50º Anivesario
de una fecha luctuosa
Ana Dolores García
Se cumplen hoy cincuenta años del
fusilamiento en la ciudad de Camagüey de Alberto Fernández Medrano, Marcelino
Martínez Tapia y Manuel Paradela Gómez. Un hecho que conmocionó a la comunidad
camagüeyana, que fue un alarde de prepotencia y una muestra del empeño del régimen
castrista en imponerse mediante el terror. Es por ello que vueve hoy a las páginas virtuales de este blog el relato de aquel aciago crimen. ¿Podemos pensar que su sangre y la de tantos otros mártires se haya derramado en vano? No, no podemos. Olvidar: ¡nunca!
Las tres víctimas de ese funesto
empeño fueron tres figuras conocidísimas por su hombría de bien y su merecido
prestigio, ganado a través de sus actividades cívicas y profesionales. Pagaron
con sus vidas precisamente por eso, y fueron convertidos en símbolo y seña de
escarmiento.
Seña y símbolo de que el régimen no hacía concesiones, no ya a sus enemigos, sino ni siquiera a sus no simpatizantes. Seña y símbolo de que no le amedrentaban nombres más o menos populares o prestigiosos y de que no le importaba que corriera sangre de justos para lograr la consecución de sus planes de afianzarse en el poder.
Seña y símbolo de que el régimen no hacía concesiones, no ya a sus enemigos, sino ni siquiera a sus no simpatizantes. Seña y símbolo de que no le amedrentaban nombres más o menos populares o prestigiosos y de que no le importaba que corriera sangre de justos para lograr la consecución de sus planes de afianzarse en el poder.
Marcelino Martínez Tapia, conocido por
sus amigos como "Pajusa",
había nacido en Santa Cruz del Sur el 25 de septiembre de 1915 y era hijo de
Antonio Martínez Bárgaza, político y terrateniente muy respetado en la zona, y
de su esposa Adela Tapia. Al igual que Fernández Medrano, escogió la abogacía
como actividad profesional y ejerció como Abogado y Notario en su bufete de la
calle General Gómez casi esquina a Cisneros. También triunfó en la política, y
había sido un honrado y digno Representante a la Cámara.
Miembro de una familia de sólidos
principios cristianos, católica practicante y de gran aprecio en la comunidad,
Marcelino Martínez Tapia fue un hombre cabal, generoso, jovial y siempre presto
a la ayuda. Esta su ascendencia popular, no sólo en la ciudad de Camagüey, sino
en toda la amplia zona de Santa Cruz del Sur, donde su familia -y personalmente
él-, siempre fueron muy queridos, selló su suerte. Fue detenido el 5 de abril
junto a Fernández Medrano y Paradela, y 52 días después, luego de un juicio
sumarísimo, fusilado inmediatamente en la madrugada del 2 de junio de 1964. Su
cuerpo fue entregado a su familia con la condición de que le enterraran en
Santa Cruz del Sur en presencia de tres familiares solamente.
Alberto Fernández Medrano nació en la
ciudad de Camagüey, hijo de Alberto Fernández y de su esposa Leonor Medrano.
Era abogado de profesión y un hombre bueno por convicción. Desde muy joven se
inició en el Leonismo, asociación internacional que patrocina obras de
beneficio social. Su capacidad y simpatía pronto le llevaron a ocupar altos
cargos en dicha institución: miembro del Comité de Relaciones Internacionales
durante los años 1957 y 1958, Gobernador del Distrito C-5, Consejero
Internacional, Presidente del Club de Camagüey... Unidas a esa agotadora
actividad estaban la de la atención de la finca de sus padres y su carrera de
abogado, que ejercía plenamente en nuestra ciudad.
Joven, afable y respetado por todos,
su figura no podía pasar desapercibida al régimen, que desconfiaba sobre todo
de sus muchos contactos internacionales. Fue involucrado en una de las
numerosas causas criminales orquestadas por la "justicia
revolucionaria" a supuestos "agentes de la CIA", condenado a
muerte y fusilado el 2 de junio de 1964.
Manuel Paradela Gómez fue un hombre de
pueblo que a fuerza de tesón y esfuerzos logró formar una empresa importante.
Nació en España el 20 de mayo de 1920, pero su familia se trasladó a Camagüey
cuando contaba sólo con cuatro años y se hizo un camagüeyano más. Padeció
poliomelitis cuando niño y supo de sacrificios y de trabajos. Al morir su padre
se hizo cargo del camión con que éste buscaba el sustento de la familia sacando
arena de río para venderla a contratistas. Hombre emprendedor e incansable, fue
agrandando paulatinamente el negocio hasta contar con una flotilla de camiones.
Fue, como Fernández Medrano y Martínez
Tapia, un apasionado de las actividades cívicas. Como ellos, perteneció al Club
de Leones de Camagüey. Además, fue fundador de la Logia Independencia 81 de los
Caballeros de la Luz, de la que llegó a ser Luminar. Formó parte de la
Directiva de la Colonia Española de Camagüey, y colaboró eficazmente en
"Acción Cívica Camagüeyana". Con su familia, fue miembro de la
Iglesia Espiscopal de San Pablo.
Hombre humilde, trabajador, de amplio
reconocimiento público y ejemplo fehaciente de lo que se puede lograr a través
del propio esfuerzo, corrió la misma suerte de Marcelino y Alberto ante el
pelotón de fusilamiento el 2 de junio de 1964. Como los de ellos, eran muy
notorios sus méritos y su popularidad. No se les podía permitir que hicieran
sombra.
Al conmemorar el cincuentenario de
la inmolación e injusta muerte de estos tres hombres ejemplares, llegue al
infinito un respetuoso recuerdo, una plegaria porque pronto en nuestra Patria
se pueda vivir en armonía y paz.
Y en libertad.
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