12 de mayo de 2015

Hollande ¿Todo por una foto?

¿Todo por esta foto?
Hollande ante Castro: de la denuncia a la fascinación

Luis Rivas, París

¡Fidel Castro nos recibe! La delegación de la presidencia francesa sentía que le había tocado el premio gordo. François Hollande, sus voceros y su séquito no habían parado de machacar desde hacía días con el mensaje de que esta era la primera visita de un jefe de Estado occidental a Cuba, desde el anuncio de deshielo entre Estados Unidos y la isla después de que Obama y Raúl Castro enterrasen la guerra Fría.  

“Un viaje histórico”, repetían con poca originalidad en La Habana y en París. Hollande ha desenfundado más rápido que su homólogo norteamericano. El orgullo del gallo francés, tocado por la crisis interna y la pérdida de mercados en el exterior,  se desgañitaba con un cocoricó que llegaba a rozar el patetismo.

Hollande se llevaba en su avión a varios ministros y unas decenas de empresarios deseosos de participar en “en uno de los últimos mercados casi vírgenes del planeta”. Mientras, París insistía: el viaje estaba preparado desde hace más de un año y nada tiene que ver con la iniciativa de Obama.   Laurent Fabius estuvo en Cuba hace poco más de un año, pero no se habló del viaje presidencial hasta hace pocas semanas.¿Todo por esta foto? Hollande ante Castro: de la denuncia a la fascinación

Hollande, viajante de comercio

Hollande, convertido ahora en viajante de comercio para su país, había acordado con La Habana una visita que cerraba la serie de desplazamientos que realizaron sus colaboradores durante los últimos meses. El secretario de Comercio, Mathias Feckl, ya pisó la isla acompañado de otro grupo de empresarios en marzo. Su viaje se sumó al paso por la capital cubana de representantes oficiales franceses de todos los ámbitos, incluido el cultural.

El canciller cubano, Bruno Rodríguez, inició en París su gira europea, tras la “Cumbra de las Américas” de Panamá. El régimen cubano sabía ya que la jugada de Barack Obama no sólo ponía fin a lo que quedaba de la (crítica) “posición común” hacia Cuba, inspirada por José María Aznar en 1996, sino que le concedía una Golden Visa para Schengen. La batalla de los principios morales y de los derechos humanos  pasaba del primer capítulo a la letra pequeña de los futuros acuerdos con la Unión Europea.

De la denuncia a la fascinación

Corría el año 2003 cuando Hollande escribió en Le Nouvel Observateur un artículo titulado "La hermosa Revolución se ha vuelto una pesadillaDecir la verdad", en el que criticaba “el poder personal y familiar, la censura, la falta de elecciones libres, la represión y el encarcelamiento de dirigentes, los campos de trabajo, la pena de muerte…”.

En ese mismo año y en la misma revista, Laurent Fabius manifestaba: “Fidel Castro, que reclama un nuevo reconocimiento por parte de la comunidad internacional, es, sencillamente, un dictador. (…) Las dictaduras no son de izquierdas o de derechas, son infames”.

Pero las hemerotecas no sirven para frenar el juego político y las necesidades económicas. La realpolitik o, mejor, la realeconomy dicta ahora la gestión de la política exterior de un mundo en crisis. Solo las oenegés  reprochan a los Gobiernos democráticos negociar con dictaduras. Como diría el expresidente Miterrand, si no se pudiera hacer negocios con las dictaduras, nos quedaríamos solos. Hollande, vendedor en jefe de productos franceses, venía además de Qatar y Arabia Saudí, circunstancia aprovechada por los partidarios de silenciar en las jornadas habaneras el capítulo que cabrea.

Quizá no se pueda reprochar lo que se silencia, pero Hollande no estaba obligado a caer en los clichés del agit-prop castrista sobre la Educación y la Salud en Cuba. No se refirió ni una vez en público a la disidencia interna ni al respeto a los derechos humanos. Su discurso ante los estudiantes “elegidos” en la universidad fue soporífico, en la mejor línea de las visitas de los antiguos “compañeros del campo socialista”. Hizo incluso un elogio de los médicos cubanos desplazados en África o Haití, obviando cómo el régimen los utiliza como mercancía y les paga una miseria.

Premio al buen comportamiento

Hollande viajó a Cuba con un capricho que se elevaba por encima de todo: hacerse una foto con el mayor de los Castro. Fidel, no obstante, esperó a comprobar cómo se comportaba el presidente de Francia para concederle el honor del encuentro. Y como Hollande se portó bien y obvió que representa a la “patria de los derechos humanos”, al final tuvo su premio.

