El misterio
de los círculos
en los
campos de cultivo
Los círculos en el pasto o círculos en
las cosechas, son dibujos que aparecen en campos de cultivo de trigo, maíz
u otros cereales. El registro más
antiguo de un círculo en un cultivo se encuentra en Inglaterra, en un folleto
publicado el 22 de agosto de 1678, con el nombre de “The Mowing-Devil” (El
diablo cosechador), que muestra a un demonio cortando un gran círculo en el
cultivo. El agricultor que dio testimonio para el artículo publicado aseguró haber
visto al mismo Diablo segando el trigo.
El fenómeno actual comenzó en el año 1991, cuando
aparecieron los primeros círculos en Winchester (Reino Unido) y los medios informativos se hicieron eco de
la noticia.
Estos primeros círculos eran
simples, de apenas 9 o 10 metros de diámetro, pero con el paso de los años se
volvieron más complejos y numerosos. Ya en los años ochenta el fenómeno se trasladó a otros países como
Alemania, Nueva Zelanda, etc.
Desde la primera aparición de los círculos en los
cultivos se ha especulado con varias opciones sobre la autoría de los mismos.
Una es la de procedencia extraterrestre, que intentarían contactar a través de
estas figuras. Otra opción es la creación humana, que realizaría los círculos
por las noches sin ser vistos.
Esta hipótesis baraja que los círculos son
simplemente creados por el hombre durante la noche con diversos fines como
burla, manera de ganar dinero, diversión, creatividad, etc. Es la hipótesis que
comparten escépticos y la mayoría de auto declarados "hacedores de
círculos" y agricultores afectados.
«Los extraterrestres parecen
estar al tanto de las leyes británicas, porque ningún ovni ni ningún orbitrón
de plasma se ha dejado caer por la campiña inglesa durante el brote de fiebre
aftosa», ironizaba Michael Wright el 17 de junio de 2001, en The Sunday Times.
Una vez levantada la prohibición de acceso a carreteras y caminos rurales
impuesta para evitar la difusión del mal, los pictogramas florecieron. A
mediados de agosto, Tim Carson, un granjero de Wiltshire, descubrió una figura
en su propiedad y tuvo claro, desde el primer momento, que no era cosa de
marcianos. «Recibí una llamada en la que me preguntaron si los caminos estaban
ya abiertos al público. Dije que sí y aquella noche apareció un círculo de los
sembrados», declaró en una entrevista a la BBC de Londres.
En 1991
Doug Bower y Dave Chorley se adjudican la autoría de los primeros círculos
aparecidos durante mediados de los años setenta, mostrando detalladamente a la prensa cómo los
realizaron.
El condado de Wiltshire -en el
que se levantan los monumentos megalíticos de Stonehenge y Avebury- es la
Disneylandia de la cerealogía, que debe su nombre a Ceres, la diosa romana de
la agricultura. Allí comenzó todo a mediados de la década de 1970 y allí se
encontró la otra formación que, junto a las de Chibolton, causó sensación el
año pasado: una espiral de seis brazos, compuesta por 409 círculos y que
ocupaba 45.000 metros cuadrados de un trigal de Milk Hill.
John Lundberg, un diseñador
gráfico londinense de 33 años, calcula que el complejo pictograma pudo exigir
de sus creadores unas tres horas de intenso trabajo nocturno. Lo dice con
conocimiento de causa: forma parte de uno de los grupos que, desde hace años,
reivindican la paternidad de los círculos.
«Cuando, en 1991, Doug Bower y
Dave Chorley confesaron que habían estado haciendo círculos durante quince
años, el interés popular cayó en picado. Entonces -recuerda Lundberg-, nos
propusimos elevarlo otra vez haciendo formaciones tan grandes y complejas que
la gente volviera a preguntarse: ‘¿Es posible que estas cosas sean obra humana?’».
Desde que el diario The Wiltshire Times
se hizo eco del primer pictograma hace veintidós años, la complejidad de las
formaciones ha ido en aumento. Las primeras llevaban a Bower y Chorley pocos
minutos. Eran fáciles de hacer: uno de ellos se plantaba sobre el terreno, a
modo de poste, con una cuerda o cinta de agrimensor a cuyo otro extremo estaba
su cómplice. Este último caminaba entonces alrededor de su compañero, cual
brazo móvil de un compás humano, dibujando un círculo de plantas tumbadas.
