9 de septiembre de 2009


Los tranvías de mi ciudad
La segunda etapa: llegada de los primeros tranvías eléctricos

Ana Dolores García

El "Ferrocarril Urbano de Puerto Príncipe", empresa operadora de los tranvías de sangre, fue adquirida en 1900 por "The Puerto Príncipe Tramway Company" y de este modo dejó de funcionar aquel medio de transporte para ser sustituido por otro más moderno, el de los tranvías eléctricos. Ese mismo año comenzaron a removerse los rieles aunque se dejaron las traviesas como base para las futuras vías de los nuevos tranvías. Sin embargo, hubo que esperar ocho años para que se inaugurara el servicio de los tranvías eléctricos, el 1 de mayo de 1908.

Un paréntesis para reproducir, por su singularidad, uno de los discursos de aquel memorable acto en el Hotel Camagüey al inaugurarse los tranvías eléctricos en nuestra ciudad. Discurso que fuera pronunciado por José Bonifacio Flores y que ha llegado a mis manos por gentileza del Dr. Emilio Cosío, que así nos lo presenta:

«José Bonifacio Flores fue un personaje popular en Camagüey por la costumbre que tenía de hablar siempre con un lenguaje altisonante y enrevesado, como cuando se dirigió a un lechero diciéndole: "Decidme hombre rústico, ¿a cómo cotizáis el producto lácteo de la consorte del toro?”… y por supuesto, el lechero le lanzó un disparate pensando que se estaba burlando de él. El día de la inauguración del tranvía alguien tuvo la ocurrencia de subirlo a la tribuna e invitarlo a decir unas palabras. Jamás pudo imaginar que estaba contribuyendo al nacimiento de una pieza oratoria única, que formaría parte del caudal folklórico popular de Camagüey. Próximos ya los cien años de haber sido pronunciado, se mantiene vivo el recuerdo de su autor que, sin intentarlo, opacó con el olvido más absoluto los discursos y los nombres de las personalidades con las que compartió la tribuna ese día.»

Discurso pronunciado por José Bonifacio Flores, el día 1ro. de Mayo de 1908, en el acto que tuvo lugar en el Hotel Camagüey, con motivo de la inauguración de los tranvías en la ciudad:

«Señores: "Aunque soy el menos audaz de los que me han precedido en el uso de la palabra castellana, un dolor plenipotenciario y consular, marítimo y religioso me indispone a vuestra presencia en esta reunión de óptimo compacto, para hablar del tranvía camagüeyano. ¡Oh señores! Nada más hermoso que el pétalo de los florecientes carros; en ellos nuestras blancas, que son azucenas, y nuestras negritas, que son flores etiópicas, se adormecerán al dulce y melancólico arrullo de los cables y los troles.

¡Qué incubación más preciosa que la de la electricidad y el motorista! La imaginación tropical de los trópicos ardientes se confunde al ver rodar clandestinamente, morosamente, la electricidad de sus henchidas ruedas sobre los plateados raíles que, cual exóticas plantas, brotan fragancia de civilización y de progreso. Las selvas, los ríos, el oxígeno hidratado, la urbe de la ciudad y esas cantinas alimenticias con sus butifarras y longanizas que, cual oasis del desierto, esmaltan nuestros Campos Elíseos, son un argumento de fuerza para convencer al más incrédulo de lo que significa el tranvía.

Se me objetará que el progreso va dejando un rastro de sangre, y es verdad señores; allí están las huellas sanguinolentas de los satos impúdicos, alias perritos, que en su afán de perpetuar la raza se arraciman en medio de la vía para oponerse a la civilización y al progreso arrollador; pero, ¿qué es un poco de sangre, vulgo globo rojo, comparado con el beneplácito de los contribuyentes? Nada, señores; la impresión que produce un coche pretalado retornando de La Caridad, como inmenso cangrejo amarillento, para el paradero, compensa los tristes afanes de nuestros pobladores. Y voy a terminar: Réstame tan sólo dar mis gracias más henchidas y legendarias a los anfitriones de este suculento banquete, en el que he podido orientar mi atribulado espíritu; por él y por sus servidores he sentido abierto un pentagrama en la región más alta de mi cúpula craneana; mis calcinantes ideas, mi alma cubana y mi órgano latente se han refrescado cual la lava ardiente de los volcanes al entusiasmo y patriotismo que en estos momentos me embarga. He dicho.»

Ana Dolores García
Copyright2004
Ilustración: Antigua calle camagüeyana
The Rotograph Co., N.Y. City Edición de 1905. Google.

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