La Santa Compaña
En
la Galicia rural de hace años, en las noches de otoño la familia pasaba más
horas reunida en torno a la lareira o estufa. Y como no había ni televisión, ni
radio, ni revistas, era el momento de disfrutar de la tradición oral. De esa
manera los abuelos y las abuelas comenzaban a contar al resto de la familia sus
recuerdos, sus experiencias y lo que les habían contado a ellos sus
antepasados. Y entre esas historias estaba siempre presente, de una u otra
manera, la Santa Compaña.
Es
una comitiva de almas en pena que vaga por las zonas boscosas de Galicia. En
las noches particularmente brumosas de noviembre, en que los bosques se cubren
de niebla, es cuando su presencia, como una comitiva de luces titilantes, se
hace patente.
Y
aunque es invisible para los vivos, su presencia se siente por el olor a cera,
un ligero viento y el temor que manifiestan los animales domésticos de la casa.
Aunque también hay personas con dones especiales que pueden verla: son
fundamentalmente los niños que por un error del cura, al ser bautizados,
recibieron el óleo de difuntos.
Su
presencia no sólo se limita a Galicia. En Asturias se conoce con el nombre de
La Güestia. En León existe la hueste de ánimas mientras que en Zamora es la
estadea, una mujer que vaga por los caminos y cementerios.
La
popularidad de la Santa Compaña y su identificación con Galicia es tal que
muchos creadores de diversas ramas artísticas dedicaron sus temas a esta
fantasmal aparición. La película “El liguero mágico” (1980) de Mariano
Ozores cuenta, con su particular visión, la leyenda de la Santa Compaña. Pero
quizás sea “El bosque animado” (1987) de José Luis Cuerda, la película que recoge la
mejor escena de la Santa Compaña.
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