Playa Santa Lucía, provincia de Camagüey |
¿Qué hacen los cubanos
en sus vacaciones de verano?
Alejandro Rodríguez
Especial para BBC Mundo
Lo que un poeta cubano llamó “la maldita
circunstancia del agua por todas partes” tiene una ventaja para los cubanos:
todo el mundo vive aquí a menos de 150 kilómetros de la playa más cercana.
Durante los meses de julio y agosto hace más calor que de costumbre, y
es como si la gente sincronizara sus posibilidades de salir de vacaciones a
refrescarse en las playas o ríos del país. Podría parecer que no hay diferencias con el verano de otros países.
Pero aquí hay otras realidades: ir de vacaciones a visitar otro país
es casi impensable (el salario promedio es de US$ 20, y muy pocos países dan
visas de turismo a los cubanos), y hospedarse en los hoteles de la isla es un
lujo.
Opciones como el turismo cultural no parecen despertar demasiado
interés: pocas veces se escucha de alguien que decidió irse a conocer aquella
región del país donde no había estado antes y donde no tiene familiares o
allegados.
Pero julio y agosto son también meses en que los servicios públicos se
encuentran al borde del colapso: el transporte y la gastronomía se sufren como
nunca. Es temporada ideal para quienes lucran en las terminales de ómnibus con
la venta de pasajes a sobreprecio.
En la playa Santa Lucía, provincia de Camagüey, las autoridades recién
han colocado “sombrillitas” artesanales para el disfrute público. Asimismo un
pequeño puente de madera intenta proteger la duna ante el paso de los bañistas.
Era algo que se reclamaba desde hace tiempo. Cinco años atrás hice un
reportaje para el periódico de la provincia donde señalaba la ausencia de
sombra, servicios higiénicos y protección medioambiental. El mismo problema se estuvo reclamando durante todos los veranos
siguientes, y es probable que también desde mucho antes.
Las áreas residenciales de Santa Lucía parecen más un pueblecito
pesquero— sin embarcaciones, ni pescado ni pescadores—, que un destino
recreativo: su potencial está secuestrado por carencias materiales y trabas
legales de todo tipo. Igual que en otros contextos, los supuestos encargados de proteger el
medio ambiente han preferido custodiar la burocracia y el inmovilismo, antes
que ceder espacios legítimos al desarrollo local sostenible.
Y hoy la playa es la misma que hace 20 años: apenas se nota la
presencia del hombre, tanto en el buen sentido como el malo. En otro tramo se encuentran los hoteles a los que los ciudadanos
cubanos no pudieron acceder durante mucho tiempo por el simple hecho de ser
cubanos.
Pero ahora el panorama ha cambiado y cada vez más nacionales se
acercan a las ofertas veraniegas de “todo incluido” que promueven agencias
estatales de turismo.
Aunque los costos de un hotel siguen siendo prohibitivos para el
bolsillo de las mayorías, muchos prefieren ahorrar y disfrutar un par de días
con calidad, antes que irse al “campismo popular”, cuyas tarifas son más
económicas.
El campismo es una variante caribeña del turismo de naturaleza, casi
siempre junto a las márgenes de algunos ríos, que reemplazaba la imposibilidad
de alojarse en los hoteles. Sin embargo la crisis económica pronto melló la
idea original y junto al confort de las instalaciones se fue perdiendo la
aceptación popular.
También, en teoría, ya los cubanos podemos viajar como turistas a
otros países del mundo. Pero hay una lista extremadamente reducida de naciones
que no exigen visado previo.
Entre ellas se encuentran Rusia, Serbia, Mongolia, Georgia…. Y en el
área geográfica más próxima solo Ecuador y un par de islillas del Caribe están
abiertos a la visita de cubanos.
Conversando sobre el tema un amigo pone fin a la discusión porque
“¿quién se va a creer la figura de un cubano turista?”
Aquello de que en Cuba vivimos con 25 dólares al mes es ciertamente un
exceso: casi todos encuentran “entradas alternativas” al deprimido salario
promedio mensual.
Pero la cifra real tampoco anda muy alejada, y con diplomas del
Partido Comunista o reconocimientos de Vanguardias no se pueden pagar billetes
de avión ni facturas en los hoteles del extranjero.
Luego es definitivamente una bendición que tengamos la playa tan
cerca.
Para lo que no sirve de nada esa “maldita circunstancia del agua por
todas partes” es a una supuesta dieta marina que alguien pudiera asociar
inocentemente a la cocina de la Isla…
En nuestro caso solo Dios y un puñado de extranjeros pueden dar fe de
un buen plato con langostas.
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