11 de julio de 2014

Miedo y rencor a Castro

 
Miedo y rencor a Castro


Tania Díaz Castro

¿Podía ser de fiar aquel personaje atolondrado, vehemente, impetuoso y agresivo, empeñado en gobernar Cuba a como sea?

LA HABANA, Cuba. CUBANET - -Son pocos los que saben por qué el pueblo cubano no apoyó a Fidel Castro en los años que antecedieron a su dictadura, cuando para poner fin a su corta guerra de guerrillas en las montañas, pidió una huelga general en 1957 y otra en 1958 y el pueblo se mantuvo a distancia.

Si revisamos la prensa de aquellos años, podemos saber que a partir de 1944, cuando Fidel dio sus primeros pasos en el escenario político de La Habana, comenzó a vérsele como un joven problemático capaz cometer graves errores, al pertenecer a una agresiva organización política, Unión Insurreccional Revolucionaria –UIR-, envuelta en cruentos enfrentamientos y, como se publicó, por haber participado en una balacera en el Estadio Universitario, con un saldo de varios heridos graves.

En 1947 recibe un contundente fracaso cuando participa de una expedición para derrocar al dictador Trujillo, en la que, para evadir la cárcel, escapa a nado de la embarcación. Luego, en noviembre de ese año, vuelve a ocupar las páginas de algunos periódicos, cuando junto a otros estudiantes, se roba la campana del ingenio La Demajagua, símbolo de la guerra de 1868 contra España, un hecho hasta ahora poco esclarecido y calificado entonces de ¨protagonismo político¨.

Al año siguiente, el 22 de febrero de 1948, también se le acusa de haber asesinado a tiros a Manolo Castro, secretario general de la Federación Estudiantil Universitaria –FEU-, cuando éste salía del cine habanero ¨Cinecito¨. A los pocos meses, el 6 de junio, vuelve a ocupar las páginas de la prensa, al verse implicado en el asesinato de Oscar Fernández Garalt, sargento de la policía universitaria.

El 6 de agosto de 1951, una historia macabra ocupa los titulares de varios periódicos habaneros, cuando Castro pretende utilizar el cadáver del líder ortodoxo Eduardo Chibás y desfilar con el féretro hasta el Palacio Presidencial. José Pardo LLada, uno de los periodistas más famosos de la época, relató los hechos y acusó a Fidel de querer sentar el cadáver de Chibás en la silla presidencial para tomar el poder.

En 1953, la mala suerte no deja de perseguirlo. El 26 de julio también fracasa en su intento por tomar de madrugada el Cuartel Moncada de Santiago de Cuba con un grupo de hombres, uno de los actos terroristas más trágicos de nuestra historia. Es condenado a 15 años de cárcel, pero gracias al perdón de Fulgencio Batista, sólo cumple 22 meses.

¿Podía ser de fiar aquel personaje atolondrado, vehemente, impetuoso y agresivo, empeñado en gobernar Cuba a como sea? El 31 de diciembre de 1958, se aprovechó de la fuga de Batista y protagonizó un carnaval estrambótico y grotesco, jamás visto en la isla: Miles de soldados, barbudos y harapientos levantaban sus armas, de pie, en vehículos descapotados y en tanques de guerra recién obtenidos, mientras avanzaban por las vías principales del país celebrando una súbita, inesperada y extraña victoria, que nadie esperaba. El último en desfilar fue Fidel Castro, todo bien planeado por él y ya sin su fusil de mirilla telescópica.

Así, comenzó a gobernar, como caído por sorpresa del Infierno, mientras la población cubana se convertía en su rehén y asumía, sin ella saberlo, el Síndrome de Estocolmo: esa reacción psicológica en la cual la víctima desarrolla por su secuestrador un vínculo afectivo mezclado con miedo y rencor.

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