1 de septiembre de 2014

En La Habana todos los santos son buenos

En La Habana
todos los santos son buenos

Iván García, Especial para Diario Las Américas

«Ni católico ni santero. Yo soy palero», dice con orgullo Marcelo, un negro gordo con una cofia de colorines en su cabeza y rodeado de huesos humanos, presto a iniciar una ceremonia. En Cuba, el inventario de religiones y santos es amplio. Y las logias y cultos se expanden. Todavía se habla en voz baja de ciertos poderes maléficos que se le imputa al culto afrocubano del Palo.

Búsqueda spiritual 

Son frecuentes los robos de osamentas humanas en los cementerios para practicar ofrendas. «Pero ninguna religión es mala en su esencia, es el hombre el que la desvirtúa», afirma Marcelo. La ausencia de fe [¿?], el agobio de las penurias materiales y el futuro entre signos de interrogación ha llevado a muchos cubanos a aferrarse a una creencia. Cualquiera que sea.

La gente ha regresado a los templos católicos. Pero también a la santería y otras denominaciones religiosas aumentan sus devotos. Ana, ingeniera, para llenar su vacío espiritual, se enroló en una rama del evangelio predicado por brasileños.

Todas las semanas se reúnen en una casa al sur de La Habana y se especializan en el evangelio y nuevas concepciones terapéuticas. «Crecí en una sociedad atea. Fui miembro del partido comunista y hace doce años pedí la baja. Sentía que me faltaba algo espiritual. Con la práctica del evangelio me siento plena como ser humano», dice.

Es difícil caminar por las calles de la capital y no tropezarse con una persona haciendo proselitismo religioso. «La religión católica, apostólica y romana, está en un vía crucis. La pederastia de algunos cleros y la corrupción la han condenado a muerte. Usted está a tiempo de salvar su alma», augura un predicador de la secta Testigo de Jehová. Para muchos capitalinos, sobre todo los más jóvenes, las prédicas o tesis filosóficas de ciertas religiones suenan a desvaríos de lunáticos.

 Entre ritos y ceremonias 

«En una orden religiosa en Arroyo Naranjo, el municipio donde vivo, hacen cosas muy extrañas. Preconizan el fin del mundo y suelen aislarse por un tiempo en su sede. Hace unos años, unos evangélicos estuvieron varios meses encerrados en un templo de la calle Infanta. Solo creo en Yemayá, orisha que me garantiza prosperidad y salud», acota un estudiante universitario.

Una persona residente en El Cotorro, en las afueras de la ciudad, menciona un lugar satánico que entre música y gritos, los devotos se desnudan. «Aquello da miedo. A veces, cuando entran en trance, se ponen violentos. Como cuando William Munny se tomaba un trago y bajaba al pueblo a causar destrozos».

En una encuesta informal entre una docena de vecinos de la barriada habanera de La Víbora, todos dijeron que preferían la santería. «Es verdad que muchos inescrupulosos han convertido a la religión afrocubana en un negocio, pero es la que más seguidores tiene, al menos en La Habana», señala un vecino que es taxista particular.

La cantidad de niños, jóvenes y adultos, de los dos sexos y de cualquier raza, vestidos de blanco por las calles habaneras es notoria. Hacerse santo cuesta entre mil y 3 mil dólares o más. A los extranjeros les cuesta aún más caro. Los elevados precios no han impedido el auge de la santería.

Otras instituciones mutualistas en alza son la masonería y el ñañiguismo. «En particular entre la juventud. Es cierto que la secta abakuá se ha desvirtuado por la presencia de marginales y delincuentes peligrosos, igual que en algunas logias, pero la mayoría de quienes practican esos cultos intentan ser personas correctas», dice Alfonso, abakuá desde hace 58 años.

El catolicismo

El sincretismo religioso en Cuba es proverbial. A pesar de que muchos nunca acuden a misas católicas, los templos se desbordan el 24 de diciembre, día de Nochebuena, para asistir a la Misa del Gallo o el 6 de enero, Día de los Reyes Magos.

Si el 17 de diciembre usted acude al santuario de San Lázaro, por una angosta carretera de poco más de un kilómetro, observará a miles de peregrinos que arrastran grandes piedras, pagando así sus promesas al santo de los menesterosos.

Los debates académicos promovidos por la Iglesia católica a puertas abiertas en el Arzobispado de La Habana, apenas tiene seguidores entre los cubanos de a pie. La dura rutina diaria los hace decantarse por creencias más mundanas.

Palabras poderosas 

Ahora mismo, la gente te mira como un bicho raro cuando le preguntas sobre las palabras del Nuncio Apostólico en Cuba, arzobispo Bruno Masaró, quien en una misa en la localidad italiana de Vignacastrisi, se refirió a «las condiciones de absoluta pobreza y degradación humana y derechos civiles en la que vive el pueblo cubano, víctima de una dictadura socialista que les mantiene subyugados por 56 años». Y añadió que «para esta gente, la única esperanza de una vida mejor es escapar de la isla». Como era de esperar, los medios oficiales pasaron por alto esas declaraciones, las más fuertes dichas en público por un representante del Vaticano en Cuba.

Entre los doce vecinos de La Víbora encuestados, ninguno sabía de la entrevista que recientemente una emisora radial de Matanzas le hiciera al Cardenal Jaime Ortega, oriundo de esa provincia. Aunque ciertas posiciones católicas han sido muy criticadas por la disidencia cubana, para el habanero que desayuna café sin leche, Dios, en cualquiera de sus variantes teológicas y los santos que lo custodian, siempre serán buenos.

Reproducido de Diario de Las Américas, Miami.

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