Alejandro Rodríguez Rodríguez
Primero me enseñó la espalda: ¡mira como la tengo, mira! La tenía roja, maltratada como si se hubiera rascado con un cepillo de alambres. Dice que fueron las langostas, que tuvo que escondérselas allí para evitar que se las quitaran los policías hijoeputas del punto de control de la carretera.
Luego quitó la cara de autolástima y en su habitual estado de delirio me contó la más reciente revelación que le hiciera el Sefer Yetzirá: tenemos que irnos pa’l carajo de aquí lo más pronto posible porque “se acerca el final”.
Un potente terremoto se tragará grandes masas de tierra en el oriente cubano y hará que la ciudad de Camagüey tenga costa en el mar Caribe. Después iba a ser cuestión de horas el colapso del gobierno en Cuba.
Eso fue en el 2012; profecía de cataclismo y consecuente olor a playa en el patio de mi casa para finales del 2014.
No sé por qué lo recuerdo ahora, casi acabándose el 2016. Quizás porque ahora faltan dos años para que sea el final del 2018, año en que, según la última y más extendida profecía nacional, deberá cambiar algo en Cuba, mediante el cambio de la persona que manda en el destino de las otras por la persona que simbolizará el mandato del uno sobre los otros.
Y mucha gente ha puesto en ello su fe, como si la gasificación de una cosa sólida significara que desapareció, o aun algo más además de que ya no estará al alcance de nuestros sentidos elementales.
Si ahora mismo hubiera olor a playa en el patio de mi casa podría pensar que necesitamos confiar más en las bolas de cristal, pero la playa sigue allá en la casa del carajo… para suerte de millones de orientales que no tuvieron que disputarse el oxígeno trepándose a la cabeza del Martí del Pico Turquino; pero igual para desgracia de quienes han vivido las últimas décadas en Cuba esperando que poderes sobrenaturales o calamidades naturales hagan lo que no hace la gente.
En su delirio profético los entusiastas de la paciencia tienen ahora mismo la mente puesta en el año 2018, porque en 2018 “se va Raúl” (o dice que se va), y como él se va, pues ya, lloverá jamón en la ciudad, las guaguas se desoxidarán solas, ETECSA se volverá bonita al quedar libre del hechizo de la bruja, y los diputados de la Asamblea Nacional aprenderán a pedir la palabra para decir “yo me opongo”, o bien a gritar “ni cojone” en caso que se la nieguen.
Pero el delirio es delirio y como tal hace puentes en la realidad. La realidad, si contamos bien, dice que antes de celebrar la llegada del 2018 tendremos que sobrevivir 365 días en 2017.
Aguantar el paso de los años, así, con tranquilidad esquimal, es fácil para los cubanos por tanta experiencia acumulada, pero el 2017 en particular puede ser un año diferente.
Y corriendo el riesgo de pasar por profeta estafador voy a pronosticar un año de muchas dudas. Yo, por ejemplo, sé que no voy a parar de preguntarme cosas como estas:
¿Quedará un dueño de restaurant fuera de la cárcel para relatar su experiencia a los medios alternativos, …o sea, uno que no sea hijo o sobrino preferido de alguna estatua parlante con estrellitas en el hombro?
¿Quedarán medios alternativos para contar la experiencia del dueño del paladar?
¿En qué mes empezará la bola de que ahora sí se acaba la doble moneda, y la gente a cambiar compulsivamente sus CUP en CUC y luego sus CUC en USD y luego de USD otra vez a CUP?
¿En qué mes Granma publicará la nota oficial en que el gobierno dice que lo siente mucho, pero que todavía no es posible eliminar la dualidad monetaria, porque Murillo dice que es un tema complejo, y que se esté tranquilo to’l mundo ya?
¿Llegará el tomate a costar 50 pesos por libra? ¿La malanga llegará a los 20? ¿Cuál será el destino del huevo?
¿Se extinguirán los últimos cerdos luego de que el Estado, en pujanza sin igual, nos venda toda la carne a precios asequibles?
¿Crecerá la lista de opinioneros silenciados, bien a fuerza de amenazas segurosas, o por la más potente fuerza de una suculenta conexión a Internet en casa, gratis, 24/7?
¿Morirá alguien en la Potencia Médica a causa de un simple grano en la nalga, que se infestó y le pudrió la vida completa por falta de gentamicina en crema…?
¿Va a ser culpa de Donald Trump que no aparezca gentamicina en crema?
¿Cambiará la correlación de 1 bombillo encendido por cada 4 apagados en el alumbrado público de la ciudad nocturna, y si es así, a favor de quién, de mí o del camión que me va aplastar la cabeza contra el pavimento cualquier día de estos?
Lo que sí parece estar claro es que será un año interesante, cargado de intención y esfuerzos que derivarán, sobre todo, en emociones como la risa y el encabronamiento. No hace falta estudiar el Sefer Yetzirá para suponerlo.
De su blog alejo3399
No hay comentarios:
Publicar un comentario