11 de marzo de 2010



Hablar de lo que no se sabe…

Dr. José Ignacio Rivero
Diario Las Américas

Las recientes declaraciones del Canciller de la Pontificia Academia de Ciencias del Vaticano sobre el progreso alcanzado por Cuba gracias a la revolución castrista, han levantado muchas ronchas entre los cubanos que conocen la verdad de la involución sufrida, -económica y moralmente-, por nuestra Patria durante los cincuenta y un años que lleva la actual dictadura destruyendo al país.

Nos hacemos eco de la atinada respuesta dada a este obispo por el Dr. José Ignacio Rivero desde su columna habitual en el «Diario Las Américas» el pasado domingo. adg

«Hacemos un paréntesis hoy en nuestra serie que titulamos “Con Castro en el Poder”. No podemos hoy continuar con el tema sin comentar unas declaraciones hechas desde La Habana por el Obispo Canciller de la Pontificia Academia de Ciencias del Vaticano, Marcelo Sánchez, en las que dijo entre otras cosas, según la Agencia noticiosa (AFP), que “Cuba es un país maravilloso pero tiene que seguir progresando abriéndose al mundo y que hay que terminar con los bloqueos de todo tipo”. 

No queremos imitar a Pedro cuando negó a Cristo por temor sino cuando predicó hasta morir por su doctrina; no queremos imitar a Tomás cuando metió su mano en las llagas de Cristo para creer en su Resurrección y mucho menos imitar a Judas que lo vendió por unas cuantas monedas. No lo hicimos en Cuba ni lo haremos mientras Dios nos dé vida en el destierro. Decir, como declaró el Obispo argentino, que “si vemos lo que hizo la revolución de Fidel Castro de la situación que existía en Cuba antes de la revolución, donde la isla era el patio trasero de América, hoy es una cosa maravillosa, pero que lógicamente tenía que seguir progresando”, es un tremendo error inconcebible en una figura tan destacada dentro de nuestra Iglesia Católica Apostólica y Romana aunque el halago a Castro fuese hecho con la intención de proteger a la Iglesia en Cuba y a sus devotos. 

Un amigo argentino que vivió mucho tiempo en Cuba antes de Castro visitó a La Habana en el año 2005. A su regreso a Buenos Aires nos escribe una carta y nos dice: “Lloré en medio de la ciudad: La Habana está destruida moral y materialmente. Aquella Habana libre y esplendorosa de ayer es otra distinta a La Habana de hoy; aplastada, hambrienta, triste y sojuzgada”. El viajero que iba a Cuba después de lustros de ausencia antes de haberse apoderado el comunismo de nuestra patria se asombraba de los profundos cambios operados. Y sin contar por lustros, bastaba con el impulso constructivo de los años cincuenta para justificar el asombro admirativo del cubano ausente ante el desarrollo progresista de la capital de la República. 

“Desde que el viajero aéreo llegaba al aeropuerto, --continuaba diciéndonos el amigo argentino-- las realizaciones urbanas le ofrecían muchas gratas sorpresas: una magnífica avenida de doble vía que entroncaba con la de Rancho Boyeros: A un lado y otro de la carretera surgieron muchas industrias importantes y grandes repartos residenciales, que se extendían desde el Parque-Mausoleo del Cacahual a la Plaza de la República con el monumento a Martí, el magno Palacio de Justicia, la Biblioteca Nacional, la Terminal de ómnibus, el Palacio de Deportes, el Hospital Clínico Municipal. 

