Cartas de amor
que han pasado a la historia
Mónica
Arizabalaga, abc.es
«Esas
cartas de amor que leen otros, esas cartas que, frías y desnudas, resistiéndose
tiemblan de verguenza frente a los ojos que entrevén obscenos los actos
inocentes, los más puros, esas cartas raptadas, violadas quizá por otro amor
—irresistible», escribía Jorge Guillén.
Y bien sabía de qué hablaba porque durante quince años mantuvo una
correspondencia casi diaria con su novia y luego esposa, Germaine Cahen.
El medio
millón de palabras vertidas por el poeta en las 793 misivas que le escribió de
su puño y letra a su amada entre 1919 y 1935 fueron recogidas en 2010 en “Cartas
a Germaine” (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores). «No creas que todo mi
sentimiento no es más que sensualidad, pero no creas que pueda amarte
sentimentalmente, pero sin sensualidad. Te quiero, a ti, mi mujer», le decía el
6 de febrero de 1926 Guillén, que se confensaba en otra «muy tuyo y tuyo
siempre».
Con la
misma muestra de pertenencia al otro se despedía Beethoven de su “amada inmortal” en una bella carta de amor en la que le decía: «Tranquila,
mi vida, mi amor, sólo contemplando serenamente nuestra existencia podremos
conseguir nuestro fin de vivir juntos (...) Siempre tuyo. Siempre mía. Siempre
el uno para el otro».
¿Era su “amada
inmortal” Antonie Brentano, la esposa de su amigo Franz? ¿O la condesa
Josephine Brunswick? Desde que se encontrara esta carta sin fecha al morir
Beethoven en 1827, se ha especulado mucho con quién fue la destinataria de los
bellos versos en los que el genial compositor le confesaba que su amor le hacía
al tiempo «el más feliz y el más desgraciado de los hombres».
A Simón Bolívar quien le hizo
sufrir fue la mujer del acaudalado médico inglés James Thorne. Manuela Sáenz se separó del británico para vivir un turbulento amor con
el Libertador. «Cada momento estoy pensando en ti y en el triste destino que te
ha tocado. Yo veo que nada en el mundo puede unirnos bajo los auspicios de la
inocencia y el honor. Lo veo bien, y gimo de tan horrible situación por ti;
porque te debes con quien no amas; y yo porque debo separarme de quine
idolatro. Sí, te idolatro más que nunca jamás», le escribió Bolívar el 10 de
abril de 1825.
Apasionado
-aunque lleno de infidelidades- fue también el amor que Napoleón Bonaparte profesó a Josefina. Once días después de su
boda, tuvo éste que marchar como jefe del ejército francés a Italia y desde
Niza le escribió: «Ni un solo día ha pasado sin amarte, ni una sola noche sin
abrazarte en mis brazos, y ni una sola taza de té he tomado sin maldecir la
gloria y la ambición que me mantienen alejado del alma de mi vida. En medio de
mis ocupaciones, a la cabeza de las tropas, recorriendo los campos, mi adorable
Josefina es la única en mi corazón, la que ocupa mi espíritu y atrapa mis pensamientos».
Napoleón
acabaría repudiando a Josefina antes de casarse con María Luisa de Austria,
tras un romance con María Walewska, con la que tuvo un hijo. Días antes de su
abdicación, Napoleón le escribiría sin embargo una última carta: «Adiós, mi
querida Josefina, resignaos como hago yo, y no perdáis el recuerdo del que no
os ha olvidado jamás y no os olvidará jamás».
Decía
Víctor Hugo que «es en las cartas de un hombre donde hace falta buscar, más que
en el resto de sus obras, el sello de su corazón y el rastro de su vida» y lo
cierto es que desde la primera carta de amor de la historia de la que se tienen noticias, que escribió un tal
Gimil-Marduk a su amada Bhibi hace más
de 4.000 años en la antigua Babilonia, ha habido tantas como
historias de amor y desamor:
Eloísa y
Abelardo, Enrique VIII y Ana Bolena, Robert Schumann y Clara Wieck, Víctor Hugo
y Juliette Drouet (ella le escribió 18.000 cartas), Paul Verlaine y Arthur
Rimbaud, Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós, Oscar Wilde y lord Alfred
Douglas, Sigmund Freud y Martha Bernays, Franz Kafka y Milena Jesenská, Antonio
Machado y Guiomar, Neruda y Albertina Rosa, Hannah Arendt y Martin Heidegger,
Virginia Wolf y Vita Sackville-West...
El
filósofo José Antonio Marina, que analizó en “Palabras de Amor” (Temas de hoy,
2009) más de 1.000 cartas, se preguntaba en el libro por qué se escriben cartas
de amor. «Por amor, sin duda. Porque el amor es expresivo, porque los amantes
están lejanos, porque quieren acercarse, porque se expresan mejor por escrito
que de viva voz, por timidez», respondía Marina antes de señalar cómo muchos escritores
prefirieron vivir amores distantes, mezcla de pasión y prosa. El poeta Khalil Gibran y la escritora
libanesa May Ziadah, recordaba Marina, «mantuvieron una correspondencia que
pasó de la amistad al apasionamiento, a pesar de lo cual nunca tuvieron la
necesidad de verse».
Otros
pasaron su vida juntos, como Winston
Churchill y Clementine Hozier. que estuvieron casados años. El primer
ministro inglés le confesó a su querida «Clemmie» en una carta sentirse
«deudor, si puede haber cuentas en el amor» porque lo que había sido para él
«vivir todos estos años en tu corazón y compañerismo ninguna frase puede
transmitirlo».
Conmovedoras
son las palabras que el filósofo André
Gorz dedicó a su esposa Dorine, antes de suicidarse juntos en
2007: «Acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, no
pesas más de cuarenta y cinco kilos y sigues siendo bella y deseable. Hace
cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te amo más que nunca. (...) Necesito
reconstruir la historia de nuestro amor para captar todo su sentido. Gracias a
ella, somos lo que somos, uno por el otro y uno para el otro (...) Te escribo
para comprender lo que he vivido, lo que hemos vivido juntos».
Otras
cartas se escribieron pese a que nunca iban a poder ser leídas por su destinatario,
como la que le escribió Katharine
Hepburn a Spencer Tracy dieciocho años después de su muerte («¿Qué
dices? No te oigo...»), la de Yoko
Ono a John Lennon, o la del físico Richard Feynman a su difunta esposa, que recoge Shaun Usher
en «Cartas memorables» (Salamandra, 2013) : «Tú, muerta, eres mucho mejor que
cualquier otra persona viva (...) Amo a mi esposa. Mi esposa ha muerto. Rich.
P.D: Perdona que no te envíe esto, pero ignoro tu nueva dirección».
Ilustración: Carta de Amor, óleo de
Johannes Vermeer, Rijkmuseum de Ámsterdam
Amaya y Joan Manuel Serrat en “Palabras
de Amor”
https://www.youtube.com/watch?v=xn717Ex2hzo
Excelente articulo.
ResponderEliminarMe gustaría hacer mención del llamado "Diario de Amor" de Gertrudis Gomez de Avellaneda.Son las cartas de la camagueyana a Ignacio Cepeda(Descendiente de Santa Teresa de Jesús). Tienen un marcado carácter autobiográfico y un lirismo exquisito.
Gran idea haber incluido esta referencia en el Día de San Valentin. Saludos, Marlene M
Se le olvidó mencionar la brevísima, pero muy elucuente, carta de amor que Abelardo le hizo a Eloísa:
ResponderEliminar"¡Hay!"