Mito y Realidad de Colón
Colón es uno de los fundadores de la sociedad abierta. La única y
verdadera historia global de la humanidad es la de sus desplazamientos. La globalización se explica en dos etapas.
Desde que comenzó el proceso de hominización –hace más de cuatro millones de
años– hasta el 10.000 antes de Cristo, los seres humanos vivieron bajo el signo
de la divergencia. Desde África, nuestra especie colonizó todos los nichos
ecológicos que pudo.
A partir de ese momento, devino la convergencia.
Todas las culturas empezaron a relacionarse, por vías pacíficas o violentas, la
guerra o el comercio. Entonces comenzó la globalización que más importa, la cultural, de la cual derivaron las demás: económica, financiera, ecológica,
tecnológica y emocional.
Miles de años antes, uno de los continentes de la
Tierra –llamado desde 1507 América– se había desconectado de los demás, hasta aislarse casi por
completo. Ese aislamiento, que duró unos 25.000
años, y concluyó cuando una nao y dos carabelas, la Santa María, la
Pinta y la Niña, cuyo mando superior desempeñaba Colón, concluyeron quizás
en un islote de las islas Bahamas, una arriesgada exploración marítima que
habían comenzado en la costa andaluza –Palos de la Frontera– el 3 de agosto
anterior.
Por supuesto el disparate intelectual de los que
atacan a Colón, o pintarrajean y derriban sus estatuas en Estados
Unidos o Argentina, tiene su punto más débil en los vergonzosos
anacronismos que utilizan. La historia ya pasó y en su circunstancia
se hallan gloria y tragedia. Colón se halla a salvo en la inmortalidad. No se
pueden juzgar hechos del pasado bajo la perspectiva del presente. Lo que sí puede hacer la historia
es desmontar los mitos y acercarnos a la complejidad del personaje.
A finales del siglo XV, cuando Colón logró, tras
fracasar en Portugal, que los Reyes Católicos Fernando de Aragón e Isabel de
Castilla apoyaran su idea de llegar a Asia por el oeste, se
acababan de unificar los reinos peninsulares en la monarquía de España. Había
esclavitud en todos los continentes; en Europa menos que en África y Asia. El canibalismo era practicado por necesidad o ritual guerrero entre aztecas y
caribes. Era habitual la cárcel por deudas. Las únicas
familias concebibles eran extensas, linajes que conformaban redes de ayuda mutua. Entre las admirables gentes del
mar, era habitual que los niños dejaran atrás a sus padres con siete u ocho años y no los volvieran a ver jamás.
El genovés Colón (ni mujer, ni catalán, ni de
Ibiza, ni un extraterrestre, que de todo hay partidarios), hijo de un tejedor,
nacido en 1451, buscó escapar por vía marítima del mundo restringido en que
había nacido. Fue, en palabras de hoy, un emprendedor y un gestor de capital
riesgo. Hacia 1470, trabajaba en el
Mediterráneo y el Atlántico africano, como comprador de azúcar para mercaderes
genoveses. En la isla de Porto Santo (Madeira), pudo vislumbrar el mundo de los
caballeros y escuderos seguidores del gran monarca luso Enrique el Navegante.
Se casó con la hija de uno de ellos, Felipa
Perestrelo, madre de su hijo Diego. Afirmó haber visitado Inglaterra e Islandia
en 1477.
Tuvo oportunidad de conocer los vientos dominantes en latitudes
ecuatoriales mientras encontraba inspiración para futuras empresas
leyendo libros de caballería y vidas de santos cristianos. Sin duda se
benefició del heroísmo atribuido entonces a las aventuras oceánicas.
No existe ninguna prueba sólida de que
Colón, a quien encantaban el misterio y el secreto, hubiera concebido ningún
proyecto de atravesar el Atlántico antes de 1486. Su notoria “certidumbre”,
quizá basada en información “confidencial”, es posterior. A principios de 1492,
logró convencer a los Reyes Católicos de la viabilidad de un viaje por la
ruta del oeste hasta China,
posiblemente con una escala en Japón.
Los monarcas estaban inquietos ante las ganancias
que la exploración marítima reportaba a Portugal. El proyecto pudo financiarse
por un círculo de armadores compuesto de oficiales del tesoro real y banqueros
de Andalucía y Extremadura. La disponibilidad de embarcaciones dictó la
elección de Palos como punto de partida, donde los hermanos Martín y Vicente
Yánez Pinzón reclutaron la tripulación.
Por fin, las embarcaciones partieron el 3 de agosto
de 1492 y el 12 de octubre tocaron tierra. Al regreso, en la primavera
siguiente, acudió con sospechoso retraso a cumplimentar a los Reyes Católicos
en Barcelona, en cuya catedral fueron bautizados seis indígenas que había llevado consigo, además de algo de oro,
papagayos y pedrería.
En el segundo viaje, entre 1493 y 1496, Colón estableció tanto la ruta de vuelta desde
América aprovechando los vientos del Atlántico norte, como la de ida hacia el
Caribe favorecida por los alisios. En el tercer viaje, de 1498 a 1500, reconoció la costa continental alrededor de la boca
del Orinoco e intuyó que había descubierto “otro mundo”.
Había logrado establecer una “ciudad” pequeña y
costosa (lo del Oro de las Indias es falsa publicidad) en Santo Domin- go. Colón no había cumplido con sus .promesas de abrir una ruta comercial hasta
China y la historia sangrienta e inestable de su gobierno antillano mostró su falta de
capacidad administrativa. En 1499, los
Reyes Católicos para evitar males mayores le despojaron de su cargo de
gobernador y del monopolio de la navegación por las tierras y rutas que había
descubierto. Le quedó el título de Almirante del
mar océano, junto a beneficios del comercio. Inició
entonces un largo proceso contra la Corona, que heredaron
sus descendientes, concluido solo en 1541, como muestran en su obra maestra “La
herencia de Cristóbal Colón” (2015) Anunciada Colón de Carvajal y José Manuel
Pérez Prendes. Todavía los monarcas le concedieron permiso para el cuarto viaje, de 1502 a
1504, cuyo resultado más sobresaliente fue la exploración costera de lo que hoy
es América Central.
Los efectos de tantos viajes largos y
duros y el desengaño volvieron a Colón un personaje resentido y le socavaron la salud. En los últimos años de su vida, se hizo cada vez más
religioso, con toques de mesianismo. Pensó
haberse acercado al paraíso terrestre. Colón murió en Valladolid en 1506.
Al servicio de la Corona española
había logrado poner en contacto a los dos grandes hemisferios del mundo, antes
desconectados. Tras él, la humanidad sería distinta. Esa es la verdadera historia.
Manuel
Lucena Giraldo, historiador, investigador del CSIC y profesor del
Instituto de Empresa. Publicado en ABC, Madrid.
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