“El Vedado y Marianao habían experimentado igualmente, en breve tiempo, una casi milagrosa transformación. Formidables avenidas sólidamente reconstruidas, ensanchadas y embellecidas, con profusión de alumbrado de mercurio habían canalizado la enorme corriente de cien mil vehículos motorizados y servían de acicate y poderoso estímulo a las construcciones privadas. La calle 23, partiendo del Malecón, desde la moderna Rampa, con grandes edificios en sus proximidades, algunos hasta de 32 pisos, ofrecía un aspecto deslumbrador de espléndida urbe capitalina antes de enero de 1959. Igual auge extraordinario de mutación vertiginosa presentaban el Vedado y la calle Línea que pasando por el túnel bajo el río Almendares se prolongaba hasta Consulado, en Nicanor del Campo, para enlazarse después con otra doble vía al aeropuerto San Antonio. El Malecón, que ya era uno de los paseos más bellos del mundo había sido prolongado hasta las márgenes del río Almendares. 

La carretera de Santiago de las Vegas a Cuatro Caminos, en la carretera Central, así como la doble vía de la Virgen del Camino a San Francisco de Paula, en la propia Carretera Central, le habían abierto poderosos canales de desahogo al transporte favoreciendo el desarrollo agrícola, industrial, comercial y urbano de extensas áreas.
“Los beneficios de la propiedad horizontal, los de la legislación del Fondo de Hipotecas Aseguradas, y la modificación de la Ley de Alquileres, habían contribuido a impulsar poderosamente las edificaciones privadas a un ritmo de millones de pesos mensuales. 

Para satisfacer las necesidades presentes y futuras de aquella población creciente de más de un millón de habitantes, también se había construido el nuevo acueducto de la Cuenca Sur. Si a ese cuadro se le añade el estupendo florecimiento urbanístico del litoral de las playas hacia el Este, por la Vía Blanca, con su paso superior y el túnel bajo la bahía, así como la ciudad ultramarina, que hubiese llegado a ser la segunda Habana de no haber invadido a Cuba la terrible revolución comunista ayudada por la Unión Soviética, se podía apreciar los lineamientos principales, de las realizaciones de ayer y de muchas otras que estaban en proceso. Más impresionante era todavía entrever la del futuro sin Castro en el Poder, partiendo de tan anchas realizaciones constructivas y del auge que conllevan las inversiones reproductivas estimuladas. Mirando los cubanos aquellas posibilidades podíamos repetir con un presidente norteamericano que dijo: ‘Los únicos límites a nuestras realizaciones de mañana son nuestras dudas de hoy’. 

Comprendo el llanto de mi amigo argentino cuando visitó la patria de Martí arrasada por el castro-comunismo. ¿Acaso cuesta mucho trabajo darse cuenta de que en Cuba hay terror y hambre?¿Acaso no se sabe que toda Cuba está controlada por las metralletas del régimen?¿Acaso puede haber alguien tan tonto, por muy simpatizante de Castro que sea, que no sepa que en Cuba nadie puede opinar sobre nada distinto a la opinión del régimen desde hace mas de 50 años a no ser que se exponga a la cárcel?¿Acaso no se le quitó a la fuerza a todo el mundo en Cuba todo lo que legítimamente poseía?¿Acaso todo esto, acompañado del hambre, de la miseria, del terror, de las cárceles inhumanas y de mucho más, es una simple exageración de los exiliados cubanos, de los disidentes y de la prensa de todo el mundo y para decir, como dijo el Obispo argentino, que la revolución castrista es una cosa maravillosa? 

Nuestra Iglesia, como Iglesia fundada por Jesucristo, no se equivoca en cuanto a su doctrina ni cuando Su Santidad habla Ex cátedras. En política, en economía y en todo lo demás puede errar o acertar por estar compuesta por seres que sienten, piensan y se conducen como humanos y no como ángeles. Son pocos, muy pocos los humanos con sotana católica que disparatan (el disparate no es exclusivo de los tontos ni de los enemigos de Dios) pero cada vez que algún religioso cae en las redes del engaño o de lo absurdo le hace más daño a la Iglesia que los enemigos jurados de la misma. 

Termino estas líneas con un ¡Viva Cristo Rey! y con un ¡Viva Cuba libre y soberana! La de antes de Castro y la de mañana, sin él y sin su diabólica revolución»

Dr José Ignacio Rivero
Diario Las Américas, Miami
Ilustración: cubanet.org
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