El saqueo del
patrimonio cubano
LUIS AGUILAR LEÓN
Desde hace años, silenciosa y furtivamente, como se realizan todos los
actos delictivos, el gobierno cubano, supuesto guardián del patrimonio nacional,
ha vendido, y sigue vendiendo, muchas de las más valiosas piezas de ese
conjunto de bienes acumulado por y para el pueblo cubano.
En Buenos
Aires, en Madrid, en Londres, en casi todas las capitales del mundo occidental,
puede cualquiera encontrar, o le pueden ofrecer, libros, porcelanas, muebles,
grabados antiguos o pinturas que llevan el cuño de pertenecer al Patrimonio
Nacional de Cuba, que han sido adquiridas, a través de no muy sigilosos
agentes, en forma ilícita, pero con la anuencia del gobierno.
Ya se ha
comprobado que, por ejemplo, una gran parte del Museo Napoleónico,
acumulado por Julio Lobo, ha sido vendida a diversos coleccionistas europeos.
Uno de los administradores de una famosa tienda de antigüedades en
Londres declaró, no hace mucho, que en el mundo, o quien sabe si el submundo del
arte, se da por sentado «que en Cuba todo está a la venta».
Pues bien, hace cinco años, en Orlando, Florida, un grupo de cubanos exiliados,
organizados y presididos por un médico notable, el doctor Alberto Bustamante, decidieron unir esfuerzos para tratar de detener esa infame
sangría, adquirir y preservar todos los bienes nacionales que fueran posible obtener, y organizar reuniones y exhibiciones que
sirvieran también como ecos de resonancia a la denuncia contra el silencioso saqueo de la isla.
Así se fundó la Asociación del Patrimonio Nacional Cubano
(Cuban National Heritage). Con el infatigable apoyo del arquitecto Manolo Gutiérrez, ejemplo de coraje humano, cuya física dolencia no le ha disminuido el temple espiritual
ni la devoción a Cuba; del dentista Armando Cobelo, presidente electo; y de
animosos compatriotas que han respondido al llamado, la organización tiene hoy delegaciones en Tampa, en Miami, en Jacksonville, en Nueva York, en Madrid,
en París y en otras ciudades de América y Europa.
Su revista
Herencia o Heritage circula ya en los centros culturales de Estados Unidos, donde su aplauso y su denuncia tienen creciente impacto.
Herencia o Heritage circula ya en los centros culturales de Estados Unidos, donde su aplauso y su denuncia tienen creciente impacto.
Como ha reportado en estas mismas páginas mi amigo Soren Triff, filósofo,
escritor y publicista, quien es también uno de los directores del Cuban Heritage, el último acto celebrado por la organización fue un simposium
de tres días que se llevó a cabo en Cayo Hueso, en el bello reducto que es el
Club San Carlos, donde arquitectos y urbanistas estudiaron el derruido presente
de la arquitectura cubana, la cual, con ayuda económica extranjera, sólo es reconstruida
o preservada allí donde haga juego a las miradas de los turistas, pero donde ni una pared se
levanta, ni se emplean dos ladrillos en casas o habitaciones donde se
vive para aliviar los males de una población que vegeta marginada económicamente, sin techos donde cobijar su miseria.
vive para aliviar los males de una población que vegeta marginada económicamente, sin techos donde cobijar su miseria.
Además de estudiar esos desastres presentes, los participantes les
prestaron atención a los problemas que pudieran caer sobre Cuba y sus ciudades
si, cuando el régimen actual sea ya historia, un desbordado urbanismo futuro,
como el que se ha desbordado ya sobre muchas ciudades latinoamericanas, alterando sus fisonomías, se desmanda en la isla
barriendo con los nobles rasgos del pasado.
Es por eso que, en el documento final que está a punto de publicarse, la organización va a denunciar,
una vez más, el abandono total en que el régimen, siempre atento a los caprichos de los turistas, ha dejado a las masas pobres, que
integran a casi toda la población cubana, las cuales viven a la sombra de inminentes derrumbes.
El acto final de ese symposium, al cual fui invitado, se celebró, con magno
afecto, en el restaurant El Mesón de Pepe, o El Cayo Hueso Restaurant, donde el
amor a Cuba impregna todos los platos y cuyos dueños, José M. Díaz,
inmortalizado en sus paellas, y Fred Salinero, quien pertenece a una tercera
generación de cubanos en Key West, ofrecen un perenne abrazo. Pues bien, allí también escuché la ratificación de
las ideas básicas del documento final, y la repetida convicción de que no se puede soñar con reconstruir ciudades sin reconstruir ciudadanos.
Que el Heritage acumula ahora objetos, libros, sellos, y todo lo que pueda recoger del desbandado patrimonio cubano porque, por el momento, no pueden hacer más, pero que todos ellos sueñan con sumar su esfuerzo a la magna tarea de reconstruir a Cuba.
Por haberme invitado a participar en ese acto de cordial patriotismo
les expreso aquí mi agradecimiento a todos los organizadores y a todos
los asistentes unidos en una alegría de la tierra.
Como decía aquel viejo y amable poeta, el Conde de Lucanor: «Deudor
os quedo . . . dormiendo o velando».
Publicado en El Nuevo Herald el 22 de noviembre de 1998
Remitido por Joe Noda
No hay comentarios:
Publicar un comentario