11 de febrero de 2014

Un año de la renuncia de Benedicto XVI


Un año de la renuncia
de Benedicto XVI

Hoy, 11 de febrero, se cumple el primer aniversario del tan sorprendente como profético anuncio de Benedicto XVI de renunciar al ministerio apostólico petrino. Los sentimientos que hace un año expresábamos, presurosos y conmovidos, en esta misma página editorial – “respeto, agradecimiento, reconocimiento y confianza”- han ido adquiriendo a lo largo de este año un mayor significación, si cabe.

Si entonces éramos conscientes del calado histórico de aquella decisión, si la vislumbrábamos como un generosísimo ejercicio de responsabilidad, si confiábamos plenamente en que es Dios quien guía a su Iglesia y le hace suscitar en cada momento las respuestas, las personas, las actitudes y las acciones necesarias, ahora todo aquello recobra mayor perspectiva, plenitud y sentido.

Como ya hemos escrito en ecclesia, con aquel gesto, Benedicto XVI, el Papa sabio y maestro, nos ofrecía una ulterior y penúltima lección, lección magistral –como todas las suyas-, lección profética e interpeladora. Y es que situó la misión y el ejercicio del poder en la Iglesia en sus justas dimensiones que no son otras que las de la evangelización y las del servicio.

Nos ayudó a adentrarnos más en el misterio de lo que la Iglesia es y poder reconocer quién es su único Señor. Nos dio también ejemplo para saber, desde el discernimiento y la oración, cuándo llega la hora de la retirada y que nada peor en la Iglesia que el enrocarse en los propios intereses, en las apariencias y en los oropeles.

A lo largo de los casi ocho años de su luminoso ministerio apostólico, Benedicto XVI se encaminó en numerosas ocasiones hacia la puerta grande la historia de la Iglesia. Con su renuncia, ha quedado en ella para siempre. Y ahora, desde su retiro y “ocultamiento del mundo”, nos sigue brindando otra espléndida lección: la del saber estar, la del valor del silencio y de los gestos y la de la fuerza de la oración y de la ofrenda de la debilidad –en este caso, ancianidad- y de su enorme potencial salvífico y ejemplarizante.

El cardenal electo Müller anunció recientemente en Valencia que el Papa emérito podría escribir sus memorias. Bienvenidas serán. Como bienvenidos fueron su ministerio, su renuncia y su actual servir, en el ámbito de Pedro, y junto a la Cruz. ¡Gracias, querido Benedicto XVI! ¡Cuánto debemos todos seguir aprendiendo de él!

Editorial de Ecclesia
revistaecclesia.com

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