Plegaria a Dios
Diego Gabriel de la Concepción Valdés,
Plácido
Marlene
Maria Perez Mateo
Plegaria a Dios
Ser de inmensa bondad, Dios
poderoso,
a vos acudo en
mi dolor vehemente;
Extened vuestro
brazo omnipotente,
rasgad de la
calumnia el velo odioso
y arrancad este
sello ignominioso
con que el mundo
manchar quiere mi frente.
Rey de los reyes.
Dios de mis abuelos,
vos solo sois mi
defensor, Dios mio:
todo lo puede
quien al mar sombrío
olas y peces dio
, luz a los cielos,
fuego al sol,
giro al aire, al Norte hielos,
vida a las plantas , movimiento
al río.
Todo lo podéis
vos, todo fenece
o se reanima a
vuestra voz sagrada
fuera de
vos,Señor, el todo es nada
que en la insondable
eternidad perece,
y aun esa misma
nada os obedece
pues de ella fue la
humanidad creada.
Yo no os puedo engañar Dios de clemencia;
y pues vuestra eternal sabiduría
ve al través de mi cuerpo el alma mía
cual del aire a la clara transparencia.
estorbad que humillada la inocencia
bata sus palmas la calumnia impía.
Mas si cuadra a tu suma omnipotencia
que yo perezca cual malvado impío
y que los hombres mi cadáver frío
ultrajen con maligna
complacencia,
suene tu voz y acabe mi existencia:
cúmplase en mi tu voluntad, Dios mio.
Es Plácido el poeta de mayor
aceptación popular entre los escritores cubanos siglo XIX, “siglo cubano” por
antonomasia. Este sitial de honor le cabe al joven matancero por razones que
huelgan. Pese a la poca instrucción formal por el alcanzada y la pobreza,
constante en su vida; fue Plácido un ser dotado por Dios de una sensibilidad
poco común; y un carisma personal y literario acucioso.
El infortunio marco su vida
desde su nacimiento acaecido el 18 de marzo de 1809. Su madre fue Concepción
Vazquez bailarina flocklorica española natural de Burgos y su padre el negro
libre cubano Diego Ferrer Matoso artesano peinetero. Fue dejado por su
progenitora en la Casa de Beneficencia para huérfanos a los días de nacido, por
lo cual siempre acompaño su nombre con el apellido Valdés, era un dolor
imborrable. Vivió su infancia entre las ciudades de La Habana y Matanzas; con
su padre y abuela paterna; aprendiendo oficios , malamente instruyéndose; y
pasando penurias. Se vio obligado a dejar a un lado las clases por razones
financieras. Fue: carpintero, aprendiz de tipógrafo (donde entra en contacto
con el mundo poético), peinetero, orfebre, versificador e improvisador por
encargo y animador de fiestas. De tan rocambolezca existencia lo sustrajo un
tanto el ganar un certamen literario convocado a la sazón. Conoció a José María
Heredia, una autoridad entonces y ahora de la lírica cubana. Una epidemia de
cólera morbo le arrebato la vida a su primer amor, posteriormente contrajo
matrimonio en dos ocasiones. A su pluma debemos obras tales como Jicotencal, Flor de café,
Al Yumurí, Mi casa, Recuerdos,
entre otras.
“Plegaria a Dios”, poema
razón de estas lineas en esta Semana de Pascua, fueron los últimos versos de
Plácido o “El peregrino”, seudónimo que tanto le gustaba. Desde 1840 fue
victima del asedio, por parte de algunos envidiosos que fungían de autoridades
por entonces. Cuatro años después fue injustamente culpado de pertenecer a la
falsamente conocida Conspiración de la Escalera, siendo por ello encarcelado y
condenado a muerte. En la Capilla del penal escribió un poema a su madre y
Plegaria a Dios, dos obras muy
poderosas, desgarradora y decisivas; por las tensas circunstanciasen el momento
de ver la luz. No por ello renunciando a valores líricos de alta tesitura, y de
una ética incomiable.
Plácido fue iniciador del
criollismo y siboneyismo en la lírica cubana. Lezama Lima le describió muy
bien: “... capturo el verdadero espíritu cubano en sus versos...”.
Fecha 25 de Marzo del 2018, para el Martes Santo del
2018
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