17 de mayo de 2016

Del dicho al hecho, no va mucho trecho


Del dicho al hecho,
no va mucho trecho

Marlene María Pérez Mateo
 
Libro de los Proverbios, Antiguo Testamento
La literatura sapiencial saturada de historias, mitos, personajes y sobre todo gran saber, es parte de todo pueblo. En el saber popular se crece: “Vox populus, vox Deus”. Es esta sencilla, pero para mi entrañable reseña,  un viaje por su razón y origen en la patria cubana, y en las muchas patrias que a ella dieron origen. “La sabiduría viene llamando por las calles y levanta su voz en las plazas”, nos recuerda un  versículo bíblico (Pro 1, 20). Así sea.

“El que fue a Sevilla perdió la silla”
Catedral de Sevilla

   «Fagamos una Iglesia tan hermosa y tan grandiosa que los que la vieren nos tengan por locos» aseguraron en 1401 los canónigos  de la que en 1507 se alzara y desde entonces hasta nuestros días como Catedral de Sevilla, España. Su sentencia no pudo ser mas cierta, pues la edificación es considerada la mayor catedral gótica del mundo y la tercera en dimensiones de la cristiandad. Tal colosal obra fue la sede y razón del nacimiento de un antiguo y aun usado refrán.

   Corría el año 1454 y la cabeza del arzobispado hispalense era ocupada por Alonso de Fonseca y Ulloa (1418-1473). Según el escriba Diego Enriquez y Castillo en sus “Crónicas del Rey Enrique IV”, en 1460 quedó vacante el obispado de Santiago de Compostela y moviendo sus influencias el obispo sevillano logró para su sobrino-nieto Alonso de Fonseca y Acevedo -por entonces deán en Sevilla- fuera promovido para el alto puesto clerical.

   Con gran esfuerzo se cumplió el objetivo, pero al parecer el nuevo prelado carecía de diplomacia, tacto y habilidad: en fin era sumamente torpe. La aristocracia gallega a la sazón se rebeló y tras enfrentamientos violentos le tomaron preso por dos años, alcanzando la libertad luego del pago de un rescate y la intervención oportuna de su tío.

   Este último se ofreció a intercambiar las sedes arzobispales para zanjar cualquier diferencia. La idea fue bienvenida y la paz llegó a Galicia, en manos ahora si de un líder diligente y capaz. Cuando ya todo estuvo resuelto, el viejo obispo quiso deshacer el trueque y regresar a su posición inicial, a lo que el malagradecido sobrino respondió: «Quien se fue de Sevilla perdió la silla». Él se resistía a abandonar un lugar tranquilo, lujoso, ya establecido.  Solo la intervención armada por orden del Rey, luego de la del Papa Pío II, lograron poner a cada cual en su sitio y hacer justicia.

   La voz popular logró poner la expresión del malogrado obispo en moda hasta nuestros días, haciéndola incluso cruzar el Atlántico. Ha habido un cambio preposicional del “de” por “a”, en el fraseo de la expresión. En Cuba se le ha adicionado una segunda parte: “…y el que fue a Morón perdió el sillón”.

   El significado sigue siendo el mismo, esencialmente sentencia que el abandonar una posición implica la improbabilidad de su recuperación y de todos los beneficios a que ella acarrea. 

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