Emilia de Córdova y Rubio
Marlene María Pérez Mateo
Emilia
de Córdova y Rubio fue la primera mecanógrafa cubana. Nació en 1853 en la finca de San José,
municipalidad de San Nicolás, La Habana.
Durante la tristemente célebre “Desmovilización de Weyler”, atendió con
sumo esmero a las víctimas de tal atrocidad
siendo bautizada como “sacerdotisa de la caridad'. Llegó incluso a dar
consuelo en el lugar conocido como “Foso de los laureles” a los condenados a
muerte durante la etapa colonial española en la capital cubana.
Ya casada participó con su esposo en
el Levantamiento de Ibarra de 1895
e inicia una estrecha colaboración con el General Máximo Gómez ubicando
el centro de operaciones en el Central azucarero “Narcisa”. Viéndose obligada a
la deportación, emigra a Cayo Hueso, Florida, Estados Unidos, lugar que por
entonces era asilo de muchos cubanos. Allí inaugura y administra una Casa de
Huéspedes, llegando hasta auspiciar partidos de béisbol entre sus inquilinos y
vecinos. Prestando en todo momento una gran colaboración con la Junta
revolucionaria cubana de New York.
Regresó a Cuba durante la Guerra
Hispano-cubana-norteamericana como parte de la Cruz Roja Americana. Su labor fue
tan relevante que mereció hasta las felicitaciones personales del entonces presidente norteamericano Teodoro Roosevelt,
manifestadas en una carta por tal motivo.
Una vez establecida la República cubana, Emilia se inscribió en la Academia Anexa al
Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana para estudiar Mecanografía y
taquigrafía; graduándose y recibiendo diploma. Ya con tal acreditación obtuvo
un empleo público como oficinista; convirtiéndose así en la primera mujer
cubana en desempeñar tal posición.
Emilia de Córdova murió el 13 de enero de 1920. Tres meses después sus compañeros de armas y el Ayuntamiento de La Habana nombraron y erigieron, un parque y una estatua (hasta hoy conservada) enfrente a la casa donde vivió y falleció, en La Víbora.
Quisiera finalizar estas breves líneas con las mismas palabras de Emilia de Córdova, aunque a un siglo de distancia, siguen diciendo mucho: "No estamos inactivas. Nuestra labor es otra. A pesar de tantos esfuerzos extraordinarios, de tanto progreso (...) aun no hemos llegado a la meta; mucho nos dista; pero en esta senda estamos y no desmayaremos, aunque lenta y penosa sea la marcha".
Marlene María Pérez Mateo,
Mayo 22, 2014
Emilia de Córdova murió el 13 de enero de 1920. Tres meses después sus compañeros de armas y el Ayuntamiento de La Habana nombraron y erigieron, un parque y una estatua (hasta hoy conservada) enfrente a la casa donde vivió y falleció, en La Víbora.
Quisiera finalizar estas breves líneas con las mismas palabras de Emilia de Córdova, aunque a un siglo de distancia, siguen diciendo mucho: "No estamos inactivas. Nuestra labor es otra. A pesar de tantos esfuerzos extraordinarios, de tanto progreso (...) aun no hemos llegado a la meta; mucho nos dista; pero en esta senda estamos y no desmayaremos, aunque lenta y penosa sea la marcha".
Marlene María Pérez Mateo,
Mayo 22, 2014
***Monumento erigido frente a la casa donde nació y vivió gran parte de su vida, sufragado por los veteranos mambises. El parque donde se encuentra lleva su nombre.
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