
Era
muy consciente de que lo que hacía tenía un sentido de eternidad. Sus poemas
son los que, sin duda, transmiten mejor esta visión: «¿Qué pasaría si murieras
hoy? ¿Qué sería de ti? ¿Adónde irías? No tienes asegurado el mañana, sólo es
una posibilidad. Y puede que no la tengas. Y después de la muerte, ¿qué? ¿Dónde
piensas pasar la eternidad?». Y concluía con esta resolución: «La eternidad
está en tus manos, ¡Elige!».
Pero
lo que tal vez impresiona más, entre todo el material, es el dibujo que pintó
quince minutos antes de su muerte: sus ojos, de los que se desprenden trece
lágrimas cayendo sobre una rosa. ¿Qué es lo extraordinario? Que trece fueron
las víctimas esa mañana y que muchas confesiones cristianas en los Estados
Unidos simbolizan la Resurrección de Cristo con una rosa (en inglés “rose”,
que, en un juego de palabras, se traduciría “Él resucitó”).
Es impresionante que una chica tan joven tenga tanta capacidad de pensar en algo tan grande como la eternidad... puede que fuese una coincidencia o quizas su existencia tuvo un sentido y ese era su destino.
ResponderEliminarEste donde este, espero que sea feliz por siempre.