27 de abril de 2017

DEL DICHO AL HECHO NO VA MUCHO TRECHO


Del dicho al hecho no va mucho trecho
 

Está como Canuta,
mientras mas vieja mas bruta”

Marlene María Pérez Mateo

 El “canutismo” es un proceso que  tiene como indiscutible carta de presentación la brutalidad asociada al paso de los lustros.

Todo lleva exactamente a lo opuesto, los años llevan de una manera o de otra a la sabiduría y muchas veces son aliadas cercanas. A la sazón de ello un buen refrán  reza: “Consejo de viejito, evangelio chiquito”.

La referencia a la tal Canuta falla doblemente, no era Canuta  sino Canuto y verdaderamente si algo le sobraba era inteligencia. En efecto Canuto I el Grande (994-1035) era un rey británico, no de los mas conocidos pero se cuenta en la lista.

Entre sus méritos se le recuerda como un hombre prudente, buen administrador, excelente economista, implantó en su reinado los primeros códigos ingleses, consolidó el ejército como institución y conformó una portentosa fuerza naval. A Canuto no le faltaron aduladores y falsos consejeros, por fortuna no los siguió, mas bien lo opuesto, hizo que ellos los siguieran a él.

Un día los llevo consigo a la orilla del mar en plena tormenta. El monarca en alta e imperativa voz mandó a la mar se aquietara, no sucedió. Repitió la orden varias veces sin resultado. Volviendo sobre sus pies dijo al grupo de falsos halagadores, que los elogios hacia sus grandeza eran vanos, pues al que si debían alabar y dedicar en palabra y práctica tales diatribas era a Cristo a quien las aguas si habían obedecido. Tomó un crucifijo y le puso su real corona al icono, mostrando respeto y dando ejemplar lección.

Al parecer  el nivel de comprensión de los entonces oyentes no fue muy alto que digamos, probablemente hubo hasta disgustos.  De allí se derivó la mala reputación gozada por Canuto hasta el presente, pues en la voz de sus ex-elogiadores ganó una reputación no merecida y le adjudicaron una muy mala condición, la torpeza.

“Al  revés te lo digo para que me entiendas” decía una vieja religiosa en el Teresiano de Camagüey; y al pobre de Canuto bien que le vale.
 

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