23 de diciembre de 2010


La elocuencia de dos sillas vacías...

Editorial de Ecclesia Digital
martes, 21 de diciembre de 2010

En apenas cinco días, dos sillas vacías y mudas se han convertido en un elocuente grito de libertad, de dignidad y de reclamo de los derechos humanos. Se han convertido en elocuentes evidencias de la cacofonía periclitada, malévola y corrosiva de sistemas ideológicos y políticos putrefactos y dañinos como los de matriz marxista.

La primera silla quedó vacía en Oslo el viernes 10 de diciembre, día del 62 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Fue la silla del premio Nobel a la Paz 2010, la silla que no pudo ocupar el escritor y disidente chino Liu Xiaobo. Ni él ni su mujer. Él porque lleva meses encarcelado en las oscuras cárceles del gigante asiático por el solo delito de reclamar la libertad y los derechos humanos. Y su mujer, también retenida en su prisión hogar, por solo el delito de ser la esposa de Liu Xiaobo.

La diplomacia china no satisfecha con estas ausencias puso en marcha una enorme presión internacional para intentar boicotear, en la medida de lo posible, el acto de entrega del premio Nobel y hasta cerca de veinte países no enviaron representación diplomática a la ceremonia. Entre estos países, se hallaron Marruecos, Venezuela y Cuba.

La segunda silla vacía la pudimos comprobar el miércoles 15 de diciembre. En este caso fue en Estrasburgo, la llamada capital europea de los derechos humanos. La silla debía ser ocupada por el psicólogo y periodista cubano Guillermo Fariñas Hernández. Pero su país, la querida y hermana Cuba, tampoco le permitió salir de la isla y poder recibir en libertad –siquiera condicional– el premio Sajarov 2010 a la Libertad de Conciencia.

Y quizás precisamente por estar vacías aquellas dos sillas mudas y quedas, estas dos sillas de Oslo y de Estrasburgo, hablaron como quizás no lo hayan hecho nunca. Hablaron y hablan con el lenguaje icónico del testimonio de la ausencia. Hablaron y hablan de la insobornable dignidad de la persona humana y de la insoportable condición de los regímenes políticos e ideológicos autoritarios y abyectos que aún se creen que solo existen lo que ellos quieren que exista. Y que, aunque prohíban internet y aunque sus comunicaciones con el exterior se corten cuando se pronuncian palabras claves como «libertad», «conciencia», «derechos humanos» o «denuncia», precisamente por semejantes tropelías quedan más en evidencia sus vergüenzas y las grandezas de personajes conocidos y reconocidos por Liu Xiaobo y Guillermo Fariñas, o de personajes anónimos y desconocidos como los que en estos países o en otros muchos padecen cada día y en silencio la asfixia de la libertad, de la justicia y del derecho que sus Estados totalitarios y marxistas les imponen.

revistaecclesia.com
Colaboración: Ramón Ramos

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