El Suntuoso
Palacio Del Valle
en Cienfuegos
Casi
siempre, a una historia precede una leyenda. Y la leyenda del Palacio Del Valle
tiene pocos visos de realidad aunque pretenda ser el origen de esa majestuosa
edificación.
Se
dice que cuando Sebastián de Ocampo realizó el bojeo de Cuba en 1508 y recaló
en la bahía de Jagua, ya había un europeo residiendo en Tureira, hoy Punta Gorda,
en un lugar al que bautizó con el nombre
de “Amparo”.
Aquel
hombre mantenía relaciones amistosas con los siboneyes y pronto se unió a la
bella india Anegueía, con la que tuvo numerosa prole. Agrega la leyenda que probablemente fuera un
pirata desertor o un náufrago y lo más probable es que se tratara de un moro
residente en España porque, movido por la nostalgia que sentía, se propuso dar
a su casa aires granadinos
Seducido
por los recuerdos que en su imaginación dejaron los maravillosos alcázares de
Sevilla y Granada y, no contando con recursos suficientes, pidió a los dioses
de la mitología de los siboneyes, y principalmente a Jagua, lo ayudaran a edificar el alcázar
soñado. Y por arte de encantamiento surgió un hermoso edificio del más puro
estilo mudéjar. Pero Anegueía, creyendo
que era obra del espíritu del mal (Mabuya), invocó el auxilio de los dioses
buenos y logró que el alcázar quedara destruido por un fuego.
Esta
leyenda hasta cierto punto se considera como el antecedente del palacio Del
Valle, pero lo cierto es que pasados algunos siglos,
el comerciante catalán don Celestino Caces hubo de adquirir los terrenos
próximos al “Amparo” para construir una casa-quinta que tuviera también marcado
sabor hispano-morisco.
Dejó la obra sin concluir al no
quedar satisfecho y luego adquirió la casa otro comerciante español, Alejandro Suero Balbín, quien la cedió como regalo de bodas a su hija Amparo
Teresa y su yerno don Acisclo Del Valle y Blanco, dueño de varios centrales,
entre ellos, el desaparecido ingenio San Lino, quien se encargó de su
ampliación y terminación.
Cuando
Acisclo Del Valle comenzó a construir su mansión en 1913, no podía imaginar que ella se convertiría posteriormente en un
símbolo de Cienfuegos, la Perla del Sur,
catalogado hoy día como Monumento Nacional del Patrimonio Cultural Cienfueguero.
Al
regreso de su luna de miel el nuevo matrimonio Del Valle-Suero comenzó la ampliación
de aquella “Quinta Morisca” que Celestino Cases había dejado sin terminar,
hasta convertirla en la señorial residencia con la que habían soñado y que
quedó concluida en 1917.
El diseño fue realizado por
un arquitecto de Cienfuegos que configuró en papel las ideas que los Del
Valle le sugerían y que fue ejecutado por un ingeniero civil italiano, Alfredo
Colli Fanconetti.
El
resultado fue un edificio de estilo ecléctico aunque predominara en él el mozárabe, y cuya suntuosidad hizo ascender su costo a casi un millón y
medio de pesos. En su construcción colaboraron artesanos árabes, franceses,
italianos y cubanos y se emplearon mármoles, cerámicas, alabastro, cobre y
vitrales importados de Italia, España y los Estados Unidos.
Sin embargo, Acisclo
del Valle pudo disfrutar de su palacio por poco tiempo al fallecer en 1920. La
propiedad quedó para su viuda e hijos.
El
vestíbulo es de estilo imperial, napoleónico, con frisos dorados, mármol rosa
en las paredes y el suelo de mármol blanco, en el que se entrecruzan en artístico
monograma las iniciales del propietario. La entrada es de estilo neogótico y conlleva a
un comedor que imita el Patio de los Leones de la Alhambra de Granada. La sala de música y juegos es de estilo Luis
XV.
La planta central está flanqueada por dos
esfinges con reminiscencias egipcias: cabeza y pecho de mujer y cuerpo y patas de
león que personifican el sol. Se ha insistido en que no se trata de la entrada principal de la
mansión, pero su proximidad a la escalera de mármol que conduce al segundo piso
hace suponer que sí lo sea. En ese segundo piso se encuentran ocho dormitorios,
así como varias salas de estar y de estudio.
El Palacio posee no sólo una torre, sino tres, y
cada una con su propio estilo: neo románico, indio, y un minarete. Valiosos jarrones de porcelana italiana y china están dispersos por todo el
palacio y, al igual que el propio palacio, evidencian el bienestar económico que
disfrutaban sus propietarios.
En 1922
Antonia Suero y sus hijos se fueron a vivir a España y dejaron el palacio, que
se convirtió posteriormente en el Club de Cazadores de Cienfuegos. En 1959 fue
ocupado por el gobierno castrista y estableció en él una escuela de arte. Hoy
los turistas lo admiran. Funcionan un restaurante anexo al Hotel Jagua y un
bodegón propio para los enamorados del arte y de la comida cubana.
Entre
la leyenda y el pasado reciente del Palacio del Valle podemos constatar un
verdadero nexo que los une, y es el empeño de sus forjadores en crear un
exótico edificio morisco en tierras caribeñas.
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