12 de noviembre de 2017

LA ZARZUELA EN CUBA

La Zarzuela en Cuba
(Parte 1ª, Los Orígenes)

El teatro Tacón, inaugurado en 1838, fue en su época  el teatro más grande y lujoso del continente americano y, por sus cualidades técnicas, el tercero del orbe, después de la Scala de Milán y la Ópera de Viena. Fue demolido en 1906 para la construcción el majestuoso edificio del Centro Gallego de La Habana.   

Alberto Joya (Mayo 1998)
La Habana fue durante el siglo XIX una de las plazas teatrales mas fuertes de toda la América Latina. La frase “Para triunfar en América hay que pasar por La Habana”, constituyó una premisa para todos los actores y compañías lírico-dramáticas que querían probar suerte en tierras trasatlánticas.  Llegaban primero a los teatros de La Habana y del éxito –o del fracaso conquistado en la presentaciones que allí se hicieran- dependía el arribo a otros pueblos americanos.
Como muestra basta citar a los actores españoles Andrés Prieto (discípulo de Maiquez, el renovador de la técnica de actuación en España) y Matilde Díaz, llamada la perla del teatro español, y a los compositores Manuel Fernández Caballero, que residió durante algunos años en la provincia de Matanzas y colaboró como director de orquesta en La Habana, y Joaquín Gaztambide, que se presentó durante un año al frente de su compañía en el Teatro Tacón.
Desde finales del siglo XVIII el teatro lírico, en relación con el resto de las manifestaciones  teatrales, ocupaba un lugar especial en el ambiente cultural de los principales centros urbanos de Cuba. La construcción del primer teatro en la capital, en 1776, el Coliseo, mas tarde nombrado el Principal, fue el acontecimiento que impulsó la difusión del teatro lírico y de la música en general en todo el país.
En 1790 aparece el primer número del Papel Periódico de La Habana, en el que se anuncia que una compañía española está actuando  permanentemente en el Teatro Principal, haciendo tonadillas escénicas donde se suman  canto y baile. Esto propició  que se iniciara en la vida de la aristocracia española  y de la burguesía criolla  -quienes financiaban el mantenimiento de los lujosos espectáculos líricos-  el gusto por este tipo de actividad cultural, convirtiéndose  casi en un hábito que se extendió a todo lo largo del siglo XIX.  El desarrollo que iba alcanzando cada centro urbano y en especial la capital de la isla,  estaba marcado por la construcción de nuevos teatros, de sociedades y liceos.
Hasta el momento, la referencia mas antigua que se conoce  sobre la primera zarzuela estrenada en La Habana aparece en el Papel Periódico anunciando su estreno  para el 29 de octubre de 1771. La zarzuela en un acto se titula El alcalde de Mairena, y su autor se nombra Joseph Fallótico. Desgraciadamente no se ha podido determinar si era realmente una zarzuela pues se ha perdido la obra. Todo se diluyó en las noticias de la prensa.
Las tonadillas llegan a Cuba procedentes de España, como los cantores y los músicos, pero rápidamente van surgiendo sus émulos criollos; es aprendizaje directo, porque no hay sitio todavía para academias musicales. La tonadilla comienza a declinar en La Habana a principios del siglo XVIII, pero continuará existiendo en el interior de la Isla.
La tonadilla es la madre del teatro bufo cubano. En la última década del siglo XVIII y durante la primera mitad del siglo XIX son muy inestables las representaciones de los espectáculos de zarzuela. Hasta el estreno de El Duende, de Luis Olona y Rafael Hernando en el Teatro Tacón en 1853, no se introduce definitivamente el género en Cuba, a juzgar por la cantidad de títulos  que aparecen citados en los anuncios de la prensa después de esa fecha.  En ese mismo año se  estrena El tío Caniyitas de Soriano–Fuentes con mas de treinta funciones. Jugar con Fuego, de Ventura de la Vega y Barbieri, y El Valle de Andorra de Olona y Gaztambide entre otros muchos títulos.
A partir de este momento ocurrirá un desenfrenado consumo de zarzuela, que no es mas que el reflejo de la vida teatral que transcurría en la Metrópoli. Las reiteradas presentaciones de los espectáculos zarzuelísticos por los intérpretes y compañías españolas incitaron cada vez mas a los empresarios dueños de teatros en Cuba. Ellos, ávidos por encontrar novedades y atracciones para el buen recaudo  de sus fondos, promovieron entre los compositores y artistas residentes en Cuba la creación de zarzuelas.
Surge entonces  el primer título que se conoce como escrito en Cuba y no precisamente de autor cubano: Todos locos o ninguno, del catalán José Freixes, estrenada en el Teatro Tacón el día 3 de marzo de 1853. A este estreno 
Del pintor costumbrista
Víctor Landaluze
siguieron en ese mismo año: Colegialas son colegialas del mismo autor pero arreglada  por Víctor Landaluze, caricaturista y dibujante costumbrista vasco radicado en Cuba que incursionó en el género, Apuros de un bautismo, de Rafael de Otero, Por los parneses de Romero y El delirio paternal de José Robreño, son tres títulos de autores cubanos.
En el Teatro Villanueva, en 1954, triunfa otra compañía española de zarzuelas, y continúan surgiendo los compositores verdaderamente cubanos, aunque todavía inspirados en motivos  y música de corte español. La otra gran ciudad, Santiago de Cuba, no quiere ser menos y comienza a programar compañías de zarzuelas como la de Robreño, que llevaba algunos años triunfando ya en La Habana. 
Pero, ¿cómo eran estas primeras zarzuelas en Cuba? ¿Representaban un reflejo de la zarzuela española?  Analicemos: Antes de tomar auge la novedosa zarzuela, existían otros géneros líricos como los sainetes y las tonadillas escénicas. Recordamos que la primera zarzuela de la que se tiene noticias [en España] fue El jardín de Falerina de Calderón de la Barca y Juan Risco en 1648, y el auge que tomaron los sainetes de don Ramón de la Cruz, que nació en 1731. 
Toda esta larga historia del teatro lírico en España, es asimilada en un corto período de tiempo. Las zarzuelas en Cuba no surgieron como resultado de un proceso orgánico en el desarrollo teatral. Su presencia, su nacimiento, se debió, como diría alejo Carpentier,  “a fenómenos de aportación, injertos y trasplantes que resultan insólitos para quien pretenda aplicar determinados métodos de análisis de un arte regido  por un rejuego constante de confrontaciones  entre lo propio y lo ajeno, lo autóctono y lo importado”.


Este rejuego constante preparó el camino para la determinación de los elementos esenciales del teatro lírico cubano. Existen referencias sobre la aparición de esos primeros rasgos criollos a finales del siglo XVIII y principios del XIX, que nos permiten apreciar que a partir de esos años ya es notable el propósito de diferenciar el lenguaje dramatúrgico de las composiciones españolas, aunque continúe manteniéndose la estructura y la denominación genérica, “se habla, se pleitea, se reza y se tañe a la española, pero no como en España”.

(Continuará)

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