24 de julio de 2009

Sindo Garay

Sindo Garay, leyenda y realidad

Muchos compositores, con un solo tema o por el éxito de un solo tema, se convierten en una especie de leyenda. Otos, talentosos, con varios éxitos en su retorta, no logran iguales resultados. La vida es así de veleidosa. Pero a Sindo Garay le hubiese bastado con La Bayamesa para consolidarse como un mito.

Le valió su misteriosa existencia. Misteriosa y larga. Vivió más de 100 años. Nació el 12 de abril de 1867 y murió el 17 de julio de 1968... No siempre cifró su futuro a la composición. Fue maromero en los primeros tumbos de su juventud, y cultivó esa afición en el circo de los hermanos "Pubillones". Aprendió a leer en los letreros que veía en las calles. Es decir, Sindo fue su propio maestro.

Una de sus primeras composiciones fue un bolero en contestación al melodioso de Nilo Menéndez, Aquellos ojos verdes. Una vez le preguntaron ¿Cuándo y dónde escribió usted la Bayamesa? Y respondió: En 1918. En el patio de la casa de un amigo, en la ciudad de Bayamo. Acababa de llegar a la histórica ciudad viendo en sus calles con la imaginación la lucha por la libertad sostenida, y fue fácil para mi naturaleza sensible la inspiración. Y siguió diciendo: después siguieron: en 1918, Canto a Matanzas, Labios de Grana, La Tarde... Ya en 1912 había escrito Clave a Martí...

Este es el Sindo Garay de los tiempos de La Bayamesa, inicio de largos años de artística bohemia. Cuántas veces le vimos desfilar por el paseo del Prado seguido de uno de sus hijos (regularmente Gaurioné), para converger en el número 53, donde se hallaba la entrada principal de RHC Cadena Azul. Y es curioso que Sindo se hacía acompañar en casi todas las ocasiones por Guarioné, y no por Hatuey que, con su hija Guarina, formaba la trilogía de sus herederos. Una cosa que siempre me llamó la atención fue el nombre de bautismo que el trovador otorgó a sus hijos. Nombres auténticamente indígenas que simbolizaban su hondo amor a la tierra que le vio nacer: Cuba.

Viéndole tocar la guitarra y cantar sus tonadas, recordando algunas veces tonadas famosas en aquellos tiempos, de autores conocidos y otras de compositores desconocidos, a mí se me antojaba que Sindo Garay era tan pequeño de cuerpo que casi no rebasaba la dimensión de su inseparable guitarra.

La letra de su Bayamesa es corta pero contundente. Casi parece un silogismo. Dice así:

Lleva en su alma la bayamesa
tristes recuerdos de tradiciones,
cuando contempla sus verdes llanos,
lágrimas vierte por sus pasiones.
Ella es sencilla, le brinda al hombre
virtudes todas y el corazón.
Pero si siente de la patria el grito
todo lo deja, todo lo quema:
ése es su lema, su religión.

Bohemio impenitente, cuando visitaba La Habana solía frecuentar las peñas más acreditadas. Inesperadamente se aparecía en la del café Vista Alegre, en San Lázaro y Belascoaín. La última vez que hablé con él, interesantísimo personaje, venía de la peña que se formaba en la barbería de Galiano y Virtudes, después de asistir la noche anterior a las de la casa de Ramoncito García. Le gustaba ir a la de Sirique en la Esquina de Tejas, y el arroz con frijoles que hacían en La Bodeguita del Medio.

Artículo de Rosendo Rosell en el Diario Las Américas,
30 de agosto de 2007

La Bayamesa en las voces de Clara y Mario:
http://www.youtube.com/watch?v=S2cPFVkvBXc

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