Los últimos dos diarios
de Carlos Manuel de Céspedes
de Carlos Manuel de Céspedes
Enrique Ros
Carlos Manuel de Céspedes era meticuloso y cuidadoso en llevar sus diarios. De los cinco que escribió sólo uno se conoció, el segundo, durante muchos años. Del primero sólo se supo de su existencia por una las cartas en que el Padre de la Patria le escribió a su esposa, Ana de Quesada, informándole que se lo estaba enviando; pero nunca apareció. El tercero, hasta hoy, no ha sido encontrado.
Afortunadamente para la historia, sus dos últimos diarios que llevó hasta la mañana en que horas más tarde perdería su vida ya se han dado a conocer. El 27 de febrero de 1874 cuando solitario y abandonado se enfrentó a una cuadrilla española, comandada por un Capitán del Regimiento de San Quintín se apropia éstos, en la humilde choza que le servía de abrigo y refugio al Hombre de la Demajagua. Quedaron en manos enemigas aquellos papeles que eran los dos últimos Diarios del Primer Ciudadano de la República en Armas.
Un subalterno, -cualquiera que fuese su nombre- de aquel capitán de aquella cuadrilla vendió al Mayor General Julio Sanguily aquellos valiosos documentos que debieron haber sido parte, desde el primer momento, de nuestro Patrimonio Nacional. Julio lo conservaba como un tesoro. Años antes de morir en 1906 lo cede a su hermano Manuel que en la guerra emancipadora había alcanzado el grado de coronel del Ejército Libertador.
Ya, antes, Ana de Quesada, la viuda de Carlos Manuel, se había dirigido con gran respeto, al distinguido Coronel Manuel Sanguily y en su elegante estilo le solicita que le hiciese llegar a ella, como viuda del Mártir de San Lorenzo, dichos documentos.
Pero Manuel en manera delicada, pero firme, rechazó la solicitud de la viuda que residía, entonces, el extranjero.
El Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, en su obra “El Diario Perdido” recoge ese intercambio epistolar entre la viuda, fiel asistente de su difunto esposo, y el sobresaliente combatiente cubano. Le dice Ana a Sanguily en carta del 4 de julio de 1894: “Apelo a su caballerosidad y buen corazón de patriota cubano obtener dicho “Diario” para poder complementar religiosamente la voluntad que en él y sobre él expresa”.
A esta petición respondería Sanguily:
“Habiendo sido ocupados estos Diarios en el rancho de Carlos Manuel de Céspedes entraron en la categoría de botín legítimo de guerra y, de manos del enemigo los adquirió mi hermano Julio con dinero; esto es, legítimamente y de manos de él los obtuve yo”.
Ana de Quesada, mujer culta, inteligente, entregada en pasión amorosa y patriótica al hombre que en su juventud se había entregado, le responde dignamente: “calificar de “botín legítimo de guerra” lo comprendería de los labios de un español pero no de un cubano que, como usted, ha mostrado una lealtad inexorable al pasado, de un puritanismo tan austero como honroso. La legalidad no es siempre justicia”.
En mi reciente obra “Céspedes: De Yara a San Lorenzo” tuve el privilegio de dar a conocer a la comunidad exiliada y a todos los interesados en la historia, muchas de las anotaciones que Carlos Manuel de Céspedes hizo constar en esos dos Diarios que había iniciado el viernes, 25 de julio de 1873 y terminado el día de su muerte el viernes 27 de febrero de 1874.
Fueron éstos los días más cruciales y dolorosos para el Padre de la Patria que va narrando las conspiraciones que contra él se van fraguando y las maquinaciones para modificar la Constitución de Guáimaro que, a su juicio, se están realizando; así como las decisiones, que muchas veces se toman sin mayoría y sin quórum.
Es, por primera vez, que la comunidad exiliada puede conocer, en palabras manuscritas de Céspedes, sus ideas, sus sufrimientos, en esos tormentosos meses. Me complace haberlos puesto al alcance de cualquier lector interesado en estos temas patrios que son vastos e inéditos. Hoy en este libro, están al alcance de todos.
Al concluir mi libro de “Céspedes: De Yara a San Lorenzo” tuve el privilegio de recibir varias llamadas y mantener correspondencia con Don Franco Antemoro de Céspedes, el biznieto de Carlos Manuel de Céspedes, residiendo en Ginebra, elogiando y agradeciendo en su nombre, el de su familia y de la historia cubana, la fidelidad conque fue narrada la vida y las vicisitudes de nuestro Padre de la Patria.
Quiero repetir, nuevamente, que yo no recibo, ni he recibido, jamás, compensación económica por ninguna de mis quince obras publicadas. Es este último libro “Céspedes: De Yara a San Lorenzo”, como todos los anteriores, mi modesto aporte en escribir una historia equilibrada, libre de los prejuicios y antagonismos que, lamentablemente, siempre nos han dividido.
