5 de febrero de 2013

ERNESTO LECUONA, ACOSADO DESPUÉS DE LA MUERTE


 
Ernesto Lecuona,

acosado después de la muerte


Raúl Rivero

La mañana en la que el régimen cubano decidió prohibir la música de Ernesto Lecuona (Guanabacoa, 1895- Santa Cruz de Tenerife, 1963), todavía el compositor estaba vivo, residía en Tampa y preparaba su viaje definitivo a España.

Así es como el músico, considerado por muchos el más importante de la historia de su país, tomó nota del gesto de rechazo y odio de los nuevos jefes y se defendió con una sentencia que ha sido su testamento político: «Si muero fuera de Cuba, no quiero que me entierren allá mientras gobiernen los comunistas».

Por eso, por respeto a ese pensamiento suyo, Lecuona descansa, mientras suena su música, en el Heaven Cemetery de Hawthorne, de Nueva York. Su tumba la atiende la periodista cubana Carmen María Rodríguez y su familia.

Lo que pasa es que ahora, a los 50 años de su muerte, ocurrida mientras visitaba la tierra de su padre canario, quienes lo persiguieron, lo expulsaron de sus cargos en la isla y lo prohibieron, quieren recuperar su fantasma para que la infamia de la censura del autor de “Siempre en mi corazón”, “Malagueña”, “Suite Andalucía” y “Zambra gitana” se borre, como trataron de borrar su obra.

Así es que por estos días y sin tener en cuenta la voluntad de Lecuona de que no se le asocie de ninguna manera («ni muerto», dijo textualmente) a la dictadura, se le organiza en Gran Canaria una jornada de homenaje que incluye la presencia con cara de yo-no-fui de funcionarios del consulado castrista. Y de una banda de bongoseros enviados de La Habana con el nombre de otro músico también ya fallecido, Compay Segundo.

Detrás de esta maniobra y por encima de la buena intención o la complicidad de los promotores canarios, se nota el trabajo del departamento de necrología del Ministerio Cubano de Cultura que, con vocación de funerarios, se apropian de la memoria de muchos de los artistas a los que obligaron a salir del país, los expulsaron o les pusieron el rótulo de enemigos del pueblo.

Los músicos y los artistas cubanos quieren que España le rinda homenaje a Lecuona y su música, sus zarzuelas, sus boleros, todas las piezas que escribió para este país que él amaba tanto como en el que nació. Lo que duele y molesta es que en esas ceremonias aparezcan como moscas muertas los representantes de los que sacaron a Lecuona a empujones de su casa de Guanabacoa.

El oportunismo político, el afán de comercializar su música y otras miserias compartidas no pueden enterrar también el sufrimiento del ser humano que fue el pianista.

Hace unos meses, en Sevilla, se anunció que se haría un documental sobre la vida de Lecuona con la participación, entre otros, de músicos cubanos que apoyan el régimen y de artistas extranjeros que son fanáticos defensores de la dictadura. El saxofonista Paquito D’Rivera le escribió una carta a los promotores que apareció en la prensa con este título: «¿Homenaje marxista a Ernesto Lecuona?». El reconocido músico se quejaba de que la empresa productora del filme tuviera sus sedes en La Habana y Caracas. «Sólo les faltaría», escribió, «abrir una oficina en Piongyang, y para completar de una vez el disparate y la ofensa, debían invitar al joven dictador Kim Jon Un a cantar “Para Vigo me voy” a dúo con Silvio Rodríguez».

Que dejen tranquilo a Lecuona. Él tiene quien lo lleve a Cuba. Y quien lo espera ahí.

Reproducido de La Voz de Cuba (FaseBook)

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