Ana Dolores García
Johann Strauss II escribió En el bello Danubio Azul para un encargo que le había hecho el director de la más importante coral de Viena. Se acercaba el carnaval y la coral necesitaba algo «vivo y alegre». El vals sería cantado, pero Strauss solamente se encargaría de la música.
Fue nada menos que el comisario de Policía de Viena quien se ocupó de escribir la letra. Militar al fin, no pudo dejar de lamentar el descalabro austriaco en la Guerra de las Seis Semanas habida el año anterior. Su sentimiento derrotista se reflejó en la letra del vals y esto no fue del agrado de los integrantes de la Coral que, al igual que su Director, esperaban y deseaban «algo vivo y alegre». Así y todo, el vals se estrenó en la noche del 13 de febrero de 1867 sin penas ni glorias. Hasta el mismo Strauss llegó a exclamar: «¡Que el diablo se lleve el dichoso vals!».
Pero no fue el diablo sino el propio Strauss quien lo llevó a París en el verano de aquel año, en ocasión de la Exposición Universal. Si bien sólo llevó la partitura sin aquella letra mustia que lo afeaba. Strauss hizo saltar las notas a veces vibrantes a veces suaves y melódicas del vals, las que resonaron en todo su esplendor. De allí a Londres, al mismísimo Covent Garden, invitado especial del Príncipe de Gales que ya sabía de sus triunfos y de su fama en los salones palaciegos de Viena.
Johann Strauss era hijo de otro popular compositor vienés, Johann Strauss I, y compartía el talento musical de la familia con sus hermanos Josep y Eduard. Sin embargo, sobresalió entre ellos por la amplitud de la lista de sus obras y la calidad de las mismas: quince operetas, alguna que otra ópera y un ballet; polkas, marchas y decenas y decenas de valses. Fue Johann Strauss quien hizo al vals digno de sonar en los salones de los Habsburgo y que dejara de ser un simple baile campesino.
Su opereta cómica El Murciélago es un clásico imprescindible en la Noche Vieja vienesa, al igual que lo es el Danubio en el concierto en la tarde del primer día del nuevo año. Porque siglo y medio después de haber sido concebido por este genio musical, En el bello Danubio Azul se ha convertido en una especie de himno nacional de Viena, y porque es, nadie lo duda, el más popular de los casi cuatrocientos valses compuestos por Johann Strauss.
Fue nada menos que el comisario de Policía de Viena quien se ocupó de escribir la letra. Militar al fin, no pudo dejar de lamentar el descalabro austriaco en la Guerra de las Seis Semanas habida el año anterior. Su sentimiento derrotista se reflejó en la letra del vals y esto no fue del agrado de los integrantes de la Coral que, al igual que su Director, esperaban y deseaban «algo vivo y alegre». Así y todo, el vals se estrenó en la noche del 13 de febrero de 1867 sin penas ni glorias. Hasta el mismo Strauss llegó a exclamar: «¡Que el diablo se lleve el dichoso vals!».
Pero no fue el diablo sino el propio Strauss quien lo llevó a París en el verano de aquel año, en ocasión de la Exposición Universal. Si bien sólo llevó la partitura sin aquella letra mustia que lo afeaba. Strauss hizo saltar las notas a veces vibrantes a veces suaves y melódicas del vals, las que resonaron en todo su esplendor. De allí a Londres, al mismísimo Covent Garden, invitado especial del Príncipe de Gales que ya sabía de sus triunfos y de su fama en los salones palaciegos de Viena.
Johann Strauss era hijo de otro popular compositor vienés, Johann Strauss I, y compartía el talento musical de la familia con sus hermanos Josep y Eduard. Sin embargo, sobresalió entre ellos por la amplitud de la lista de sus obras y la calidad de las mismas: quince operetas, alguna que otra ópera y un ballet; polkas, marchas y decenas y decenas de valses. Fue Johann Strauss quien hizo al vals digno de sonar en los salones de los Habsburgo y que dejara de ser un simple baile campesino.
Su opereta cómica El Murciélago es un clásico imprescindible en la Noche Vieja vienesa, al igual que lo es el Danubio en el concierto en la tarde del primer día del nuevo año. Porque siglo y medio después de haber sido concebido por este genio musical, En el bello Danubio Azul se ha convertido en una especie de himno nacional de Viena, y porque es, nadie lo duda, el más popular de los casi cuatrocientos valses compuestos por Johann Strauss.
Ana Dolores García
Monumento a Strauss, Parque Stadtpark, Viena: Google
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