¿Existen
los Reyes Magos?
Sí, Leslie, los Reyes Magos existen.
José
Ignacio Rivero a Leslie Ricardo.
Querida
Leslie:
Te han
dicho tus amiguitas mayores que es absurdo aceptar la asombrosa rapidez con que
unos cansinos camellos visitan en una noche de esperanzas a millones de niños;
que es más lógico suponer que esos juguetes que aparecerán en millones de
camitas la mañana del 6 de enero, habrán sido dejados ahí por las manos
temblorosas de emoción de otros tantos millones de papás y de mamás que, al
dejar los regalos, renuncian incluso a la gratitud de sus hijos
atribuyéndoselos a los magníficos Reyes Melchor, Gaspar y Baltasar, que tan
buenos fueron con el hijo de Dios cuando vino al mundo.
Esta
versión ha sembrado en tu ánimo la duda; y ya no estás muy cierta de si son tus
padres los que acordarán de ti esa noche venturosa o los tres monarcas
orientales que tanto quieren a los niños que se portan bien.
Pues
mira, Leslie, el que existan o no, ello dependerá de ti. Si crees en los Reyes,
los Reyes existen y seguirán acordándose de que existe Leslie; pero si Leslie
no cree en los Reyes, ¿por qué los Reyes van a creer en Leslie?
Con
ellos te ha de suceder ahora lo que te acontecerá, cuando ya no seas niña, con
infinidad de cosas en las que tendrás que poner una fe muy grande para estar
segura de su existencia. Mañana ya no serán unos Reyes sino quizás un príncipe
(¿qué hombre no es un príncipe para una enamorada?) que te ofrendará algo muy
distinto de tus juguetes de hoy, y tendrás que creer en el amor, en la
eternidad y en lo que parece más imposible: en la eternidad del amor.
Tendrás
que creer, sí, pues de lo contrario te será negada esa tremenda y dolorosa
dicha que consiste en asomarse a una ventana de fuego para percibir ligeras
ráfagas y sordos murmullos del infinito y de la eternidad, esas dos dimensiones
de Dios.
Cree,
Leslie, cree en los Reyes Magos. Una de las razones porque el mundo está tan
triste es porque los niños dudan demasiado pronto de que los Reyes vengan todos
los años a la tierra y de que los hombres, muchos hombres, dudan de que hayan
venido alguna vez.
¡Si
supieras, Leslie, cómo se empobrece el mundo cuando los niños participan de la
incredulidad de los hombres, cuando los hombres pierden la ingenuidad de los
niños!
Antiguamente,
Leslie, los hombres eran más sabios. Supieron enriquecer al mundo con bellas
leyendas, y de cada una hicieron una antorcha, y con ellas lo alumbraban. De
aquellas claridades aún estamos viviendo, y aunque infinidad de hombres yacen
poseídos de la furia de apagarlas todas para asumir en las espantosas tinieblas
de sus elucubraciones sin gracias, otros millones de hombres luchan por
mantenerlas encendidas. Por eso, Leslie, vivimos aún con alguna claridad. Pero
si algún día los niños todos de la tierra dejasen de creer en los Reyes Magos,
y los hombres todos de la tierra dejasen de creer en el Niño que tuvo por cuna
un pesebre, nos quedaríamos a oscuras como si el género humano hubiese perdido
la vista o el sol dejase de alumbrar.
Si
supieras, Leslie, lo que te ha de costar con el tiempo creer en la existencia
de seres benevolentes que dan algo a cambio de nada, hoy te aferrarías a la
idea sana de que existen tres seres reales que te dan algo al precio mínimo de que creas en ellos.
Te han
dicho que son tus papás los que compran los juguetes y los ponen junto a tu
cama. Si fuese así, no por ello dejarían de existir los Reyes Magos. ¿Quién
ordena a los padres que premien a los hijos buenos sino Melchor, Gaspar y
Baltasar? Tus padres no tendrían por qué comprarte juguetes en esta ocasión si
no fuera por complacer a los Reyes Magos ¿Es que tus padres no te lo dan ya
todo? Todo, todo, todo...¡Y a cambio de nada!
¿Quién
puso en el corazón de tus padres por ti sino el buen Dios que hizo todas las
cosas? Alguien te dirá que hasta los irracionales quieren a sus hijos. Pero es
por breve tiempo. Al perro poco le importan sus cachorros, y la perra les
disputará a dentelladas la comida, no bien puedan valerse por si mismos. Aunque
entre los humanos, tribus hay donde los padres venden a sus hijos como si
fuesen terneros, y en algunos países, fuertes y civilizados, donde no se adora
a Cristo, los padres se valen de sus hijas para pagar sus deudas.
Los
Reyes Magos existen, Leslie. Si fueran unos seres fantásticos, existirían
también, porque no hay nada más real que la fantasía. Ella ha poblado el mundo
de personajes que tienen mucha más vida que las miríadas de individuos que tus
ojos pueden ver y tus manos tocar. Si un prodigio telúrico, desde algún remoto
planeta se estudiase este otro en que vivimos, al referirse a, los seres que lo
habitan quedarían registrados Don Quijote, Hamlet, Fausto, Don Juan, Ulises y
un centenar más de personajes que, al decir del vulgo, no han existido nunca. Y
es que los hombres de carne y hueso, querida Leslie, son tanto más reales
cuanto más se aproximan a aquellos otros que forjaran o la fantasía de los
poetas o el genio de los noveladores o la musa popular.
El mundo,
Leslie, está hecho de quimeras, y dile a quien te diga que no existen los Reyes
Magos que es un mentiroso delirante, pues existirán, Leslie, hasta que tú misma
los destruyas.
Que
ellos te colmen de dones, como compensación anticipada de las penas que te
reserva la vida, son los fervientes deseos de este tu amiguito que cree en los
Reyes Magos como una de las pocas cosas serias en que todavía se puede creer.
José
Ignacio Rivero,
Diario de la Marina, 1940.
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