2 de febrero de 2016

500º Aniversario de la muerte de Fernando el Católico


Fernando “El Católico”,
tan odiado por la nobleza castellana
como por los nacionalistas catalanes
(Conclusión)

César Cervera
 
Castilla le ignora; Cataluña le ataca

El otro de los problemas contemporáneos en torno a la figura de Fernando es que la mitología nacionalista le ha convertido en el objetivo habitual de sus ataques. Al principio, los autores catalanes, coincidiendo con el movimiento cultural de la “Renaixença”, elogiaron al monarca que «reuniendo en una sola corona la de Aragón y la de Castilla, había hecho grande a la de España», escribió en 1846 Antoni de Bofarull en su libro “Hazañas de los catalanes”. Sin embargo, el surgimiento del nacionalismo catalán a finales del siglo XIX hizo que la imagen de Fernando sufriera un vuelco.

A partir de entonces el nacionalismo le presentaría como el hombre que había propiciado el declive de Cataluña en favor del dominio de Castilla. Estos autores, entre los que se incluían el poeta romántico Ángel Guimerá o el escritor nacionalista Enric Prat de la Riba, destacaban que el ascenso de los Reyes Católicos había traído consigo el declive económico y demográfico de esta región de la Corona de Aragón.

¿Cuánto hay de cierto en el retrato de Fernando como destructor de las instituciones y del progreso de Cataluña? A juicio de Kamen «no hay ninguna prueba ni evidencia histórica que apoye o sostenga estas afirmaciones». Si bien durante el siglo XV tuvo lugar un claro declive económico en la ciudad de Barcelona –enclave comercial de la Corona de Aragón y sus territorios en el Mediterráneo–, éste se produjo antes de la llegada de los Reyes Católicos.
 
Entre 1462 y 1472, la ciudad de Valencia alcanzó un mayor desarrollo y superó por primera vez comercialmente a Barcelona. Fue una crisis pasajera motivada por razones demográficas y por epidemias, que no remitió definitivamente hasta el siglo XVII. Echarle la culpa a los Reyes Católicos carece de base.

Lo que los nacionalistas se cuidan en ocultar es que Fernando dio carpetazo a los conflictos que su padre, Juan II de Aragón, había mantenido con la ciudad de Barcelona por distintas cuestiones. Fernando fue visto como un amigo y un libertador de las tierras catalanas, al menos al principio del reinado. Durante su etapa como Conde de Barcelona –señala Jordi Canal en su reciente “Historia Mínima de Cataluña" (Editorial Turner, 2015)– «se dieron pasos definitivos para la recuperación económica de Cataluña tras la crisis iniciada con Juan II en el trono».

Fernando, no en vano, reformó las instituciones aragonesas: reforzando la representación del monarca en los reinos a través de la figura del virrey e introduciendo la moderna Inquisición a mitad de la década de 1480, lo cual levantó, como resulta evidente, enormes quejas en este territorio. Pero si hubiera que definir el reinado de Fernando y su relación con Barcelona, el punto a destacar sería su pragmatismo y su intención pactista.

Tal vez el intento de magnicidio del 7 de diciembre de 1492 sea el principal culpable de distorsionar la auténtica relación entre Cataluña y los Reyes Católicos. Así, cuando salía de la capilla de Santa Ágata de una audiencia de justicia, el Rey Católico fue acometido por un payés llamado Joan de Cañamares que le infirió una cuchillada en el hombro. «¡O, Santa María, y valme! ¡O, qué traición!», gritó Fernando el Católico al recibir una puñalada en la nuca, según el cronista Andrés Bernáldez.

Inmediatamente, los guardias reales saltaron sobre el agresor, Juan de Cañamares, y no lo mataron allí mismo porque el rey se lo impidió. Prefirió dejarlo en manos de la Inquisición, que lo condenó a muerte por intento de magnicidio. Nunca se hallaron razones políticas detrás del suceso, aunque a la mitología nacionalista no le hayan faltado ganas de insinuarlas.

Henry Kamen se propone en su nuevo libro despojar de mitos la figura del Rey aragonés. Maquiavélico, desconfiado, mujeriego incorregible y conspirador avezado. El carácter del Rey Fernando el Católico ha merecido a lo largo de la historia un saco de elogios y críticas, que, según el historiador Henry Kamen, solo se basan en mitos e imprecisiones.
 
«En realidad, sabemos muy poco sobre su vida, porque la documentación del periodo es malísima, especialmente en lo referido a la Corona Aragonesa», explica Kamen. No en vano, el primer archivo nacional surgió en el siglo XVI en Castilla y, por tanto, la documentación sobre los Reyes Católicos está monopolizada por la figura de Isabel la Católica. «Se le atribuyen a ella muchas cosas que son mérito exclusivo de él», apunta.

En su libro “Fernando el Católico: vida y mito de uno de los fundadores de la España moderna” (La Esfera de los Libros) el hispanista Henry Kamen se propone así unir las pocas piezas documentales disponibles con el objeto de trazar un retrato desprovisto de leyendas sobre Fernando. Antes que él, solo Jaume Vicens Vives logró una aproximación solvente a la figura del aragonés a través de una biografía fuertemente contestada por los nacionalistas. «Los que están fabricando la nueva ideología de Cataluña no saben nada de historia y copian las ideas de los nacionalistas del siglo XIX, que originalmente vieron al Monarca como una figura positiva pero luego le achacaron las culpas de la crisis demográfica que vivió Barcelona durante su reinado», señala el británico.

Pero no solo los catalanes han despreciado a Fernando el Católico. Tampoco los castellanos han mostrado nunca grandes simpatías por un hombre que en realidad solo hablaba castellano y, pese a nacer en la región de Zaragoza, contaba con raíces profundas en el reino vecino. «La nobleza castellana sentía aversión por Fernando, al que llamaban sin fundamentos, de forma despectiva, “el viejo catalán”. A lo mejor tiene que ver con su carácter o su actitud», analiza Kamen. De esta forma, a la muerte de su esposa, Isabel, en 1504, la nobleza castellana se decantó de forma mayoritaria por el extranjero Felipe el Hermoso y por Juana la Loca, mientras el viejo aragonés abandonaba el reino visiblemente ofendido.

La inesperada muerte de Felipe I cuando solo llevaba dos meses en el trono devolvió a Fernando el control de Castilla ante la incapacidad de su hija. «La preferencia de los nobles por  Felipe es mas bien por su hija Juana, lo cual se ve reflejado en que serán sus hijos quienes protagonizan la sucesión», sostiene el hispanista.

Siendo Rey de Aragón, Valencia, Sicilia, Nápoles y Navarra, conde de Barcelona y gobernador del Reino de Castilla, Fernando murió el 23 de enero de 1516 en Madrigalejo, intuyendo que iba a ser el último representante de la dinastía de los Trastámara y, por encima de todo, el primer Monarca en ceñir todas las coronas que constituyen la España de hoy.

«Fernando no fue el unificador de las Españas que reza el mito, pero sí es el iniciador de una gran aventura», asegura Kamen. En su opinión, España nació a través de matrimonios entre una misma familia y no a base de conquistas o reformas administrativas.
 
Los Reyes Católicos nunca fueron conscientes de la envergadura del Descubrimiento de América y su participación en el proyecto fue muy limitada. «El ideólogo del Descubrimiento es un loco, Cristóbal Colón,  que corre con la planificación y con los riesgos. Además, los descubrimientos más importantes se llevaron a cabo después de la muerte de los Reyes». En el momento en que murió Fernando, el dominio español se limitada a varias islas periféricas y en Europa apenas se conocían en ese momento datos sobre aquellas tierras.

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