22 de enero de 2011

EL MISTERIOSO ADMIRADOR DE EDGAR ALLAN POE


EL MISTERIOSO ADMIRADOR DE EDGAR ALLAN POE

Durante sesenta años, un admirador de Edgar Allan Poe depositó, cada diecinueve de enero, media botella de coñac y tres rosas junto a la tumba del famoso escritor. El miércoles faltó a su cita por segundo año consecutivo.

Jeff Jerome, guardés de la casa museo de Poe, cuenta que el visitante, discreto, aparecía entre la medianoche y las cinco de la mañana tocado con un sombrero de ala ancha, se arrodillaba junto a la tumba del poeta y brindaba en su memoria. Allí dejaba media botella de coñac y tres rosas, marchándose después hasta el siguiente invierno.

Este año, prosigue Jerome, esperé nuevamente su llegada tras el ventanal de la iglesia de Westminster. No apareció; en su lugar se presentaron hasta cuatro impostores fingiendo ser el genuino admirador. Todos querían ser el hombre que había honrado al genio durante toda una vida, todos llevaban coñac y rosas, pero ninguno conocía el ritual que siguió escrupulosamente durante sesenta años. Sólo el guardés lo había contemplado una y otra vez. Sólo él conoce el guión.

El devoto, cuya suerte se ignora desde hace dos años, dejaba en ocasiones notas manuscritas junto al sepulcro: “Edgar, no te he olvidado”, “La antorcha será pasada”. El guardés está convencido de que no regresará. Aún así, afirma que el próximo diecinueve de enero esperará nuevamente su llegada desde la ventana.

ABC Madrid

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