Deborah Sampson, la mujer que
-según Meryl Streep-
inspira a Hillary Clinton
ABC, Madrid
Se
empeñó en que la llamaran Robert
Shurtleff, pero al final pasó a la historia como Deborah Sampson, su nombre original. En la última convención
demócrata, la que ha convertido a Hillary Clinton en la primera mujer aspirante
a la presidencia de Estados Unidos, (¿?) Meryl
Streep recuperó la identidad de esta dama del siglo XVIII: «Nos queda
fuerza dentro, ¿verdad?», se preguntó la actriz. «¿Qué hace falta para ser la
primera mujer en algo? Tener valor. Determinación.
Deborah Sampson fue la primera en recibir una bala por nuestro país».
La mención de Meryl Streep no es casual, pues
Deborah Sampson es el equivalente americano de Agustina de Aragón. Deborah tuvo la valentía de combatir en la
Guerra de Independencia contra los ingleses 1775-1783), lo hizo durante 17
meses y haciéndose llamar Robert Shurtleff. Así, vestida de hombre, se ganó la
admiración de todas las mujeres.
Como
ocurre con los toreros, sus hazañas bélicas se cuentan por heridas de guerra.
Cada cicatriz, una medalla. Deborah participó de numerosas escaramuzas durante
la Guerra de Independencia
contra los ingleses. Un mal día, en el campo de batalla, sufrió dos heridas de
bala y un corte en la frente. Estuvo a punto de morir, e incluso pidió a sus
compañeros que la abandonasen a su suerte, Pero un soldado la recogió en su
caballo y consiguió salvarse.
A Deborah le quedó una bala en la pierna para siempre y la sensación de haber cumplido por su país. En el pelotón la conocían como «Molly», que significa algo así como «la niña». No está claro si se lo decían por ser imberbe o porque en el fondo sabían de su condición femenina.
A Deborah le quedó una bala en la pierna para siempre y la sensación de haber cumplido por su país. En el pelotón la conocían como «Molly», que significa algo así como «la niña». No está claro si se lo decían por ser imberbe o porque en el fondo sabían de su condición femenina.
En el último verano de contienda, el secreto
de Deborah (Robert para sus compañeros) se vino abajo. Tal y como se explica en
el libro «Masquerade: The life and
times of Deborah Sampson», la valiente soldado enfermó y fue atendida
por el doctor Bernabé Binney. Deborah se desvistió y descubrió la tela que
utilizaba para minimizar sus curvas. El doctor le guardó el secreto, pero a
cambio la llevó a su casa para que la atendiera su mujer y otra enfermera.
El
atrevimiento de Deborah Sampson se entiende mejor (o no), tras conocer las
líneas maestras de su juventud. Su madre era bisnieta de un gobernador, vivían
relativamente bien pero no contaban con una figura paterna. Deborah creció pensando que su padre
desapareció cuando en verdad les abandonó para marcharse con otra mujer al
condado de Lincoln.
Según su biógrafo, Deborah era una mujer más
alta de lo normal, superaba el metro
setenta y no tenía demasiado pecho. Sin su padre cerca, se ganó la vida
trabajando como criada. Su madre murió pronto y se decidió alistarse al
Ejército para participar en los últimos 17 meses de guerra. Cuenta su biógrafo
Hermann Mann, autor de «The female
review: life of Deborah Sampson», que cuando terminó la contienda
Deborah obtuvo una pensión de 8 dólares mensuales.Por contra, su marido, que
ejercía de enfermero y nunca pisó el campo de batalla, recibió un paga diez
veces superior.
Los dos fueron moderadamente pobres. A
comienzos del siglo XIX Deborah comenzó a dar conferencias explicando su
trayectoria, convertida en un ejemplo que ha sobrevivido al paso del tiempo.
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