20 de mayo de 2012

OTRO 20 DE MAYO PARA CUBA



Otro 20 de Mayo para Cuba

Por Jorge Ferrer

Ciento diez años desde el 20 de mayo de 1902. ¡Tremenda fiesta! ¡Viva Cuba libre!

¿Cuántas veces hemos sido felices desde entonces, sin embargo? Felices en tanto nación, quiero decir, que los individuos podemos ser felices, o no serlo, siempre.

Bueno, lo fuimos aquel día de la inauguración republicana. Por ahí andan las crónicas. ¡Qué dichosos los cubanitos aquel día!

Todos dudaban de la posibilidad de enrumbar el país sin los americanos, pero gozaban de lo lindo. «Cuba será la Suiza de América», dicen que dijo Estrada Palma. «Pero ¿dónde están los suizos?», le preguntaron. Y pasaba la conga.

Fuimos felices más tarde cuando la Danza de los Millones. Bueno, lo fueron unos cuantos. Duró poco y acabó a tiros de brevísima trayectoria.

Fuimos felices cuando se fue Machado. Pero la felicidad dura poco en casa del pobre.

Lo fuimos con la Constituyente de 1940. Europa estaba en guerra. La civilización occidental amenazaba hundirse y los hornos crematorios trabajaban o estaban a punto de comenzar a trabajar a toda marcha. Pero los cubiches, ay, a proclamar constitución requetemoderna. Listos que éramos. Listos que estábamos. ¡Pa’ lo que nos valió!

¡Apoteosis de la felicidad, la década de los cincuenta! Terrorismo, crímenes de estado, guerrilla, pero, oye, los cubanos todavía añoran aquellos años de carritos nuevos, el “Sans Souci” y el túnel horadado por la Societé des Grands Travaux de Marseille (Marsella no era una ciudad del Magreb como hoy, entonces.) ¡Chapurreaban el francés aquellos indígenas!

Y aún estaba por llegar la felicidad suprema: ¡la Revolución! Ay, mamita, ¡no cabían en sí de gozo los cubanos! La Oda a la Alegría es baladita tristona al lado de la guitarra de Carlos Puebla. Felices como perros con correa nueva estaban los cubanos. ¡Al fin serían grandes entre los grandes, amenaza de guerra nuclear incluida! «El que tenga miedo que se compre un perro», decían. Perro no come perro, pero llamaba a comprarlo.

Hace poco  leí a uno que glosaba su felicidad en los años ochenta, con castrismo a pulso. Las cebollas de Albania, el coñac de Armenia y el pollo a la jardinera de Bulgaria. ¡El tipo los echaba de menos! «¡Qué felices éramos!», aseguraba.

Y fuimos felices por fin cuando Carlos Valenciaga nos dijo en agosto del 2006 que su jefe defecaba por el costado. ¡Felicísimos! ¡El paraíso estaba a la vuelta de la esquina! ¡Faltaba nada, un dedito!

Pero aquí estamos.

Los exiliados, exiliados. Los que no, en lo mismo. 110 años desde el 20 de mayo de 1902. ¿Lo celebro? De hacerlo, ¿Por qué brindo, oye? ¿Por la patria? ¿Por Cuba o por la madre de los tomates?
http://www.eltonodelavoz.com

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