La Innegociable Libertad
Vicente Echerri
El anuncio del presidente
Obama en el día de ayer respecto al cambio de la política de Estados Unidos
hacia Cuba ha sorprendido, consternado y enfurecido a vastos sectores del
exilio cubano. Nuestro aliado de más de medio siglo decide legitimar, con su
pleno reconocimiento diplomático, a una tiranía incorregible, a la cual,
además, le libera tres espías convictos que cumplían grandes condenas en este
país. Si los reveses políticos fueran dignos de luto, éste sería para llevarlo:
el 17 de diciembre debe consignarse de ahora en adelante entre los nuestros
como una fecha infausta.
El senador Marco Rubio ha
catalogado de “ingenua” la acción política de Obama, y de veras lo sería si el
Presidente creyera que esta movida hacia el castrismo puede abrir las puertas
de la democracia y otorgarles a los cubanos derechos políticos —conculcados y
reprimidos durante tanto tiempo— que encontrarían en el cambio de actitud de
Washington un instrumento para reafirmarse. Yo no creo en la ingenuidad del
Presidente que, de ser cierta, podría tacharse más bien de estupidez. No creo
que se haga ilusiones respecto a Cuba, y lo obvio es que, para justificar su
decisión, haya invocado los consabidos ejemplos de China y Vietnam, países con
los que Estados Unidos sostiene relaciones diplomáticas y comerciales de primer
orden pese a seguir siendo regímenes totalitarios de partido único.
Creo más bien que el
Presidente, de la manera más cínica, quiere desmontar una situación que juzga
como reliquia de la guerra fría: la de un país arruinado por el modelo
económico socialista al que aspira a incorporar a la economía capitalista sin
tocar en absoluto el entramado del poder político ni la estabilidad de los que
mandan. Con ello lograría reanimar una región económica, aprovechando —en pro
de las ávidas transnacionales— una población emprendedora, capacitada y
obediente y, de rebote, congraciarse con los gobiernos latinoamericanos.
Si
esta apertura logra, como es de esperar, mayor flujo de información, mayores
empleos, inversiones de capital foráneo, reconstrucción de la arruinada
infraestructura, prosperidad, en una palabra, para el pueblo cubano, todo lo
cual es posible, pues mucho mejor. Hasta disminuiría sensiblemente el flujo
migratorio hacia Estados Unidos y Cuba podría ser nuevamente la “tacita de oro”
de la que tantos hablan.
Aquellos de nosotros que
crean que no es posible la reanimación económica de Cuba sin la restauración de
la democracia sufren el error común de confundir el sistema democrático con el
capitalismo, cuando, si bien es cierto que el primero no es concebible sin el
segundo, éste puede prescindir absolutamente de aquél, como lo han demostrado
sobradamente incontables regímenes autoritarios y algunos de los más eficientes
totalitarismos contemporáneos. El fascismo consiste precisamente en el maridaje
del partido único con el gran capital.
Con sus nuevas medidas, el presidente
Obama ha allanado el camino del fascismo para el pueblo cubano. Lo peor de todo
es que muchos cubanos, sobre todo de los que viven en la isla, puede que se
sientan felices con esa perspectiva: prosperidad sin libertad; en definitiva,
la mayoría ha vivido sin ella durante toda su vida.
Los que aspiramos a una
nación de derechos, de múltiples iniciativas políticas, de genuinas consultas
populares, de libertades de asociación y de expresión, este arreglo —que daría
lugar, en el mejor de los casos, a un despotismo exitoso— no puede menos que
ensombrecernos. Sólo la precariedad de la gestión económica del socialismo
real, ineficiente por naturaleza, minado por la torpeza típica de un sistema
que agrede el natural anhelo de lucro de los humanos, podía dar esperanzas a
los cambios políticos. El fascismo que se asoma en el horizonte de mi querido
país puede aplazar la democracia por lo menos otra generación.
El ensombrecimiento no debe,
sin embargo, traducirse en derrota —ni en frustración cuando presenciemos el
desfile de empresarios cubanos del exilio que, con la falta de escrúpulos que
ostentan muchos de su clase, acudan en la primera oportunidad a hacer negocios
con los verdugos de su patria. Quedan aún los que nunca transigiremos con la
mafia crapulosa que se apoderó de Cuba por engaño y por fuerza, los que nunca
nos avendremos con el secuestro de la libertad por la cual nuestros próceres
fundadores dieron su fortuna y su sangre.
© Echerri 2014
Reproducido de El Nuevo
Herald
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