19 de agosto de 2014

El día a día en la Cuba de la revolución castrista


El negocio de la cola

14YMEDIO, Reproducido por CubaNet

Desde las 10 de la noche del jueves Anabel marcó en la cola de la Consultoría Jurídica Internacional en la calle 22 y primera en el municipio Playa. Ya lo había intentado al amanecer del mismo día, cuando creyó que si llegaba a las 5 de la mañana podría tener un buen turno. Pero se equivocaba, solo atendieron 40 casos y ella ocupaba más o menos el puesto 80 en la fila.

Anabel viene a legalizar sus antecedentes penales porque pretende obtener una visa de la República Argentina, y ese es un trámite obligatorio para todo aquel ciudadano cubano que no esté respaldado en su viaje por una institución oficial. Esta vez, al llegar a la oscura esquina solo encontró a los coleros profesionales. Un grupo de 4 o 5 individuos que se dedican a vender, por 10 pesos convertibles, los primeros 15 turnos de la cola. Cada uno “marca” para tres personas y tienen una enorme experiencia psicológica para determinar a quiénes ofrecen sus servicios. Solo a las 2 de la madrugada empezaron a llegar los clientes normales. Algunos que como Anabel se habían frustrado en ocasiones anteriores.

La gente acude a la Consultoría Jurídica Internacional por múltiples propósitos. Legalizar para su uso en el extranjero títulos universitarios o certificaciones de notas, matrimonios, divorcios y, sobre todo, cubanos que residen en el exterior y necesitan actualizar sus pasaportes. Aquí se entregaba el permiso de salida del país a cambio de una carta de invitación, pero este requisito ha desaparecido a partir de la entrada en vigor de la actual ley migratoria, en enero de 2013.

A las 7 y 30 de la mañana, más o menos una hora antes de que se abran oficialmente las oficinas, el público empieza a darle cuerpo a la cola. Es un momento crucial, donde, ya con algo de luz del día, la gente se pone físicamente uno detrás de otro. Los que llegaron a las 2 de la mañana y creyeron que apenas tendrían delante a 5 o 6 personas, descubren que están en realidad en la posición 18. Se dan cuenta que ahora aquel señor que llegó en un auto Peugeot a las 6 de la mañana y que nunca preguntó quién era el último, ocupa uno de los primeros puestos. Se escuchan las primeras protestas, pero son débiles porque se enfrentan a una práctica aceptada durante décadas.

A las 8:30, dándose toda la importancia que cree merecer, sale la empleada que explica que en el día de hoy solo cuentan con dos especialistas en el centro y que solo llamarán a 40 personas. En esos instantes la cola parece haber recibido un corrientazo y se pone tensa como un organismo vivo. La funcionaria, que se ha parapetado firmemente en la puerta para recoger los carnés de identidad de los que logran pasar, mira fijamente a los ojos de Anabel antes de espetarle en tono desagradable: “Hasta aquí llegan los turnos para antecedentes penales”. Y solo entonces Anabel se percata de que la empleada tiene en sus manos más documentos de identificación que gente en la cola. Tiene el impulso de protestar, porque es la única que se ha dado cuenta, pero opta por el silencio porque en fin de cuentas va a pasar y será atendida.

Hacen subir al grupo a una oficina en el segundo piso, en un caluroso local desde donde no es posible controlar el paso a los cubículos donde trabajan las especialistas. Ella lleva en su bolso los 65 pesos convertibles y los sellos por valor de 25 pesos moneda nacional que le costará el trámite; los que van a legalizar títulos tendrán que pagar 200 CUC y 250 CUC para la certificación de notas. Otros encargos menores cuestan entre 15 y 20 pesos convertibles. Toda una industria de sacar dinero.

A las 3 de la tarde solo han llamado a 5 personas de la cola que esperaban en el local, pero el desfile hacia los cubículos de las especialistas ha sido continuo. Entonces aparece un espontáneo que exige ver a la directora porque le parece una incalificable falta de respeto la excesiva demora para una diligencia que sale tan cara y el innegable trapicheo de influencias con que funciona todo. Llega la directora, amable y positiva, hace como que regaña a la empleada que controla el asunto y promete a los clientes que todos saldrán complacidos. Efectivamente, como por arte de magia, en los últimos 45 minutos se resuelven todos los casos. Cada uno regresa a lo suyo y mañana será otro día.

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