Enrique Ross
Diario Las Américas
Foto: Google
Carlos Manuel de Céspedes era meticuloso y cuidadoso en llevar sus diarios. De los cinco que escribió sólo uno se conoció, el segundo, durante muchos años. Del primero sólo se supo de su existencia por una las cartas en que el Padre de la Patria le escribió a su esposa, Ana de Quesada, informándole que se lo estaba enviando; pero nunca apareció. El tercero, hasta hoy, no ha sido encontrado.
Afortunadamente para la historia, sus dos últimos diarios que llevó hasta la mañana en que horas más tarde perdería su vida ya se han dado a conocer. El 27 de febrero de 1874 cuando solitario y abandonado se enfrentó a una cuadrilla española, comandada por un Capitán del Regimiento de San Quintín se apropia éstos, en la humilde choza que le servía de abrigo y refugio al Hombre de la Demajagua. Quedaron en manos enemigas aquellos papeles que eran los dos últimos Diarios del Primer Ciudadano de la República en Armas.
Un subalterno, -cualquiera que fuese su nombre- de aquel capitán de aquella cuadrilla vendió al Mayor General Julio Sanguily aquellos valiosos documentos que debieron haber sido parte, desde el primer momento, de nuestro Patrimonio Nacional. Julio lo conservaba como un tesoro. Años antes de morir en 1906 lo cede a su hermano Manuel que en la guerra emancipadora había alcanzado el grado de coronel del Ejército Libertador.
Ya, antes, Ana de Quesada, la viuda de Carlos Manuel, se había dirigido con gran respeto, al distinguido Coronel Manuel Sanguily y en su elegante estilo le solicita que le hiciese llegar a ella, como viuda del Mártir de San Lorenzo, dichos documentos.
Pero Manuel en manera delicada, pero firme, rechazó la solicitud de la viuda que residía, entonces, el extranjero.
El Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, en su obra “El Diario Perdido” recoge ese intercambio epistolar entre la viuda, fiel asistente de su difunto esposo, y el sobresaliente combatiente cubano. Le dice Ana a Sanguily en carta del 4 de julio de 1894: “Apelo a su caballerosidad y buen corazón de patriota cubano obtener dicho “Diario” para poder complementar religiosamente la voluntad que en él y sobre él expresa”.
A esta petición respondería Sanguily:
“Habiendo sido ocupados estos Diarios en el rancho de Carlos Manuel de Céspedes entraron en la categoría de botín legítimo de guerra y, de manos del enemigo los adquirió mi hermano Julio con dinero; esto es, legítimamente y de manos de él los obtuve yo”.
Ana de Quesada, mujer culta, inteligente, entregada en pasión amorosa y patriótica al hombre que en su juventud se había entregado, le responde dignamente: “calificar de “botín legítimo de guerra” lo comprendería de los labios de un español pero no de un cubano que, como usted, ha mostrado una lealtad inexorable al pasado, de un puritanismo tan austero como honroso. La legalidad no es siempre justicia”.
En mi reciente obra “Céspedes: De Yara a San Lorenzo” tuve el privilegio de dar a conocer a la comunidad exiliada y a todos los interesados en la historia, muchas de las anotaciones que Carlos Manuel de Céspedes hizo constar en esos dos Diarios que había iniciado el viernes, 25 de julio de 1873 y terminado el día de su muerte el viernes 27 de febrero de 1874.
Fueron éstos los días más cruciales y dolorosos para el Padre de la Patria que va narrando las conspiraciones que contra él se van fraguando y las maquinaciones para modificar la Constitución de Guáimaro que, a su juicio, se están realizando; así como las decisiones, que muchas veces se toman sin mayoría y sin quórum.
Es, por primera vez, que la comunidad exiliada puede conocer, en palabras manuscritas de Céspedes, sus ideas, sus sufrimientos, en esos tormentosos meses. Me complace haberlos puesto al alcance de cualquier lector interesado en estos temas patrios que son vastos e inéditos. Hoy en este libro, están al alcance de todos.
Al concluir mi libro de “Céspedes: De Yara a San Lorenzo” tuve el privilegio de recibir varias llamadas y mantener correspondencia con Don Franco Antemoro de Céspedes, el biznieto de Carlos Manuel de Céspedes, residiendo en Ginebra, elogiando y agradeciendo en su nombre, el de su familia y de la historia cubana, la fidelidad conque fue narrada la vida y las vicisitudes de nuestro Padre de la Patria.
Quiero repetir, nuevamente, que yo no recibo, ni he recibido, jamás, compensación económica por ninguna de mis quince obras publicadas. Es este último libro “Céspedes: De Yara a San Lorenzo”, como todos los anteriores, mi modesto aporte en escribir una historia equilibrada, libre de los prejuicios y antagonismos que, lamentablemente, siempre nos han dividido.
Enrique Ross
Diario Las Américas
Foto: Google
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