Los belenes o nacimientos
Pedro José Ynaraja
El hombre es un ser comunicativo, o pretende serlo. Sus sentimientos, también el religioso, deben expresarse fuera de uno mismo. Encerrarlos en la intimidad es un amago de autismo. La preparación del belén o nacimiento debe responder a esta peculiaridad humana. Durante los días de Navidad debe centrar la piedad familiar. Preparado con ilusión y la máxima maestría posible, debe ser el lugar donde se canten villancicos y finalice la convivencia familiar diaria. Añadir una oración no es ningún lujo. En su elaboración pueden seguirse dos criterios.
1º. Reflejar lo más fielmente posible el paisaje, vestidos y edificios de aquel tiempo. A este respecto quisiera recordar que en el Israel de entonces no existían las cúpulas como remate de edificios. Que la chumbera, llegada de México, evidentemente, tampoco. Que, a pesar de lo que diga un bello libro, editado en Israel y España, que una de las ocupaciones de la mujer era moler el grano de trigo, cebada y maíz, hay que recordar que este último cereal llegó unos siglos más tarde, también de América.
Simular nieve no es ningún engaño. Hace pocos años nevó en el mismo Neguev y en Jericó y en los tiempos bíblicos también ocurrió este fenómeno por aquellas tierras. Ser fiel a este criterio, en algunos casos, cuesta muy poco.
2º. Otro criterio, diferente, que no contrario, es, prescindiendo de los criterios estéticos anteriormente explicados, acudir a figuras ataviadas de la manera campesina tradicional del entorno donde se monta, que las casas correspondan a como eran las rurales nuestras y los utensilios de trabajo sean los propios de nuestra cultura. No hay duda que son estos los que los niños pequeños mejor entienden y en los que más fácilmente se ambientan.
Cada pueblo elabora sus belenes o nacimientos a su modo y este es uno de los atractivos y encanto de los que uno encuentra en los domicilios cristianos. Gracias a Dios, lo digo por experiencia, en mi familia, limitadas nuestras posibilidades por las limitaciones económicas de la post guerra, nunca faltó el belén, con ingenuas incoherencias de tamaños de las figuras que de ninguna manera hubieran sido capaces de pasar por las diminutas puertas de las casitas y otros errores.
Lo que nunca debe olvidarse es el poner de relieve la centralidad de la figura del Niño Jesús y recalcar su protagonismo. Es una catequesis fundamental. Tampoco deben faltar los villancicos y la oración. Se cultiva así una Fe y devoción ingenua, humilde, que debe hacer referencia a un hecho histórico verdadero. Para nada semejante a un héroe imaginario, por bonito que sea y se llame Pulgarcito o Blancanieves. Debe evitarse, evidentemente, figuras de mal gusto que banalizan y desentonan, por muy comerciales que resulten, como el “caganer” [*] que, por mucho que se diga, ni es tradicional ni fruto de la genialidad catalana, que algo respecto al personajillo tengo estudiado.
[*] Sustituto tradicional de Santa Claus en Cataluña
Recogido de www.betania.es
El hombre es un ser comunicativo, o pretende serlo. Sus sentimientos, también el religioso, deben expresarse fuera de uno mismo. Encerrarlos en la intimidad es un amago de autismo. La preparación del belén o nacimiento debe responder a esta peculiaridad humana. Durante los días de Navidad debe centrar la piedad familiar. Preparado con ilusión y la máxima maestría posible, debe ser el lugar donde se canten villancicos y finalice la convivencia familiar diaria. Añadir una oración no es ningún lujo. En su elaboración pueden seguirse dos criterios.
1º. Reflejar lo más fielmente posible el paisaje, vestidos y edificios de aquel tiempo. A este respecto quisiera recordar que en el Israel de entonces no existían las cúpulas como remate de edificios. Que la chumbera, llegada de México, evidentemente, tampoco. Que, a pesar de lo que diga un bello libro, editado en Israel y España, que una de las ocupaciones de la mujer era moler el grano de trigo, cebada y maíz, hay que recordar que este último cereal llegó unos siglos más tarde, también de América.
Simular nieve no es ningún engaño. Hace pocos años nevó en el mismo Neguev y en Jericó y en los tiempos bíblicos también ocurrió este fenómeno por aquellas tierras. Ser fiel a este criterio, en algunos casos, cuesta muy poco.
2º. Otro criterio, diferente, que no contrario, es, prescindiendo de los criterios estéticos anteriormente explicados, acudir a figuras ataviadas de la manera campesina tradicional del entorno donde se monta, que las casas correspondan a como eran las rurales nuestras y los utensilios de trabajo sean los propios de nuestra cultura. No hay duda que son estos los que los niños pequeños mejor entienden y en los que más fácilmente se ambientan.
Cada pueblo elabora sus belenes o nacimientos a su modo y este es uno de los atractivos y encanto de los que uno encuentra en los domicilios cristianos. Gracias a Dios, lo digo por experiencia, en mi familia, limitadas nuestras posibilidades por las limitaciones económicas de la post guerra, nunca faltó el belén, con ingenuas incoherencias de tamaños de las figuras que de ninguna manera hubieran sido capaces de pasar por las diminutas puertas de las casitas y otros errores.
Lo que nunca debe olvidarse es el poner de relieve la centralidad de la figura del Niño Jesús y recalcar su protagonismo. Es una catequesis fundamental. Tampoco deben faltar los villancicos y la oración. Se cultiva así una Fe y devoción ingenua, humilde, que debe hacer referencia a un hecho histórico verdadero. Para nada semejante a un héroe imaginario, por bonito que sea y se llame Pulgarcito o Blancanieves. Debe evitarse, evidentemente, figuras de mal gusto que banalizan y desentonan, por muy comerciales que resulten, como el “caganer” [*] que, por mucho que se diga, ni es tradicional ni fruto de la genialidad catalana, que algo respecto al personajillo tengo estudiado.
[*] Sustituto tradicional de Santa Claus en Cataluña
Recogido de www.betania.es
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