Margaret Thatcher,
la hija del tendero conservador
Margaret Thatcher o la hija del tendero conservador, este podría ser el subtítulo de "La Dama de Hierro", la película biográfica de la ex primera ministra británica. La mirada atenta y convencida de una joven Margaret Roberts ante los encendidos discursos de su padre, dueño de una tienda de ultramarinos y después alcalde conservador de Grantham, encierra las raíces del pensamiento político de quien sería la primera -y única por ahora- mujer en dirigir el gobierno británico.
De su padre, pastor
metodista también, aprendió la ética del esfuerzo individual y la ideología del
pequeño propietario. De su condición de mujer, Thatcher llevó consigo al 10 de
Downing Street, tras su elección en 1979, la visión doméstica de la economía y el no
perder nunca de vista el precio de la cesta de la compra.
Cuando los miembros de su gabinete cuestionan su proyecto de imponer una tasa municipal igual para ricos y pobres -la famosa "poll tax", que provocaría su dimisión al frente del partido "tory" y del gobierno en 1990-, la primera ministra contesta con todo ese caudal ideológico adherido a su forma de ser desde que corría a tapar la mantequilla de la tienda de su padre bajo los bombardeos nazis en la Segunda Guerra Mundial. "Todo aquel que vive en Gran Bretaña debe pagar algo por el privilegio de hacerlo; si no pagan, cuando no se recojan las basuras en su calle, cuando no llegue el transporte, no será su problema, será el problema del gobierno", exclama encendida, ante la mirada horrorizada de varios de sus ministros, que comenzaban a abandonar su proyecto.
Este retrato de las raíces ideológicas de un político tan fascinante como Thatcher es quizás lo más informativo de una película que se desenfoca sola con las idas y venidas que provocan los flashes que estructuran la trama. La película arranca con una ex primera ministra ya octogenaria y con fuertes pérdidas de memoria y confusión temporal. Phyllida Lloyd, la directora inglesa de "Mamma Mia!" y responsable de esta biopic de la Dama de Hierro, insiste además en resaltarlo con la pesada presencia del espíritu de Dennis Thatcher, el esposo muerto en 2001. Su fiel compañero, de cuyo recuerdo la anciana se resiste a deshacerse, termina pareciendo un fantasma haciendo de "clown", o viceversa.
La historia de amor de la pareja, un ámbito menos conocido de la ex primera ministra, es tratada, eso sí, con ternura y delicadeza desde la petición de mano de Dennis tras la primera (y última) derrota de Margaret en sus aspiraciones de hacer política como candidata del partido conservador en 1950. Aquella joven tuvo que enfrentarse, como mujer, al machismo imperante en la Inglaterra de la época y, como hija de tendero, al clasismo del partido conservador. Pudo con todo eso, y con mucho más. Sacó al Reino Unido de la severa crisis económica de los 70, se enfrentó a los todopoderosos sindicatos británicos, a una oposición laborista que la odiaba, al terrorismo del IRA -que atentó en 1984 contra el hotel que albergaba la convención "tory" de aquel año- y a la Guerra de las Malvinas con Argentina. A costa, según sus críticos, de convertir la "sociedad de pequeños accionistas" que pregonaba en una pesadilla para las clases menos favorecidas.
"Antes importaba lo que hacías, ahora solo parece importar lo que eres", dice al principio de la película. Aunque la máscara de látex limita la expresión facial, la actriz estadounidense Meryl Streep borda su interpretación de la Dama de Hierro. Y suelta este tipo de "statements" con una sorprendente verosimilitud. "No me pregunte cómo me siento, pregúnteme lo que pienso, somos lo que pensamos", le espeta a su médico en un momento dado. Implacable. Dura. De hierro.
Y, sin embargo, Streep, conocida por sus interpretaciones de mujeres de carácter fuerte como la escritora Karen Blixen en "Memorias de África" o la editora Anna Wintour en "El diablo se viste de Prada”, saca a la superficie el lado frágil de una persona indómita. Sufre por sus hijos, Mark y Carol -que ha participado en la elaboración del guión del filme-. Y por las madres de los soldados británicos muertos en la defensa de las Falkland (Malvinas). Y, ya mayor, se escapa de casa para comprar leche, a pesar de la prohibición de salir sola. Así arranca, de hecho, este retrato excesivamente emocional de un gigante político que es odiado y adorado a partes iguales, todavía hoy, en el Reino Unido.
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