El negocio de la cola
14YMEDIO, Reproducido por CubaNet
Desde
las 10 de la noche del jueves Anabel marcó en la cola de la Consultoría
Jurídica Internacional en la calle 22 y primera en el municipio Playa. Ya lo
había intentado al amanecer del mismo día, cuando creyó que si llegaba a las 5
de la mañana podría tener un buen turno. Pero se equivocaba, solo atendieron 40
casos y ella ocupaba más o menos el puesto 80 en la fila.
Anabel
viene a legalizar sus antecedentes penales porque pretende obtener una visa de
la República Argentina, y ese es un trámite obligatorio para todo aquel
ciudadano cubano que no esté respaldado en su viaje por una institución
oficial. Esta vez, al llegar a la oscura esquina solo encontró a los coleros
profesionales. Un grupo de 4 o 5 individuos que se dedican a vender, por 10
pesos convertibles, los primeros 15 turnos de la cola. Cada uno “marca” para
tres personas y tienen una enorme experiencia psicológica para determinar a
quiénes ofrecen sus servicios. Solo a las 2 de la madrugada empezaron a llegar
los clientes normales. Algunos que como Anabel se habían frustrado en ocasiones
anteriores.
La
gente acude a la Consultoría Jurídica Internacional por múltiples propósitos.
Legalizar para su uso en el extranjero títulos universitarios o certificaciones
de notas, matrimonios, divorcios y, sobre todo, cubanos que residen en el
exterior y necesitan actualizar sus pasaportes. Aquí se entregaba el permiso de
salida del país a cambio de una carta de invitación, pero este requisito ha
desaparecido a partir de la entrada en vigor de la actual ley migratoria, en
enero de 2013.
A las 7
y 30 de la mañana, más o menos una hora antes de que se abran oficialmente las
oficinas, el público empieza a darle cuerpo a la cola. Es un momento crucial,
donde, ya con algo de luz del día, la gente se pone físicamente uno detrás de
otro. Los que llegaron a las 2 de la mañana y creyeron que apenas tendrían
delante a 5 o 6 personas, descubren que están en realidad en la posición 18. Se
dan cuenta que ahora aquel señor que llegó en un auto Peugeot a las 6 de la
mañana y que nunca preguntó quién era el último, ocupa uno de los primeros
puestos. Se escuchan las primeras protestas, pero son débiles porque se
enfrentan a una práctica aceptada durante décadas.
A las
8:30, dándose toda la importancia que cree merecer, sale la empleada que
explica que en el día de hoy solo cuentan con dos especialistas en el centro y
que solo llamarán a 40 personas. En esos instantes la cola parece haber
recibido un corrientazo y se pone tensa como un organismo vivo. La funcionaria,
que se ha parapetado firmemente en la puerta para recoger los carnés de
identidad de los que logran pasar, mira fijamente a los ojos de Anabel antes de
espetarle en tono desagradable: “Hasta aquí llegan los turnos para antecedentes
penales”. Y solo entonces Anabel se percata de que la empleada tiene en sus
manos más documentos de identificación que gente en la cola. Tiene el impulso
de protestar, porque es la única que se ha dado cuenta, pero opta por el
silencio porque en fin de cuentas va a pasar y será atendida.
Hacen
subir al grupo a una oficina en el segundo piso, en un caluroso local desde
donde no es posible controlar el paso a los cubículos donde trabajan las
especialistas. Ella lleva en su bolso los 65 pesos convertibles y los sellos
por valor de 25 pesos moneda nacional que le costará el trámite; los que van a
legalizar títulos tendrán que pagar 200 CUC y 250 CUC para la certificación de
notas. Otros encargos menores cuestan entre 15 y 20 pesos convertibles. Toda
una industria de sacar dinero.
A las 3
de la tarde solo han llamado a 5 personas de la cola que esperaban en el local,
pero el desfile hacia los cubículos de las especialistas ha sido continuo.
Entonces aparece un espontáneo que exige ver a la directora porque le parece
una incalificable falta de respeto la excesiva demora para una diligencia que
sale tan cara y el innegable trapicheo de influencias con que funciona todo. Llega
la directora, amable y positiva, hace como que regaña a la empleada que
controla el asunto y promete a los clientes que todos saldrán complacidos.
Efectivamente, como por arte de magia, en los últimos 45 minutos se resuelven
todos los casos. Cada uno regresa a lo suyo y mañana será otro día.
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