Del dicho al hecho,
no va mucho trecho
Marlene María Pérez Mateo
Libro de los Proverbios, Antiguo Testamento
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La
literatura sapiencial saturada de historias, mitos, personajes y sobre todo gran
saber, es parte de todo pueblo. En el saber popular se crece: “Vox populus, vox Deus”. Es esta
sencilla, pero para mi entrañable reseña,
un viaje por su razón y origen en la patria cubana, y en las muchas patrias
que a ella dieron origen. “La sabiduría viene llamando por las calles y levanta
su voz en las plazas”, nos recuerda un versículo bíblico (Pro 1, 20). Así sea.
“El que fue a Sevilla perdió la silla”
Catedral de Sevilla |
«Fagamos una Iglesia tan hermosa y tan
grandiosa que los que la vieren nos tengan por locos» aseguraron en 1401 los
canónigos de la que en 1507 se alzara y
desde entonces hasta nuestros días como Catedral de Sevilla, España. Su
sentencia no pudo ser mas cierta, pues la edificación es considerada la mayor
catedral gótica del mundo y la tercera en dimensiones de la cristiandad. Tal
colosal obra fue la sede y razón del nacimiento de un antiguo y aun usado
refrán.
Corría el año 1454 y la cabeza del
arzobispado hispalense era ocupada por Alonso de Fonseca y Ulloa (1418-1473).
Según el escriba Diego Enriquez y Castillo en sus “Crónicas del Rey Enrique
IV”, en 1460 quedó vacante el obispado de Santiago de Compostela y moviendo sus
influencias el obispo sevillano logró para su sobrino-nieto Alonso de Fonseca y
Acevedo -por entonces deán en Sevilla- fuera promovido para el alto puesto
clerical.
Con gran esfuerzo se cumplió el objetivo,
pero al parecer el nuevo prelado carecía de diplomacia, tacto y habilidad: en
fin era sumamente torpe. La aristocracia gallega a la sazón se rebeló y tras
enfrentamientos violentos le tomaron preso por dos años, alcanzando la libertad
luego del pago de un rescate y la intervención oportuna de su tío.
Este último se ofreció a intercambiar las
sedes arzobispales para zanjar cualquier diferencia. La idea fue bienvenida y
la paz llegó a Galicia, en manos ahora si de un líder diligente y capaz. Cuando
ya todo estuvo resuelto, el viejo obispo quiso deshacer el trueque y regresar a
su posición inicial, a lo que el malagradecido sobrino respondió: «Quien se fue
de Sevilla perdió la silla». Él se resistía a abandonar un lugar tranquilo,
lujoso, ya establecido. Solo la
intervención armada por orden del Rey, luego de la del Papa Pío II, lograron
poner a cada cual en su sitio y hacer justicia.
La voz popular logró poner la expresión del
malogrado obispo en moda hasta nuestros días, haciéndola incluso cruzar el
Atlántico. Ha habido un cambio preposicional del “de” por “a”, en el fraseo de
la expresión. En Cuba se le ha adicionado una segunda parte: “…y el que fue a
Morón perdió el sillón”.
El significado sigue siendo el mismo,
esencialmente sentencia que el abandonar una posición implica la improbabilidad
de su recuperación y de todos los beneficios a que ella acarrea.
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