20 de mayo de 2016

General, aun no hemos llegado

 
General, aun no hemos llegado

Dimas Castellanos

José Martí se propuso fundar "un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud".

Con ese fin fundó un partido y organizó la guerra, de modo que la conquista de la independencia fuera —según sus palabras— el germen de ese "pueblo nuevo", pues "en la hora de la victoria sólo fructifican las semillas que se siembran en la hora de la guerra". La concepción martiana de la república era igualdad de derecho de todo el nacido en Cuba, espacio de libertad para la expresión del pensamiento, economía diversificada en manos de muchos pequeños propietarios, para que cada cubano fuera hombre político enteramente libre.

La guerra no terminó con la victoria sino con la ocupación del país por Estados Unidos. La República tendría que esperar por el resultado de la Asamblea Constituyente, encargada de redactar la Ley Fundamental y definir las relaciones con el país ocupante. Los asambleístas cubanos tuvieron que decidir entre el rechazo o la aceptación de un apéndice constitucional, conocido como Enmienda Platt, que refrendaba el derecho de Estados Unidos a intervenir en Cuba, omitía la Isla de Pinos del territorio nacional e imponía la venta o arrendamiento de tierras para bases navales.

Después de tres meses de encendidos debates, la Asamblea Constituyente concluyó con la aprobación de la Enmienda Platt. La decisión, aparentemente contraria a las razones por las que habían luchado, nos coloca frente a las dos opciones posibles: Una, votar en contra, lo que implicaba la ocupación indefinida y en consecuencia la necesidad de reiniciar la guerra, con el Ejército Libertador desmovilizado, el partido disuelto, la nación sin cristalizar, el pueblo agotado y el país sumido en la desolación y la ruina.

Otra, votar a favor, y desde la República posible avanzar hacia la República martiana, opción que se impuso tras tres meses de debates, hasta que los delegados recibieron un golpe definitivo: una respuesta firmada por el secretario de la Guerra donde se decía que el Presidente "está obligado a ejecutarlo, y ejecutarlo tal como es […], no puede cambiarlo ni modificarlo, añadirle o quitarle", como condición para cesar la ocupación militar.

La mayoría optó por lo posible en aquellas condiciones, lo contrario hubiera sido un acto suicida ante la superioridad del ocupante. El testimonio de José N. Ferrer revela nítidamente la situación: "Entiendo que ya se ha resistido bastante y que no puede resistirse más. Consideré útil, provechosa y necesaria la oposición a la Ley Platt en tanto que hubo esperanza de que ésta se modificara o retirara por el Congreso americano... Hoy considero dicha oposición inútil, peligrosa e infecunda..."

Después de casi cuatro siglos de colonia y tres años de ocupación extranjera, la bandera tricolor comenzó a flotar en sustitución de la enseña norteamericana, anunciando el nacimiento de la República, sin independencia absoluta pero con derechos civiles y políticos incorporados en el texto constitucional: el hábeas corpus, la libertad de expresión, los derechos de reunión y de asociación, la libertad de movimiento, la libertad de cultos, el derecho de sufragio y la división de poderes.

Tales derechos no fueron suficientes para erradicar en los 57 años de República todos los males heredados, pero permitieron que  Cuba emergiera de la postración económica, que en 1925 se recuperara la Isla de Pinos a través del Tratado Hay-Quesada, que en 1933 se derrocara la dictadura de Gerardo Machado, que en 1934 nos desembarazáramos de la Enmienda Platt, que en 1937 se dictara la legislación laboral más avanzada que Cuba ha tenido hasta hoy, que se convocara la Constituyente que dio vida a la avanzada Constitución de 1940. Esa es la historia, lo demás es lo que pudo o no suceder.

Por esos resultados antes de 1959, junto al 28 de enero, al 10 de octubre, al 24 de febrero y al 7 de diciembre, el 20 de mayo ocupaba un lugar entre esas cinco efemérides, símbolos de las luchas por la independencia, de amor a la Patria y de respeto por los que la hicieron posible.

Ese día, el generalísimo Máximo Gómez, al izar la enseña nacional en el Palacio de los Capitanes Generales, expresó: "Creo que hemos llegado".

Y realmente habíamos llegado, pero solo al punto de inicio. Lo que el General no pudo sospechar fue que 112 años después "aún no hemos llegado".

Por eso, mucho más útil que juzgar a los que tomaron aquella decisión sería cuestionarse por qué hoy la República diseñada por Martí sigue pendiente de realización y asumir la parte de responsabilidad que a cada uno nos corresponde…

Publicado originalmente en Diario de Cuba el 20 de Mayo de 2014. Dos años después, para vergüenza nuestra repetimos con dolor que aun no hemos llegado.

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