Fernando “El Católico”,
tan odiado por la nobleza castellana
como por los nacionalistas catalanes
(Conclusión)
César Cervera
Castilla le ignora; Cataluña
le ataca
El otro de los problemas contemporáneos en torno a la figura de
Fernando es que la mitología nacionalista le ha convertido en el objetivo
habitual de sus ataques. Al principio, los autores catalanes, coincidiendo con el movimiento cultural de la “Renaixença”,
elogiaron al monarca que «reuniendo en una sola corona la de Aragón y la de
Castilla, había hecho grande a la de España», escribió en 1846 Antoni de Bofarull en su libro “Hazañas de los catalanes”. Sin
embargo, el surgimiento del nacionalismo catalán a finales del siglo XIX hizo
que la imagen de Fernando sufriera un vuelco.
A partir de entonces el nacionalismo le presentaría como el hombre que
había propiciado el declive de Cataluña en favor del dominio de Castilla. Estos autores, entre los
que se incluían el poeta romántico Ángel
Guimerá o el escritor nacionalista Enric Prat de la Riba, destacaban que el ascenso de los Reyes
Católicos había traído consigo el declive económico y demográfico de esta
región de la Corona de Aragón.
¿Cuánto hay de cierto en el
retrato de Fernando como destructor de las instituciones y del progreso de
Cataluña? A juicio de Kamen «no hay ninguna prueba ni evidencia histórica que
apoye o sostenga estas afirmaciones». Si bien durante el siglo XV tuvo lugar un
claro declive económico en la ciudad de Barcelona
–enclave comercial de la Corona de Aragón y sus territorios en el Mediterráneo–, éste se produjo antes
de la llegada de los Reyes Católicos.
Entre 1462 y 1472, la ciudad de Valencia alcanzó un mayor desarrollo y
superó por primera vez comercialmente a Barcelona. Fue una crisis pasajera
motivada por razones demográficas y por epidemias, que no remitió
definitivamente hasta el siglo XVII. Echarle la culpa a los Reyes Católicos
carece de base.
Lo que los nacionalistas se
cuidan en ocultar es que Fernando dio carpetazo a los conflictos que su padre, Juan II de Aragón, había mantenido con
la ciudad de Barcelona por distintas cuestiones. Fernando fue visto como un
amigo y un libertador de las tierras catalanas, al menos al principio del
reinado. Durante su etapa como Conde de Barcelona –señala Jordi Canal en su reciente “Historia Mínima de Cataluña" (Editorial Turner, 2015)– «se dieron pasos definitivos
para la recuperación económica de Cataluña tras la crisis iniciada con Juan II
en el trono».
Fernando, no en vano,
reformó las instituciones aragonesas: reforzando la representación del monarca
en los reinos a través de la figura del virrey e introduciendo la moderna
Inquisición a mitad de la década de 1480, lo cual levantó, como resulta
evidente, enormes quejas en este territorio. Pero si hubiera que definir el
reinado de Fernando y su relación con Barcelona, el punto a destacar sería su
pragmatismo y su intención pactista.
Tal vez el intento de
magnicidio del 7 de diciembre de 1492 sea el principal culpable de distorsionar
la auténtica relación entre Cataluña y los
Reyes Católicos. Así, cuando salía de la capilla de Santa Ágata de una audiencia de
justicia, el Rey Católico fue acometido por un payés llamado Joan de Cañamares que le infirió una
cuchillada en el hombro. «¡O, Santa María, y valme! ¡O, qué traición!», gritó Fernando el Católico al recibir
una puñalada en la nuca, según el cronista Andrés Bernáldez.
Inmediatamente, los guardias
reales saltaron sobre el agresor, Juan
de Cañamares, y no lo mataron allí mismo porque el rey se lo
impidió. Prefirió dejarlo en manos de la Inquisición, que lo condenó a muerte
por intento de magnicidio. Nunca se hallaron razones políticas detrás del
suceso, aunque a la mitología nacionalista no le hayan faltado ganas de
insinuarlas.