Aplastaba el cereal con los pies, apoyándolos en un tablón que sujetaba con las
manos, gracias a sendas cuerdas. Los dibujos de ahora son bastante más
complicados, pero la técnica es la misma.
Bromistas impenitentes
Los dos vecinos de Southampton
se lo pasaron en grande durante tres lustros. Diseñaban figuras cada vez más
llamativas no sólo para superarse en su arte, sino también para entusiasmar o
crear dolores de cabeza a los cereálogos,
un peculiar tgrupo e científicos que recorría la campiña a la caza de dibujos.
Bower llegó a acompañar a los expertos en sus visitas a los pictogramas y tomar
nota de sus teorías para hacerlas realidad o ponerlas en entredicho. Así,
cuando un cereálogo achacaba que las
plantas aparecieran tumbadas siempre en un mismo sentido a la acción de
tornados o vórtices de plasma, la pareja creaba una figura con el cereal
aplastado en sentido contrario o con círculos satélites.
Dentro de la comunidad cerealógica destacaron pronto tres
personajes por su capacidad de rentabilizar el fenómeno: los ingenieros Colin
Andrews y Pat Delgado, y el meteorólogo Terence Meaden. Las continuas bromas de
Bower y Chorley les volvieron locos. Al final, en septiembre de 1991, todo se
fue abajo. Unos periodistas del diario Today
enseñaron a Delgado una figura y éste se deshizo en elogios. «¡Es fantástico!»,
dijo, antes de añadir que no podía ser obra humana. Cuando los reporteros le
presentaron a los dos artistas, dos sesentones, la tierra se abrió bajo los
pies del cereálogo. «La gran broma ha
terminado. Dos espabilados nos han engañado», concluyó. Pero la broma no había
hecho nada más que comenzar.
«Lo que me fascina son los
mitos y el folclore que han surgido alrededor de los círculos», afirma John
Lundberg, quien no se considera un bromista, sino un artista. Los sucesores de
Bower y Chorley utilizan ordenadores para sus diseños, pero los trasladan al
campo con los mismos útiles que sus maestros: cinta de agrimensor, tablones,
cuerdas, brújulas, linternas… En el verano de 2002, siguiendo la estela de Señales, (la última película de M. Night
Shyamalan), miles de turistas invadieron los campos de Wiltshire y Hampshire
para admirar sus obras de arte. El taquillazo de Hollywood llenó los bolsillos
de los agricultores -cobran por entrar a sus propiedades-, las agencias de
viajes y los cereálogos que tan mal
lo pasaron hace diez años. El negocio de los círculos volvió a ser redondo.
Un arte y un negocio
típicamente británicos
Son tan ingleses como los
estrafalarios sombreros de Isabel II y el té de las cinco. De hecho, nacieron en
una noche de verano de 1975 o 1976 después de que cayeran varias pintas en un
pub, el Percy Hobbs de Winchester. Doug Bower y Dave Chorley paseaban por un
camino hablando de ovnis cuando el primero, que había vivido en Australia,
recordó que en 1966 se había atribuido un círculo de hierba aplastada
descubierto cerca de Queensland al aterrizaje de un platillo volante. «¿Qué
crees que ocurriría si hiciéramos un círculo por aquí?», preguntó a su
compañero señalando un trigal. Así comenzó todo.
Al principio, la pareja empleó
para aplastar el cereal la barra metálica con la que Bower atrancaba la puerta
trasera de su tienda de marcos. Con el tiempo, se fabricaron las herramientas
que aún siguen utilizando los hacedores de círculos del siglo XXI. Y tuvieron
que dar explicaciones a Ilene, la esposa de Bower. En 1984, la mujer se encaró
a su marido. Creía que tenía una aventura. Sólo así podían explicarse sus
repetidas salidas nocturnas. El hombre le dijo a qué dedicaba las escapadas,
pero ella no le creyó hasta que le acompañó a él y a su cómplice en una de sus
expediciones.
Fuentes: wikipedia.org
Luis
Alfonso Gámez (Publicado originalmente en el diario “El Correo”.
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