De los tiempos que se han ido
Fallece Zsa Zsa Gabor,
la tentación de Hollywood
Luis Fernández
La
Razón, Madrid
Pudo ser actriz pero prefirió ser una gran estrella del oropel de
Hollywood. Zsa Zsa Gabor, la mujer que atesoraba maridos y joyas caras y las
lucía con un esplendor aristocrático entre la realeza fingida de Tinseltown,
acaba de morir en su mansión de Bel Air a punto de cumplir los 100 años: nació
el 6 de febrero de 1917. Su acento húngaro, su extraordinaria belleza y su
sentido del humor la convirtieron en el centro de atención de las fiestas del
artisteo de Los Ángeles en su etapa del glamour envuelta en lentejuelas
centelleantes y brillante tecnicolor.
La actriz nacida en Budapest cuando todavía existía el Imperio
austrohúngaro, Zsa Zsa Gabor, era un presencia lujosa, un rostro felino que
llenaba la pantalla del cinemascope y su cuerpo voluptuoso resplandecía,
deseante, en las portadas de los calendarios satinados de las pin-ups más
reconocibles. Utilizó el cine para convertirse en una estrella fulgurante más
que para conseguir acreditarse como actriz, aspecto que a las verdaderas
luminarias les importa un comino.
Su voz era perfecta para hacer de reina venusiana del espacio
exterior, en una de esas películas del cine de culto que lucha por ser
considerada una de las diez peores películas del cine friqui de todos los
tiempos: «La reina del espacio exterior» (1958). Su mejor actuación fue en
«Moulin Rouge» (1952), en el papel de la cantante Jean Avril, dirigida por John
Houston. Resplandeció en un pequeño papel en «Lili» (1953) y en «Sed de mal»
(1958), de Orson Welles en un papel sin acreditación de la estriper de un club.
El cine fue la excusa para representar en la pasarela social una vida de cine.
Mientras que hubo actrices que lucharon por su supervivencia, Zsa Zsa
Gabor destacó por acumular maridos, nueve en total, acaparar portadas de
revistas sensacionalistas y hacer de su vida privada algo tan público como la
mejor superproducción de amor y lujo de Douglas Sirk. Ella no necesitaba
guiones ni decorados de ensueño. Ella los creaba a medida que ascendía en la
escalinata esplendoroso del mundillo de dinero y poder y dejaba tras de sí una
estela de maridos burlados y amantes satisfechos.
El noveno y último de sus maridos, con quien se casó hace treinta
años, el falso príncipe alemán Frederic Prinz von Anhalt, es quien hasta ayer
empujaba su silla de ruedas. Zsa Zsa Gabor tuvo un accidente de coche, al que siguió
una trombosis y la amputación de una de sus piernas.
Frederic Prinz von Anhalt, muchísimo más joven que ella, reconoció en
una entrevista que nadaba en millones pero que no podía gastarlos. «Yo siempre
quise una estrella de Hollywood; ella, Zsa Zsa Gabor, quería un príncipe. Ese
fue el trato». Con 98 años, la estrella «socialite» de un Hollywood más
olvidado que esta fuerza de la naturaleza que ha sobrevivido al siglo XX y al
XXI, vivía encerrada en su particular Sunset Boulevard, una mansión de Bel Air
de 47 habitaciones. Poseía tres Bentleys, dos Rolls-Royces, cuatro docenas de
caballos y 300 millones de dólares, dinero que su marido no podía gastar porque
dependía de los cheques de su mujer.
A punto de cumplir los 99 años, el falso príncipe, hijo de un policía
alemán, se aburría en su lujosa mansión, mientras su mujer vivía conectada a
una máquina, alimentada por una sonda nasogástrica, en intermitente estado de
inconsciencia. No tan profunda como para ignorar que seguirá siendo noticia del
«showbiz» de Hollywood hasta que se reúna con sus ocho maridos y sus dos
hermanas, Eva y Magda y su esplendorosa madre Jolie Gabor que la introdujo de
joven en el mundo del espectáculo. Su fastuosa vida, que ella describe como
«los días mágicos de vida, amor y diamantes», le ha dado para cien vidas, los
años que estuvo a punto de cumplir.
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