3 de febrero de 2012

LAUS DEO



LAUS DEO

Un detalle que generalmente no se menciona es que en Washington DC nunca puede haber un edificio de mayor altura que el monumento a George Washington. Con todo el alboroto que existe sobre la eliminación de los diez mandamientos, etc., merece la pena que dediquemos al menos un momento para reflexionar en ello.

En una chapa de aluminio en lo alto del monumento hay inscritas dos palabras: LAUS DEO.

Nadie puede verlas. De hecho, la mayoría de quienes visitan el monumento ni siquiera sabe que existen. Esas palabras han estado allí durante muchos años, a los 555 pies y 5.125 pulgadas de altura que elevan al cielo el monumento al Padre de nuestra Nación, desde el que se ven en redondo las 69 millas cuadradas que comprende el Distrito de Columbia, donde se asienta la capital de los Estados Unidos de América.

Laus Deo! Dos palabras aparentemente insignificantes, desapercibidas, pero muy estratégicamente colocadas en el punto más alto de la ciudad más poderosa de la más exitosa nación del mundo. En fin, ¿Qué significan estas dos palabras en latín, con cuatro sílabas y sólo siete letras? Proclaman ¡Alabado sea Dios!

Y desde lo alto de esa colosal estructura de mármol y granito, bajo ese letrero, podemos disfrutar de una hermosa vista panorámica de la ciudad y de su división en cuatro segmentos principales. Es más, podemos distinguir fácilmente el plan original de su diseñador, Pierre Charles L’Enfant: una cruz perfecta impuesta en el paisaje, con la Casa Blanca al norte, el monumento a Jefferson hacia el sur, el  Capitolio al este y el monumento a Lincoln al oeste.

¿Una cruz?  ¿Por qué una cruz? ¿Qué pasa entonces con la separación entre Iglesia y Estado?

Sí, una cruz. La separación entre religión y Estado no estuvo, no está en la constitución. Bien valdría la pena leerla. ¡Qué interesante y tal vez intencionado diseño con un cierto mensaje para aquellos a quienes pueda molestar!

Aún más: cuando el 4 de julio de 1848 fue colocada la primera piedra del Monumento a Washington, se incluyeron en ella varios objetos, entre ellos una Biblia presentada por la Sociedad Bíblica de América.  Tal había sido el legado moral y espiritual del Fundador y primer Presidente: “Una Nación bajo Dios”.

Por si quedan dudas, es realmente impresionante conocer la oración de George Washington para América:

«Dios Todopoderoso, te pedimos que mantengas a los Estados Unidos bajo tu Santa Protección; que muevas los corazones de sus ciudadanos a cultivar un espíritu de subordinación y obediencia al Gobierno, y a mantener un afecto y amor fraternal entre unos y otros. Finalmente, que nos hagas dispuestos a obrar con justicia, a amar y perdonar, a ser pacíficos y a fortalecernos en la caridad y la humildad, que son las enseñanzas del divino autor de nuestra bendita religión, ya que sin una imitación humilde de su ejemplo, no podremos esperar nunca ser una nación feliz. Concédenos esta súplica que te imploramos en nombre de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.»

Una lección de Historia que nuestros niños probablemente nunca aprenderán en la escuela.

Traducción libre de un mensaje electrónico remitido por Oilda del Castillo.

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