5 de julio de 2011

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La teoría que afirma
que una vendetta familiar dio muerte
a García Lorca

Elena Viñas

 La muerte de Federico García Lorca, de la que se cumplen en agosto 75 años, continúa despertando interés en historiadores e investigadores, tanto que no dejan de elaborarse teorías sobre las circunstancias de su ejecución. El último en sumarse al torrente de suposiciones sobre qué le ocurrió ha sido Miguel Caballero, quien acaba de publicar Las trece últimas horas en la vida de García Lorca (La esfera de los libros), donde sostiene que fueron las “rencillas familiares” que arrastraba el padre del poeta desde hacía más de setenta años las que “lo mataron”.

Caballero califica el asesinato de Lorca como una “concatenación de causas”, lo que no le impide señalar la cuestión familiar como “una de las más importantes” para entender por qué fue ejecutado el poeta. Así, opina que las causas políticas “no fueron significativas”, por lo que lo ocurrido se debió a una “vendetta familiar”; una circunstancia que le invita a pensar que la muerte de Lorca “no fue épica”.

A ese “odio” entre las familias de la Vega de Granada, germen según este autor del fatídico final del poeta, contribuyó de una forma “determinante” la publicación de La casa de Bernarda Alba, obra en la que Lorca "escribió sobre los Alba, familia enemiga de la suya", a juicio de Caballero, lo que supuso un "agravio" para esta estirpe, así como para los Roldán, otro de los apellidos más influyentes de la época en la ciudad.

La aportación de este autor a las circunstancias que rodearon su muerte no termina ahí. Caballero, quien apoya sus afirmaciones en fuentes documentales y no orales, de las que dice que desconfía, corrobora los nombres de los seis ejecutores del intelectual aportados por el periodista granadino Eduardo Molina Fajardo en su libro Los últimos días de García Lorca, publicado en 1983. Pero no sólo los cita, sino que también les pone cara y relata sus historias personales. Sobre ellos afirma que, dado que “hubo una autoría intelectual de aquellas familias que influyeron en las autoridades”, los ejecutores del poeta “fueron los que menos culpa tuvieron, ya que creyeron que estaban cumpliendo con su deber”.

A diferencia del historiador irlandés Ian Gibson, quien sostiene que Lorca estuvo retenido en el Gobierno Civil de Granada durante dos días antes de su muerte, Caballero coincide también con la versión de Molina Fajardo en que el poeta falleció horas después de ser detenido. Así, sostiene que su ejecución tuvo lugar durante la madrugada del 17 de agosto de 1936. Una idea que apoya en que, de haberlo tenido más tiempo bajo custodia, su padre “lo habría salvado” porque “tenía mucha influencia política en la ciudad”. 

Caballero se califica a sí mismo como “independiente” y ajeno a motivaciones políticas o económicas, pero no tiene reparos en mostrar su disgusto con la familia Lorca, cuya actitud le resulta “molesta”, ya que no entiende por qué "no se muestran contentos" con que se aclaren este tipo de cuestiones. 

La familia del poeta, desde la fundación que lleva su nombre, opta por no pronunciarse sobre el contenido de este libro, al menos hasta el cierre de este reportaje. Quienes sí lo hacen para este periódico son otros investigadores de la vida de Lorca, que muestran su dudas sobre la validez de la teoría de Caballero. 

Antonio Carvajal Milena, director de la cátedra Federico García Lorca en la Universidad de Granada, afirma que esta teoría, de la que tiene conocimiento por un resumen publicado en la prensa local, “no pasa de ser chismografía articulada y sobradamente conocida por quienes nos interesamos hace años por la vida y el entorno del poeta”. 

A su juicio, “García Lorca sigue dando frutos para todos los que se acercan a la verdad vital, por artística, de su obra; cargada de elementos fascinantes y suficientes para mantenerlo vivo”, por lo que insistir en las circunstancias de su muerte “resulta tan inútil como pedir la devolución de los bienes incautados a tantas víctimas de la Guerra Civil largamente disfrutados, o ya dilapidados (se conocen casos), por los herederos de los asesinos”. Por todas estas circunstancias anima a “dejar al muerto en paz" y a leer al poeta.

Algo parecido opina Paul Julian Smith, profesor de Literatura Española en la City University de Nueva York, quien muestra cautela a la hora de pronunciarse, ya que desconoce si las fuentes que maneja este escritor "son fiables o no”. De cualquier forma, este experto se limita a decir que "no hace falta recurrir a rencillas familiares en el contexto de una guerra en la que murieron tantísimas personas por motivos estrictamente políticos”, a lo que añade que “los compromisos políticos de Lorca fueron bien conocidos”.

El Imparcial, Madrid.
1-7-2011

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