Henry Kamen se propone en su
nuevo libro despojar de mitos la figura del Rey aragonés. Maquiavélico, desconfiado, mujeriego incorregible y conspirador
avezado. El carácter del Rey Fernando
el Católico ha merecido a lo largo de la historia un saco de elogios y
críticas, que, según el historiador Henry Kamen, solo se basan en mitos e imprecisiones.
«En realidad, sabemos muy poco sobre su vida, porque la documentación del
periodo es malísima, especialmente en lo referido a la Corona Aragonesa», explica Kamen. No en vano, el primer archivo nacional
surgió en el siglo XVI en Castilla y, por tanto, la documentación sobre los Reyes Católicos está monopolizada
por la figura de Isabel la Católica.
«Se le atribuyen a ella muchas cosas que son mérito exclusivo de él», apunta.
En su libro “Fernando el
Católico: vida y mito de uno de los fundadores de la España moderna” (La Esfera
de los Libros) el hispanista Henry Kamen se propone así unir las pocas piezas documentales disponibles con el objeto de
trazar un retrato desprovisto de leyendas sobre Fernando. Antes que él, solo Jaume Vicens Vives logró una
aproximación solvente a la figura del aragonés a través de una biografía
fuertemente contestada por los nacionalistas. «Los que están fabricando la
nueva ideología de Cataluña no saben nada de historia y copian las ideas de los
nacionalistas del siglo XIX, que originalmente vieron al Monarca como una figura
positiva pero luego le achacaron las culpas de la crisis demográfica que vivió
Barcelona durante su reinado», señala el británico.
Pero no solo los
catalanes han despreciado a Fernando el Católico. Tampoco los castellanos han mostrado
nunca grandes simpatías por un hombre que en realidad solo hablaba castellano
y, pese a nacer en la región de
Zaragoza, contaba con raíces profundas en el reino vecino. «La nobleza
castellana sentía aversión por Fernando, al que llamaban sin fundamentos, de
forma despectiva, “el viejo catalán”. A lo mejor tiene que ver con su carácter
o su actitud», analiza Kamen. De esta forma, a la muerte de su esposa, Isabel,
en 1504, la nobleza castellana se decantó de forma mayoritaria por el
extranjero Felipe el Hermoso y
por Juana la Loca, mientras el
viejo aragonés abandonaba el reino visiblemente ofendido.
La inesperada muerte de
Felipe I cuando solo llevaba dos meses en el trono devolvió a Fernando el
control de Castilla ante la incapacidad de su hija. «La preferencia de los nobles por Felipe es mas bien por su hija Juana, lo cual se
ve reflejado en que serán sus hijos quienes protagonizan la sucesión», sostiene
el hispanista.
Siendo Rey de Aragón,
Valencia, Sicilia, Nápoles y Navarra, conde de Barcelona y gobernador del Reino
de Castilla, Fernando murió el 23 de enero de 1516 en Madrigalejo, intuyendo
que iba a ser el último representante de la dinastía de los Trastámara y, por encima de todo, el
primer Monarca en ceñir todas las coronas que constituyen la España de hoy.
«Fernando no fue el
unificador de las Españas que reza el mito, pero sí es el iniciador de una gran
aventura», asegura Kamen. En su opinión, España nació a través de matrimonios
entre una misma familia y no a base de conquistas o reformas administrativas.
Los Reyes Católicos nunca fueron conscientes de la envergadura del
Descubrimiento de América y su participación en el proyecto fue muy limitada.
«El ideólogo del Descubrimiento
es un loco, Cristóbal Colón,
que corre con la planificación y con los riesgos. Además, los descubrimientos
más importantes se llevaron a cabo después de la muerte de los Reyes». En el
momento en que murió Fernando, el dominio español se limitada a varias islas
periféricas y en Europa apenas se conocían en ese momento datos sobre aquellas
tierras.
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