11 de diciembre de 2011

EL DOMINGO DE LA ALEGRÍA


El domingo de la alegría

A ti, Señor, quiero tener y esperar,
porque, eres causa de mi alegría y júbilo
cuando te tengo entre mis manos,
o al sentirte y al buscarte en mi soledad,
desconcierto o abandono.
Cuando me empeño en vivir solo para mí.

Frente a la tristeza,
eres siempre aurora de buenas noticias.
Frente a la desesperanza
ofreces palabras de aliento y ánimo.
Frente a la desilusión por lo que vemos,
me invitas a dirigir mis ojos hacia el cielo.

El mundo necesita una melodía de paz,
música de alegría eterna,
acordes de concordia y perdón,
sonidos de hermandad
y de alegrías verdaderas.

Por eso mismo, Señor, te quiero.
Eres el único capaz de impregnar al mundo
con un poco de tu gracia eterna y divina.
Eres el secreto que, al desvelarse en Navidad,
viene a hacerse hombre para podernos salvar.

Eres antorcha de un nuevo día,
Luz que ilumina el horizonte del mañana.
Promesas que, por fin,
veremos fielmente cumplidas
y humildes en un pesebre.


Carne, como nuestra carne, pero sin pecado,
que devolverá la sonrisa y el gozo
a un mundo que, por tener tanto,
ha dejado lo esencial por el camino.

Javier Leoz,

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