Un año de la renuncia
de Benedicto XVI
Hoy, 11 de febrero, se cumple el
primer aniversario del tan sorprendente como profético anuncio de Benedicto XVI
de renunciar al ministerio apostólico petrino. Los sentimientos que hace un año
expresábamos, presurosos y conmovidos, en esta misma página editorial –
“respeto, agradecimiento, reconocimiento y confianza”- han ido adquiriendo a lo
largo de este año un mayor significación, si cabe.
Si entonces éramos conscientes del
calado histórico de aquella decisión, si la vislumbrábamos como un generosísimo
ejercicio de responsabilidad, si confiábamos plenamente en que es Dios quien
guía a su Iglesia y le hace suscitar en cada momento las respuestas, las
personas, las actitudes y las acciones necesarias, ahora todo aquello recobra
mayor perspectiva, plenitud y sentido.
Como ya hemos escrito en ecclesia,
con aquel gesto, Benedicto XVI, el Papa sabio y maestro, nos ofrecía una
ulterior y penúltima lección, lección magistral –como todas las suyas-, lección
profética e interpeladora. Y es que situó la misión y el ejercicio del poder en
la Iglesia en sus justas dimensiones que no son otras que las de la
evangelización y las del servicio.
Nos ayudó a adentrarnos más en el
misterio de lo que la Iglesia es y poder reconocer quién es su único Señor. Nos
dio también ejemplo para saber, desde el discernimiento y la oración, cuándo
llega la hora de la retirada y que nada peor en la Iglesia que el enrocarse en
los propios intereses, en las apariencias y en los oropeles.
A lo largo de los casi ocho años de su luminoso ministerio apostólico,
Benedicto XVI se encaminó en numerosas ocasiones hacia la puerta grande la
historia de la Iglesia. Con su renuncia, ha quedado en ella para siempre. Y
ahora, desde su retiro y “ocultamiento del mundo”, nos sigue brindando otra
espléndida lección: la del saber estar, la del valor del silencio y de los
gestos y la de la fuerza de la oración y de la ofrenda de la debilidad –en este
caso, ancianidad- y de su enorme potencial salvífico y ejemplarizante.
El cardenal electo Müller anunció
recientemente en Valencia que el Papa emérito podría escribir sus memorias.
Bienvenidas serán. Como bienvenidos fueron su ministerio, su renuncia y su
actual servir, en el ámbito de Pedro, y junto a la Cruz. ¡Gracias, querido
Benedicto XVI! ¡Cuánto debemos todos seguir aprendiendo de él!
Editorial
de Ecclesia
revistaecclesia.com
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