31 de mayo de 2010

La intervención 
del Colegio Teresiano de Camagüey 
en 1961

(Calle Popular nº 51)

Hechos relatados ante notario por una antigua alumna, María Eugenia Fernández, en mayo 2007. Otras antiguas alumnas y la M. Pilar Rodríguez Briz fueron testigos presenciales.

En los días anteriores al 1 de mayo, fecha en que Fidel anunció la incautación de los colegios religiosos por parte del Gobierno marxista-leninista, estaban en la Comunidad de Teresianas de Camagüey las Hermanas siguientes: Carmen Erro, Superiora, Encarnación Vegas, Ecónoma, María Echevarría, Bertha Colmenares, Amparo Freijo, Alejandra Sorbet (españolas) Eva María Cuscó (cubana), María Teresa Martín, Rosa Estela Medina, Vicenta (no recuerdo su apellido) (mexicanas). Algunas otras Hermanas habían salido con anterioridad, por temor ante los acontecimientos que se avecinaban.

A nadie le cogió por sorpresa la incautación. La Comunidad sabía que en cualquier momento Fidel podría promulgar alguna ley que las obligaría a abandonar la casa.

Un paréntesis aclaratorio: A mediados del mes de abril, cuando se produjo la frustrada invasión de Bahía de Cochinos, el ejército había mantenido prisioneros a casi todos los sacerdotes de la Diócesis (algunos se pudieron esconder antes), incluido al Obispo, Carlos Rius Anglés. Los habían tenido más de una semana presos.

Mientras tanto, la milicia había entrado en las iglesias de la ciudad (unas 9 ó 10) y había hecho destrozos en el interior; en algún caso, como en la iglesia de La Merced, habían abierto el sagrario y tirado al suelo las formas consagradas. Cuando, después de varios días, sintiéndose seguros al ver fracasada la invasión, dejaron en libertad a los sacerdotes, el Obispo ordenó que se abrieran todas las iglesias y se quedaran durante todo un día en el mismo estado en que las habían dejado los milicianos. El objetivo de la medida era que la gente viera con sus propios ojos la actuación de los que decían “no perseguir” a los católicos ni a la Iglesia.

Posteriormente todos los sacerdotes de Camagüey fueron obligados violentamente a abandonar el país; algunos pasaron directamente de la prisión al barco que el Gobierno de España había enviado para ese fin. En la Diócesis de Camagüey había 200 (entre sacerdotes y religiosos), quedaron solamente 2, que se mantuvieron escondidos durante una larga temporada hasta que pudieron volver a la ciudad. Ellos fueron los dos únicos sacerdotes que estuvieron allí durante varios años; uno de ellos fue Adolfo Rodríguez Herrera, posteriormente Obispo de Camagüey durante 40 años. La Diócesis de Camagüey tenía entonces (ahora está dividida en dos) la misma extensión que Bélgica.

Con ese precedente de la actuación de los milicianos, existía el miedo de que sucediera en Cuba lo mismo que había sucedido en España en los primeros momentos de la Guerra Civil. Las Hermanas tenían preparada ropa de seglar, se habían arreglado el pelo, etc. para intentar escapar disimuladamente si fuera necesario. A la M. Eva María Cuscó la detuvieron en la estación de trenes cuando iba a coger uno para La Habana, vestida de seglar. Se dieron cuenta de que era religiosa, y tuvieron con ella un comportamiento muy grosero. A algunas Hermanas las llevaron a La Habana, en automóvil, familias de Camagüey.

El 2 de mayo, al día siguiente del discurso de Fidel anunciando la incautación, entre la 1 y las 2 de la madrugada, los milicianos rompieron una puerta del colegio, no la principal de la Calle Popular, sino otra en la Calle Padre Valencia, e irrumpieron en el patio.

Cuando las Hermanas se dieron cuenta de la situación, la M. Carmen Erro, que era la superiora, bajó al patio y se encaró con los milicianos, con gran serenidad y no menos entereza. Estos le dijeron que venían a hacerse cargo del colegio y que tenían que registrarlo.

Mientras tanto, alguna Hermana había llamado por teléfono a varias antiguas alumnas alertándoles de lo que estaba pasando. Una de ellas, María Eugenia Fernández, que relata los hechos, fue inmediatamente hacia el colegio y encontró a tres milicianos de guardia en la puerta impidiéndole el paso; con mucha sorna y mala intención le preguntaron dónde se encontraba el túnel que comunicaba el colegio con la cercana iglesia de La Merced, de los Padres Carmelitas. Al final, la dejaron entrar.

