3 de julio de 2010

.

Bebiendo con el enemigo

Helen Aguirre Ferré
Diario Las Américas

No es raro que un militar estadounidense se frustre con la política de Washington D.C. Durante la Guerra Civil de los Estados Unidos, el Presidente Abraham Lincoln no compartía la misma estrategia que su General George McClellan. Llegó al punto que Lincoln le dice, «General, si usted no va a usar sus tropas, ¿me las presta?”» Prontamente éste fue repuesto por el General Grant quien cumplió con las órdenes que llevaron a la victoria.

Estas cosas ocurren. Lo sorprendente de lo ocurrido estos días es la manera en que se desenvuelve la noticia.

¿Por qué elige el General Stanley McChrystal a la revista de la vanguardia más izquierdista para expresar su antipatía con la administración del Presidente Obama y su desdén por la manera en que sus jefes civiles están enfocando la guerra afgana? Es una decisión difícil de entender.

McChrystal, un general de cuatro estrellas, patriota y brillante estratega militar permitió una larga entrevista con un periodista de Rolling Stone Magazine en donde él y su equipo claramente se burlan de sus jefes civiles, el vicepresidente Joe Biden en particular. Obama no quedó fuera de la crítica. Según la revista, dijeron que Obama se sentía incomodo e intimidado por los militares. Según el periodista cenaron juntos y McChrystal no desmintió absolutamente nada de lo reportado.

El Presidente Obama hizo lo que obviamente tenía que hacer. Aceptó la renuncia del que fue elegido para dirigir el campo de batalla en un país que ha sido ingobernable. Fue el mejor discurso de su presidencia.

Lamentó tener que despedir a un hombre que se expuso en defensa de la patria. Replanteó el motivo por el cual Estados Unidos pelea en Afganistán y anunció que otro popular y destacado general, David Petraeus, mejor conocido como el hombre que ganó la guerra de Irak, sería el reemplazo de McChrystal. Todo resuelto, ¿o no?


A pesar de que Stanley McChrystal tomó el camino equivocado para expresar su desacuerdo con la estrategia de guerra de Obama, sus quejas son válidas.

El Presidente Obama dice querer imitar la exitosa estrategia de Irak que incluía un dramático aumento en tropas, una estrategia a la que ferozmente se opusieron los entonces senadores federales Joe Biden y Hillary Clinton, dando a la vez un período de 18 meses para asegurar el país y comenzar el retiro de tropas. McChrystal pidió 40 mil tropas adicionales para lograr la victoria. Obama apenas ha otorgado la mitad.

El “surge” funcionó en Irak precisamente por la cantidad de tropas estadounidenses que cayeron sobre el país estableciendo una red de seguridad, a pesar de mil impedimentos, llevando a que los iraquíes confiaran. Los invasores se convirtieron en libertadores y se vio en la cantidad de inteligencia transmitida que llevó al éxito. Sin las tropas necesarias, esto de entrada no se puede lograr en una sociedad tan fragmentada como la afgana.

Igualmente problemático es que el gobierno afgano del Presidente Hamid Karzai es notoriamente corrupto y el Embajador norteamericano Karl Eikenberry, un ex general de tres estrellas, es intimo amigo de Karzai y enemigo de McChrystal.

Cuando McChrystal desarrollaba su estrategia sobre Afganistán, no sabía que Eikenberry saboteaba sus planteamientos con Obama. No es por casualidad que las denuncias aparecieron en el New York Times.

Dicho sea de paso, fue el mismo diario usado para el repugnante anuncio político en contra del ahora héroe Petraeus a quien llamaron “General Betrayus”, un juego de palabras en que pintaban al general como traidor. Que ironía.


Afganistán es un país clave para derrocar al Quaeda. Perjudican la estabilidad con Pakistán que, al fin, está trabajando en conjunto con los aliados y entiende que sus armas nucleares pueden caer en manos de aquellos locos dispuestos a usarlas por motivos de odio y rencor.

Pero los afganos sólo saben que Obama promete asegurar el país a la vez que prepara abandonarlo en julio del 2011. Acabar con al Quaeda y Osama bin Laden importa poco frente al reto del calendario. No es que la guerra debería de perdurar por gusto, es que no se ha cumplido con el propósito. Siendo así, la terrible pérdida de tropas sería en vano. Sería casi una burla al terrible sacrificio hecho por las familias que dejan atrás.

McChrystal ha pedido disculpas. Si algo puede llevarse como lección de esta experiencia es no cenar con un periodista que trabaja para una publicación que no comparte los mismos valores de uno. El riesgo es inmenso.
_____________________________

No hay comentarios:

Publicar un comentario