6 de enero de 2011


LANG LANG,
EL NUEVO MIDAS DEL PIANO

Gema Pajares,
La Razón, Madrid

Convierte en oro aquello que toca, pero no cree que su nombre sea una marca. «Soy un artista», asegura con orgullo el pianista a LA RAZÓN. ¿Lo último? Ha llevado a Beethoven y Chopin hasta un videojuego de carreras, «Gran Turismo 5». Nueva York se puso en pie tras escucharle el día de Año Nuevo. Y sólo tiene 27 años.

Su nombre significa «brillante, hombre educado». Para unos, Lang Lang, a sus 27 años que no aparenta ni de lejos, pasa por ser el mejor pianista del planeta; para otros, está entre los más grandes y para un tercer y nutrido grupo es un profesional que sabe venderse como nadie, un producto del marketing que tiempo atrás hubiera resultado impensable. 

Todo lo que toca este joven de ojos rasgasdos se convierte en metal precioso. Sea como fuere su calendario apenas tiene fechas libres (ha despedido el año en Nueva York con un concierto en el Avery Fisher Hall con la Filarmónica de Nueva York) y su apariencia ha sufrido cambios en los últimos años, se ha modernizado. Ahora viste con más gusto, sujeto a modas y marcas, su figura luce bastante más estilizada y su pelo, apuntando hacia el cielo, tiene un cuidado despeinado, que nada dejan al azar quienes se preocupan de la imagen de este virtuoso del piano, un joven a imitar en su país: cuarenta millones de niños que estudian piano en China quieren ser como él.

Lang Lang cuenta con una legión de seguidores por todo el planeta y sabe que cualquiera de sus actos va a ser imitado. Está en el punto de mira y se ha convertido en referencia, pero cuando se le pregunta si se considera una marca, responde que «me parece un tanto exagerado que se me considere como tal porque yo soy un artista». No quiere añadir nada más.

En los últimos cinco años, la carrera de este joven chino que nació en Shenyang (China) el 14 de junio de 1982, ha dado un salto de vértigo y se ha aupado hacia el Olimpo. Sabedor y conocedor de que en su corta pero intensa vida no le han regalado nada (ha trabajado casi desde la cuna), no se olvida de quienes han sido sus maestros, como Alicia de Larrocha, por quien profesa un sentimiento especial y quien le animó en el difícil mundo del piano. «Viaje de miles de kilómetros. Mi autobiografía», que ha publicado este año, no ahorra datos sobre una dura infancia apenas vivida como un niño con un padre severo hasta el extremo, una madre comprensiva y una profesora (con nula visión de futuro) que le aborrecía y que le predijo que no iba a llegar a ningún sitio si continuaba tocando «como un samurai japonés que acabaría suicidándose», episodio que marcó su corta vida a los diez años y por el que estuvo casi a punto de aparcar el teclado (lloró y se golpeó las manos contra la pared para lastimarse).

Dejó de tocar y la relación con su padre se hizo añicos. No obstante, ya es pasado y confiesa que, salvo en contadas ocasiones, no siente la soledad: «A pesar de que viajo por todo el mundo, no me siento solo. Mi madre siempre está conmigo y a mi padre le veo con cierta frecuencia cuando toco en China. Además, tengo amigos repartidos por todo el mundo y puedo reunirme con ellos cuando viajo». Asegura que desea sentir que, además de su profesión, tiene gente que le hace hundir los pies en la tierra. Pone tanta pasión en ensayar como en vivir. La misma.

Desde que era niño le gustaba tocar con frac y aprendió a leer una partitura antes que a atarse los cordones de los zapatos. Ahora se decanta por las prendas de cuero y los vaqueros flexibles. Es extrovertido y se ríe con facilidad. La primera vez que pisó España, en 2003, se enamoró del jamón serrano, del que se confiesa rendido admirador y cuyo nombre pronuncia en español, al igual que «hola». Le gustan los dibujos de Tom y Jerry. Vive a caballo entre Pekín y Nueva York. Los más grandes directores, de Solti a Mutti pasando por Simon Rattle, han dirigido con él y ya ha tocado en el mundo virtual de Second Life.

Calza las zapatillas deportivas como el que lleva unos zapatos de marca, y de marca son. Se trata del modelo Gazelle creado por Adidas para el artista en negro y dorado y con su silueta en el talón . No es la única prenda que lleva su sello. En su web se anuncia una bufanda en seda azul y negra con dibujos de pianos por 150 dólares, gastos aparte. Otro dato: el fabricante de pianos Steinway ha creado un modelo con su nombre con cinco tipos de diseño. En los 150 años de vida de la firma, es la primera ocasión en la que se bautiza un piano con el nombre de un artista. 

Lang Lang interpreta el Estudio Nº 3, Op 10 de Federico Chopin, como  "encore" durante un concierto ofrecido en Berlín hace dos años:



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