EL YA OCTOGENARIO
“HOTEL NACIONAL” DE LA HABANA
- Ana Dolores García
- El Hotel Nacional de La Habana acaba de cumplir hace apenas tres días sus ochenta años. Ocho décadas durante las que fue, salvo el largo período de casi treinta años de administración gubernamental tras su confiscación, el hotel emblemático de la capital cubana. Ni el Havana Hilton, ni el Riviera, ni los nuevos hoteles que las cadenas hoteleras españolas han construido en Cuba, han podido opacar su esbeltez ni su belleza y elegancia.
Fue inaugurado el 30 de diciembre de 1930, diez años después de haber comenzado los planes para su construcción a un costo de siete millones de los antiguos pesos, la mayor parte de dicho costo financiada por el gobierno del presidente Gerardo Machado. Los constructores encargados de los planos y la ejecución fueron los de dos firmas norteamericanas que invirtieron poco más de dos años en completar el majestuoso edificio con el concurso de unos ocho mil obreros.
El edificio tiene una estilo ecléctico español en el que se descubren detalles barrocos, neoclásicos e incluso de Art Deco. Con una elevación de ocho pisos y más de cuatrocientas habitaciones, se le construyó en una colina junto al malecón habanero, situación privilegiada que permite el disfrute de hermosas panorámicas de la ciudad y de la bahía.
La colina donde se yergue fue emplazamiento de la batería de Santa Clara en los tiempos coloniales, la que servía de defensa contra los habituales desembarcos de piratas. Allí también se hizo infructuosa resistencia a los ingleses durante su ataque y ocupación de La Habana. En recordación a esa lucha, se conserva en los jardines del hotel uno de aquellos cañones con los que se trató de detener a los británicos. Y al restaurante más importante de los varios con los que cuenta el hotel se le ha dado el nombre de Luís Aguiar, regidor del morrillo de Punta Brava en aquella contienda heroica.
En el año 1933, durante los convulsos sucesos que se originaron como consecuencia del derrocamiento del gobierno de Machado, la rebeldía de los oficiales a ceder el mando militar a lo que se llamó “la revolución de los sargentos” liderada por Fulgencio Batista, los llevó a refugiarse en el Hotel, donde fueron sitiados por elementos militares y civiles adeptos a Batista. Incluso después de rendirse, muchos de los asediados fueron asesinados al salir del hotel. Los impactos de las balas aún permanecen en las paredes exteriores del edificio, testigos bochornosos de aquel lamentable suceso.
Vestigios del esmero con los que se proveyó de detalles su construcción pueden ser admirados aún por los turistas actuales. Cuenta además con lo que se ha dado en llamar “Apartamento de la República”, con entrada independiente, reservado para huéspedes invitados del gobierno cubano que también disponen para su estancia con la “Suite Presidencial”.
Pero a más de visitantes oficiales, ya fueran gobernantes o de la realeza, en sus habitaciones pernoctaron igualmente famosos de las artes y las ciencias, artistas de cine y hasta conocidos gansters como Lucky Luciano. Por sólo citar algunos de sus huéspedes, mencionaremos a Wiston Churchill, a los Duques de Windsor, al científico Alexander Fleming, a escritores como Rómulo Gallegos y Ernest Heminway; y personajes del mundo cinematográfico que van desde José Mojica, Fred Astaire, Jorge Negrete, Rita Hayworth o Errol Flynn y Frank Sinatra, hasta los recientes admiradores del régimen actual, como Steven Spielberg, Javier Bardem, Sean Penn…
Veinte años después de su inauguración, el hotel fue restaurado y dotado de complementos que pudieran hacerlo competir en confort con el Havana Hilton o el Riviera, que acababan de construirse. Pero al arribo de la revolución castro-comunista, el Hotel Nacional, como todas las propiedades privadas existentes en Cuba, fue confiscado por el gobierno. Dejó de ser “hotel” para convertirse en residencia del personal soviético destacado en La Habana y de sus parejas cubanas, y en alojamiento de campesinos trasladados a la capital.
Tras tres décadas de abandono y deterioro, el edificio fue nuevamente restaurado en 1990, cuando cesaron de fluir los rublos rusos que sostenían al régimen y éste se enfrascó -con la ayuda y el dinero de empresarios hoteleros españoles-, en una nueva política para fomentar la industria turística en su desesperada búsqueda de divisas.
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