El suspense duró horas. Jacques Audibert, consejero diplomático de Hollande, recibió la esperada llamada que iluminó el rostro del presidente de la República francesa. Los flashes y el breaking news de los medios nacionales anunciaban el acontecimiento a miles de kilómetros: “¡Hollande ha sido recibido por Fidel!”. Minutos después y algunas fotos más tarde, el jefe del Estado francés se emocionada al decir que había visitado “a un hombre que ha hecho historia”.

“Le he encontrado muy informado y muy alerta. Dice que se informa a través de internet”, manifestó Hollande, a quien ningún asesor advirtió de que los cubanos no tienen posibilidades de utilizar libremente las redes sociales.  

Si hay algo del castrismo que ha funcionado hasta ahora es la propaganda, un hecho que en Francia ha quedado reflejado estos días en los platós de televisión, en los estudios de las radios y, con excepciones, en la prensa escrita. Periodistas con pocos conocimientos sobre Cuba entrevistaban a supuestos especialistas que repetían sin rubor los clichés sobre “el antiguo prostíbulo de los norteamericanos”, los “avances de la sanidad” o el “altísimo presupuesto de educación” en la isla. Exiliados y disidentes cubanos en París, como la escritora Zoe Valdés o el profesor Jacobo Machover, disentían tanto con datos como con argumentos, tan alejados del discurso propagandístico, que dejaban boquiabiertos a sus poco documentados interlocutores. Pero ya daba igual. Hollande tenía su foto con Fidel y se citaba con Raúl para la próxima  “cumbre latinoamericana” con la Unión Europea.

La onda de choque del 'caso Padilla'

Francia fue uno de los países europeos donde la Revolución cubana encontró un eco intelectual más positivo. Las figuras de la época, los Sartre, Beauvoir, Françoise Sagan… por hablar de los visitantes más publicitados, acudían a la isla a comprobar in situ, en viajes organizados por el régimen, los avances del proceso iniciado en enero del 59. Pocos eran los periodistas franceses que en la época se atrevían a mostrarse críticos o escépticos con la marcha de la Revolución. Hay que decir, para poder comprender el momento, que la fuerza e influencia del Partido Comunista Francés era todavía considerable.

El 'caso Padilla' (por el escritor Heberto Padilla) tuvo su onda de choque en París, y fue el inicio de la desafección de algunos intelectuales hacia el joven régimen. La capital francesa es tanto una tierra de acogida de disidentes cubanos como de simpatizantes locales del castrismo. Ejemplo de esto último fue el apoyo incondicional de Danielle Mitterrand al régimen de La Habana. La esposa del expresidente visitó la isla con su marido en 1970, cuando este era primer secretario del Partido Socialista. Veinticinco años después, la primera dama invitó al Elíseo –y besó en público– a Fidel Castro, a pocos días del fin del mandato del líder socialista.

¿Y España?

A partir de ahora se verá si las empresas francesas reciben trato de favor en Cuba o si, simplemente, servirán para que los pretendientes comerciales extranjeros jueguen a la competencia política. La prensa francesa ha hablado de oportunidades para sus empresas, sin mencionar en un solo momento a sus rivales españoles. Como si los únicos competidores en la isla fueran los norteamericanos.

La nueva política de Obama hacia Cuba ha dejado descolocados a los críticos en Europa con el régimen de La Habana. Ahora que se ha levantado la veda, todos responsabilizan a Aznar de la Posición Común e intentan evadirse con un pueril “yo no fui”.  Cuba se lo está haciendo pagar también al Gobierno de Mariano Rajoy, mientras el ministro de Exteriores Margallo sigue esperando un encuentro con Raúl Castro. La Habana siempre ha mantenido una política de cal y arena con Madrid. Y las crisis siempre se han superado hasta la llegada de la siguiente. Pero con el régimen cubano legitimado por el “eterno enemigo” y por la Unión Europea, la diplomacia española lo tiene difícil si quiere mantener la línea aznarista.

La Unión Europea, a través de la jefa de su diplomacia, Federica Mogherini, prepara el nuevo marco de relaciones con La Habana. Obama se refirió abundantemente al respeto de los derechos humanos durante el mensaje simultáneo con Raúl Castro. Mogherini insiste en que Europa también lo hará. Mientras, el régimen castrista admite la mención sobre el papel y habla de “diferencias de puntos de vista”. Cabe preguntarse si Madrid recibiría la misma respuesta.

En Cuba -y en el exilio- todos son conscientes de que mencionar el respeto a los derechos humanos no resuelve el problema, pero es, al menos, una señal de reconocimiento para los que luchan cada día en la isla por tener los mismos derechos que los ciudadanos franceses o españoles. Sin sufrir palizas o prisión por ello.

Reproducido de El Confidencial, Madrid.

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