His name is Zorro
Por Marlene María Pérez Mateo
“El sol tiene manchas. El sol
alumbra
con la misma luz que quema.
Los desagradecidos hablan de las sombras
y los agradecidos de la luz”
José Julián Martí y
Pérez,
“Los tres héroes”, La Edad de Oro
El concepto de “Super héroe” o “Super hero” en sus
inicios tuvo a su vera a varios personajes de ficción con capacidades físicas
mas allá de lo humano, encarnando valores positivos tales como la defensa y
protección de los débiles, la valentía, el coraje, el honor, como máximo
objetivo y razón de existir. Para lograrlo eran capaces de volar a la velocidad
del sonido o la luz, luchar a brazo partido contra bestias descomunales,
recobrarse súbitamente de heridas de combate e incluso la bilocación. Sin dudas
los mega poderes fascinaban y fascinan mucho; su propósito y razón de ser eran
nobles y loables. Cierto es que tal panorama ha variado últimamente, no
exactamente hacia lo positivo.
Me decido
ahora por el inicio, por la génesis de dichos personajes y sus hazañas.
Salgari, Dumas (padre e hijo), Verne y otros dieron vida siglos atrás a los
héroes de aventuras de capa y espada, quienes comparados con sus cercanos
parientes, los “superhero” quedaron un poco atrás en el ámbito de las destrezas
descomunales, por ejemplo, no así en su razón de ser. Obviamente los ambientes
eran mas reales y muchas veces mas apegados a relatos creíbles incluso con
datos de cierta aproximación histórica. Llevados mucho mas atrás, en alas del
tiempo, están los abuelos de tan osados protagonistas, ni mas ni menos: los
caballeros andantes. Quijote, Tirante Blanco, el Amadis de Gaula; hombres al servicio
de la ley, de sus damas y de inconmensurables ideales. De todos ellos “abuelos,
hijos y nietos de larga data heroica” hay mucho por decir.
Andando el
tiempo hacia 1920, un escritor, Johnston Mc Culey, dio vida a su personaje “El
Zorro” ambientando el entorno de su creación en
la vieja California a finales del siglo XIX. Los libros, las historietas
y su protagonista pasaron al cine (mas
de una vez), seriados televisivos, dibujos animados y mas. En el celuloide le
han dado vida Errol Flynn, Alain Delon, Antonio Banderas con su clásico traje
negro, aunque también de blanco y hasta con versión femenina: “La Zorra”. Clásicamente
se nos narra que Don Diego, hacendado del oeste californiano, libra a sus
coterráneos del déspota Capitán García, espada en mano y con su oscura
indumentaria para ocultar su identidad. Mas, ¿quién era en realidad “El Zorro”,
si es que en realidad existió? Ciertamente el mito creció y ha crecido fuera de los límites de su origen. Lo enigmático e
inverosímil es quien aparece al tirar el velo de la estela legendaria es tan o
mas fascinante que la ficción a la que dio origen. Al verdadero “Zorro”, a su
real obra y hazaña van dedicadas estas líneas: a William (Guillermo) Lamport.
En 1626 es
acusado junto con su padre como conspiradores en contra del rey de
Inglaterra y se ve obligado a huir de
una sentencia de muerte segura. Ello lo hace auxiliado por piratas con los que
viaja por gran parte de Europa, asistido por sus conocimientos de navegación.
Todo parece indicar que su posición de liderazgo entre aquellos ladrones de los
mares le libró de la muerte mas de una vez.
En lo
adelante se empeñó en terminar sus estudios y bajo los auspicios del marqués de Mancera logra ingresar al Colegio Jesuita de Compostela, de allí al Colegio
de los Irlandeses de Salamanca y por último
a los Estudios Reales de San Lorenzo del Escorial. Comienza así su vida en el
mundo hispano parlante. De sus maestros jesuitas aprende la perseverancia y el
espíritu de lucha. Tiene entre sus profesores a Juan Eusebio Niereemberg y
Francisco Antonio Camassa. De ellos y otros intelectuales de la época se
instruye en táctica de guerra, “magia blanca', alquimia, secretos de la
naturaleza, espionaje, ingeniería militar y cábala. Toma parte en el batallón
irlandés en la Guerra de los treinta años. Se dice tuvo por entonces una hija,
no siendo la paternidad en su caso virtud alguna.
Mas su
imparable vida bohemia lo hacen protagonista de un sonado escándalo amoroso,
ello le obliga a huir al Nuevo Mundo siendo su destino México bajo los
auspicios de Felipe IV, el Rey de España que a la sazón le encarga ser sus ojos
de manera silente ante el virrey a cargo. Conoce al Obispo Juan de Palafox y
Mendoza, figura prominente de la época. A la vez es testigo de los desmanes
contra los indígenas mexicanos y la mala
administración en el virreinato de Diego López y Cabrera de Bobadilla. Se
interesa por los rituales de los nativos y consulta a los conocedores de tales
creencias.
Llegó
Lamport a pensar hacia 1642 en la independencia del continente americano como
única salida de las jóvenes naciones y escribe para entonces la primera
proclamación hasta ahora redactada en estas tierras. Ello pretendía ser la guía
en la gestación de un movimiento libertario. Un español, Felipe Méndez Ortiz,
le delató y con ello se le condenó a
prisión por diez años, de donde escapa de manera habilidosa y casi increíble.