Su testimonio textual es así: “Los milicianos actuaron con gran descaro y falta de respeto. Me encontré a las Madres en el pasillo de los azulejos blancos y negros, donde habitualmente tenían el recreo. Allí estaban todas pálidas, temblorosas y con un gran dolor en los ojos. Estaban de pie, esperando órdenes de los milicianos, que finalmente les dijeron que podían sentarse o irse a dormir. La Madre Carmen Erro les dijo que querían ir a la capilla a rezar. Allí estuvimos ellas y yo hasta que amaneció.

Hicieron muchas preguntas a la Madre Carmen. Mientras tanto, registraban el colegio acompañados de la M. Encarnación Vegas, a quien le dijeron que estaban admirados de la limpieza del colegio. Lo registraron todo, a pesar de que el colegio era muy grande, aunque la M. Encarnación, con mucha astucia, les llevó por donde quiso”.

En los días anteriores se habían sacado algunas cosas del colegio, como máquinas de escribir del aula de mecanografía, libros… El crucifijo de la capilla se guardó en la casa de la familia Rodríguez Briz, además de muchos libros de la Compañía que había en el despacho de la Superiora (el Cristo se llevó posteriormente a la iglesia de Santa Ana, y los libros se quemaron por miedo a los registros domiciliarios).

La imagen de Santa Teresa que también estaba en la capilla la guardó en su casa la antigua alumna María Eugenia Fernández, y allí se reunieron algunas antiguas alumnas a rezar durante bastante tiempo (ahora se encuentra también en la iglesia de Santa Ana). Una imagen de la Santa, que presidía la biblioteca del Colegio, se encuentra ahora en la casa donde viven actualmente las Hermanas que están en Camagüey, en la Calle Avellaneda.

Muchas antiguas alumnas colaboraron en ayudar en todo lo que pudieron; otras no lo hicieron por miedo; y otras porque simpatizaban con la Revolución. Una de estas últimas fue precisamente nombrada Interventora del Colegio como representante del Gobierno revolucionario, Ofelia García Cortina, una revolucionaria recalcitrante, que se presentó vestida de miliciana y con dos pistolas en la cintura, a quien no conmovieron las súplicas para que permitiera sacar la imagen de la Virgen de la capilla, tan querida por todas.

A la petición de una antigua alumna: “Deja que nos la llevemos, porque para ustedes no significa nada y para nosotras significa mucho” (textual). Respondió: “Realmente no significa nada, pero es un objeto de arte” (textual). Hay que aclarar que era una imagen bonita, pero de las corrientes de Olot ( * ) que hay en las iglesias.

La misma María Eugenia Fernández nos cuenta cómo sacó, debajo de la falda, en distintos momentos, el cáliz, la patena y la custodia. Los escondió en su casa y, después, los llevó a enterrar en una finca que su familia poseía en el campo; allí están todavía.

El 5 de mayo, aunque no estoy segura de la fecha, se celebró la última Eucaristía en la capilla del colegio, por la mañana muy temprano. Celebró el P. Cavero, jesuita, que no se cortó para nada en la homilía y que fue detenido y llevado a la cárcel al terminar la Misa.

La capilla estaba llena hasta rebosar de antiguas alumnas y amigos. Fue una Misa entrañable, dolorosa, en la que se oía el llanto incontrolable de las antiguas alumnas y se admiró la fortaleza de las Hermanas, enteras en todo momento.

Mientras tanto, la Interventora se paseaba por los alrededores con un llamativo llavero lleno de llaves, como haciendo alarde de la propiedad del colegio. Después de la Misa, se acompañó a las Hermanas (creo que eran 5) hasta la Estación de Autobuses, para despedirlas; se iban a La Habana. Allí, curiosamente al lado de una estación de Policía, se volvieron a cantar los cantos de la Compañía y las Hermanas oyeron gritar a las antiguas alumnas: “¡Ustedes volverán, ustedes volverán!”

Firmado por las presentes en: Barcelona, julio 2007

(*) Olot es un municipio de Cataluña, España, situado en la provincia de Gerona. El arte y la industria de estatuaria cristiana se establecieron por toda esa ciudad desde el siglo XIX.
Reproducido de la página de Facebook Colegio-Teresiano-de-Camagüey-Cuba
Publicado también en http://Cjaronu.wordpress.com
Fotos: Archivo personal


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