El raulismo sigue
la letra pequeña del fidelismo
14YMEDIO, La Habana
En las últimas semanas varias
noticias alarmantes para la economía cubana han ocupado las primeras planas de
los diarios. La actitud del Gobierno de monopolizar las ayudas a los damnificados por el huracán Matthewy
la paralización de la entrega de licencias para restaurantes privados hacen
temer que el país haya emprendido el camino de la "contrarreforma",
acompañado de un aumento en la agresividad de la retórica política.
Las primeras señales de esa
vuelta atrás se hicieron sentir en los Lineamientos de la Política Económica y Social del
Partido y la Revolución actualizados durante el VII Congreso
del Partido Comunista el pasado abril. En esas líneas directrices no solo se
mantuvo la negativa a aceptar "la concentración de la propiedad" para
las formas no estatales de producción, sino que se añadió que tampoco será
tolerada la concentración de la riqueza.
Para quienes aguardaban porque la
cita partidista derivara en mayores flexibilidades para el emprendimiento
nacional, este afianzamiento de la línea más ortodoxa aumentó su frustración.
"El Gobierno de Raúl Castro
parece estar más dispuesto a perder las sumas derivadas de los impuestos a los
emprendedores que a permitir que existan empresarios con resultados
positivos", lamenta un economista de la Universidad de La Habana, que
solicita el anonimato. "Aunque en los medios extranjeros se han exagerado
las similitudes entre las reformas emprendidas en la Isla y modelos al estilo
chino o vietnamita, en la práctica el oficialismo cubano se esfuerza cada día
en hacer todo lo contrario".
"El Gobierno parece estar más dispuesto a perder las sumas
derivadas de los impuestos a los emprendedores que a permitir que existan
empresarios con resultados positivos", lamenta un economista
La prensa nacional está repleta
de llamados a usar al máximo "las reservas de eficiencia productiva"
que existen supuestamente en la Isla, pero eso solo es una frase hueca si no se
comienza por abrir la economía cubana y por no cerrarla.
Tras ascender oficialmente al
poder en 2008, Raúl Castro inició un proceso de cambios en la economía que
calificó de "estructurales" y necesarios para el país. Entre los que
tuvieron mayor incidencia en la vida cotidiana estuvo el impulso al sector
privado que había sido acorralado con los excesivos controles, normativas y
altos impuestos durante el mandato de Fidel Castro.
La entrega en usufructo de tierras estatales generó
esperanza por adelantar mayor flexibilidad en la producción y comercialización
de productos agrícolas. La creación de cooperativas urbanas también ayudó a
alimentar la ilusión sobre un repunte económico y una mejoría que se hiciera
sentir sobre el plato de los cubanos y en sus bolsillos.
Sin embargo, fueron las
flexibilizaciones para comprar y vender casas o autos, viajar fuera del país y
poder contratar una línea de telefonía celular las que lograron un mayor
impacto político, ensalzadas por los titulares de la prensa internacional que
destacaron "las reformas raulistas".
Ocho años después del comienzo de
aquel impulso renovador, el oficialismo está empeñado en desviar la atención de
los principales problemas que sufre el país. En las calles se palpa la opinión
de un regreso a los inicios de este siglo, cuando se imponía la arbitrariedad
económica.
Ocho años después del comienzo de aquel impulso renovador, el
oficialismo está empeñado en desviar la atención de los principales problemas
que sufre el país
El exministro de las Fuerzas
Armadas no ha cumplido con su compromiso de impulsar transformaciones "sin
prisa, pero sin pausa". En los últimos años, en vez de avanzar se han
estancado las medidas flexibilizadoras y solo el 21% de los Lineamientos ha llegado a
materializarse, según las propias autoridades.
Recientemente, el sector privado
de la gastronomía comenzó a sufrir nuevas presiones. El anuncio del congelamiento
en la entrega de nuevas licencias para abrir restaurantespor
cuenta propia ha sido leído como una inequívoca señal de frenazo o, incluso,
una vuelta atrás en las reformas.
En lugar de concentrar sus
facilidades en la creación de un mercado mayorista, el Estado ha optado por
dedicar todos sus esfuerzos a que los emprendedores no adquieran los productos
y la materia prima necesaria para su trabajo en el mercado informal. Vigilar y
controlar lleva más recursos y desvelos, en este caso, que permitir y
potenciar.
Algo similar ha ocurrido con
el transporte privado que desde inicios
de este año ha estado sometido a un fuerte escrutinio por parte de las
autoridades y a la retirada de licencias, en un intento del Gobierno de regular
las tarifas que la demanda y la oferta ya habían establecido. Los precios
topados han terminado por afectar a la población y duplicando el tiempo que los
pasajeros necesitan para desplazarse.
Cuando la lógica indicaba que las
autoridades debían volcar sus esfuerzos en proveer gasolina y petróleo a
precios mayoristas para los transportistas, se ha invertido la lógica y los
inspectores han pasado a exigir a los choferes de taxis colectivos las
facturas del combustible comprado en las gasolineras estatales,
cuando es un secreto a voces que el transporte privado solo es rentable si se
nutre de las ofertas del mercado informal.
Los tambores de los más
recalcitrantes suenan cada vez más altos y ponen en el centro de la diana
la acumulación de riqueza, pero sin anunciar
aún cuál es el monto que se permitirá y a partir de cuál punto se considerará
inaceptable. Una práctica de confusión y permanente desasosiego que le resultó
muy efectiva a Fidel Castro para mantener al país en vilo por casi cinco décadas.
La pregunta que muchos se hacen es el por qué el Gobierno no utiliza esa
energía con la que persigue a los privados en hacer que la empresa estatal sea
más eficiente
La pregunta que muchos se hacen
es el por qué el Gobierno no utiliza esa energía con la que persigue a los
privados en hacer que la empresa estatal sea más eficiente. ¿Por qué no
descentraliza ese mastodóntico entramado que produce más gastos que beneficios?
Lo poco que se ha avanzado en esa
dirección se hace sentir en el desarrollo del país. Según las previsiones
oficiales, en 2016 la economía crecerá por debajo del 1%, una cifra que recae
fundamentalmente sobre el sector estatal que emplea las tres cuartas partes de
la fuerza laboral.
El modelo de Estado impulsado por
Raúl Castro ha optado en los últimos meses por gastar cuantiosos recursos en
movilizaciones políticas, pero es incapaz de sembrar un campo de cultivo para
alimentar a la población.
¿Qué país pretende dejar en
herencia a su sucesor?
Aquellos que aplaudieron sus
reformas se asoman hoy a una Cuba que pone proa al pasado y un Gobierno que
eleva los grados de la retórica contra periodistas independientes, blogueros y
académicos críticos. Una nación donde se sigue poniendo freno a las fuerzas
productivas y se miran el emprendimiento y la prosperidad con ojeriza.
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