Pasa a
vivir de manera oculta con los grupos indígenas. Allí funda una organización
clandestina y fraternal bajo los títulos: “Los hermanos de la hoja“ y “Los
charros contrabandistas de la rama”. Se dedicaban al tráfico ilegal de tabaco
en el área de Veracruz (hojas) y de vinos en California (rama); además de
especias, olivas y mirra. Su operaciones mercantiles abarcaron Tlaxcala,
Puebla, es decir casi la totalidad del territorio virreinal. Para lograr el
éxito de esta economía informal usaban un código secreto de comunicación,
seudónimos y ropas y antifaces negros,
para lograr evitar la identificación y contraponerse a la Inquisición, quienes
vestían clásicamente de blanco. Marcaban a sus adversarios con la letra Z
derivada de la palabra hebrea Ziza, cuyo significado es resplandor. Bajo
bambalinas dedicaba la organización un porciento de sus ganancias al
sostenimiento de huérfanos, viudas y mujeres pobres. Otra parte de las
ganancias se acumulaba con el fin de llevar a cabo el proyecto independentista de
1642, concebido por su líder, a quien por su sagacidad, ingenio e inteligencia
se le empezó a conocer con el apelativo de “El Zorro” . Los indios también
tuvieron como punto de comparación para tal nombre el pelo rojizo del irlandés.
Vuelve el amor a tocar a la puerta de Lamport. Esta vez la agraciada fue
la esposa del Virrey López Diez de Aux de Armendiz, Doña Antonia Turcio. Siendo
apresado por segunda vez logrando escapar dos meses después y nuevamente
apresado por una delación de un subalterno lleno de envidia ante el éxito del
por entonces conocido como Rey de las Américas, Emperador de los Mexicanos.
En
presidio es torturado sin lograr de el la menor de las confesiones. En espera
de un juicio que sabía de antemano no justo, escribe un libro en tela usando
como tinta el jugo de limones y naranjas. Logró poco a poco sacar a la luz con
la ayuda de su compañero de cárcel el mexicano Diego Pinto. Usó en su obra la
prosa y el verso y lo tituló “Todo lo que había aprendido alguna vez”. Se le
comienza a conocer entonces con el apodo de “El loco de Lampert”. Siete años
después es condenado a morir en la hoguera. Siendo casi cumplida la sentencia
el 19 de noviembre de 1659, ya que se inmola ante las llamas.
La
fraternidad no muere con su creador sino que le sobrevive llegando a extenderse
durante todo el periodo colonial. A ella se unen personajes como Antonio Lopez de Santillanna, El “Coyote' de Sonora”
y “Astucia' de Guanajuato. El ultimo Zorro fue el criollo Diego de la Vega y
Gaxiota, nacido en Sinaloa en 1794. Hijo de Alejandro de la Vega y la mestiza
Maria de la Luz Gaxiola. En 1829 con la expulsión de los españoles se abandona
la vestimenta negra. Se presume que Don Diego murió anciano peleando en la
Batalla de Sacramento (Chihuahua) peleando contra el ejército norteamericano.
Oficialmente la organización muere con su último líder en 1867.
A finales
del siglo XIX Vicente Riva Palacios escribe el libro “Memorias de un impostor,
la aventura de Guillem Lombardo, rey de Mexico”. Mccullen retomó años después la idea uniendo
características y rasgos de distintos personas. Entre ellos Joaquín Murrieta “El
patrio”, quien operó en la zona años después, Tiburcio Vazquez, el Indio
Jerónimo y de la novela inglesa La Pimpinela Escarlata.
William
Lamport, el verdadero Zorro, fue un aventurero, un intrépido, un hombre culto,
un irreflexivo, un soñador, un utópico, un trotamundos y mucho mas. Mas lo
cierto es que cien años antes de la Revolución francesa, escribió la primera
declaración de independencia de una nación de la que se tienen noticias, unió a
ella estatutos tales como la Reforma agraria equitativa, la igualdad de
oportunidades, la igualdad racial y las leyes para un sistema electoral
democrático. Los archivos de documentos hechos con su puño y letra que están
actualmente en el Archivo Nacional de la
Inquisición en México, Palacio de Lecumberri, así lo prueban.
Hace unos
años tuve la idea, felizmente pospuesta para bien de escribir algo, no sabía
entonces bien que sobre el Zorro. Estaba en aquel momento mi mente mas
inclinada hacia la parte intrépida y de ficción del personaje. Por diversas
circunstancias que ahora valoro de buenas puse el proyecto casi insipiente a un
lado y, con tino, esperé. Hace unos meses por un accidente o por sorpresa, la
idea pospuesta comenzó a tomar forma y
a crecer de a poco con el auspicio de fuentes veraces y creíbles de
información. Puede entonces decirse que “His name is Zorro” ha sido algo así
como un buen vino, guardado en barriles, puesto a buen recaudo, cuidado con
esmero y retomado al tiempo justo. Que pudiera quedar sobre William Lamport,
probablemente mucho y por tanto bueno. Un día
alguien dijo que una utopía era algo así como una verdad adelantada. Creo ello verídico y en este caso mas que
justo. Ojala entendamos a este soñador.
Marlene María Pérez Mateo
Febrero-marzo 20, 2013
Sugerencia en Youtube el Video William Lamport por
el canal Smithsonian:
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