Caravaggio, santa Úrsula
y las Once Mil Vírgenes
Michelagelo
Merici da Caravaggio (1571-1610) fue un pintor italiano considerado como el
primer gran exponente de la pintura del Barroco. La madrileña Galería Thyssen
ha abierto desde el mes de junio una exposición especial de sus mejores
obras, que han llegado a la capital de España desde distintos museos y
colecciones particulares.
Dicha
exposición la cierra “El martirio de Santa Úrsula”, cuadro que ha viajado desde Nápoles,
y no hay otro motivo para que este óleo sea el último en las salas de exhibición
que otro el de ser, precisamente, el último que realizó en su vida el pintor.
Carvaggio concluyó
este oscuro y lúgubre cuadro unas semanas antes de su muerte en 1610, cuando
iba camino de Roma en busca de la bula papal por sus pecados porque, según
confesaba el propio artista, «todos eran mortales».
Úrsula (en italiano Orsola) fue una joven doncella martirizada en el siglo V, protagonista de
una leyenda medieval que gira en torno a Atila, el rey de los hunos.
Según
esta leyenda -muy extendida en la Edad Media-, una joven llamada Úrsula se convirtió al cristianismo
prometiendo guardar su virginidad. Como fue pretendida por un príncipe bretón de
nombre Ereo, decidió realizar una peregrinación a Roma y así lograr la
consagración de sus votos. En Roma fue recibida por el papa Siricio, que la
bendijo y consagró sus votos de virginidad perpetua para dedicarse a la
predicación del evangelio de Cristo.
Al
regresar a Germania, fue sorprendida en Colonia por el ataque de los hunos en 451. Atila se
enamoró de ella pero la joven se resistió y, junto a otras diez doncellas que
la acompañaban y que igualmente se negaron a entregarse a los apetitos sexuales
de los bárbaros, fue martirizada.
En
el lugar del martirio, Clematius, un ciudadano de rango senatorial que
vivía en Colonia, erigió una iglesia dedicada a las "once mil vírgenes",
entre ellas Úrsula. En la inscripción de dedicación de este edificio se nombra
a las otras doncellas (Aurelia, Brítula, Cordola, Cunegonda, Cunera, Pinnosa,
Saturnina, Paladia y Odialia de Britannia), de las cuales la última es llamada undecimilla
("undecimilla" o "undecimita", en latín).
¿Qué
tendrá que ver toda esta historia con las “once mil vírgenes”? Nos preguntamos
aunque no con el sarcasmo con que lo hacía Jardiel Porcela, que se extrañaba en una de
sus obras teatrales si existirían alguna vez once mil vírgenes.
En
honor a la verdad, las once mil de esta leyenda catapultada a la posteridad surgieron
de un error de traducción. Porque en un
documento datado en el año 922 que se conserva en un monasterio cercano a Colonia, se hace referencia a la historia de Santa Úrsula y sus compañeras. En
el citado documento entre otras cosas se dice:
"Dei
et Sanctas Mariae ac ipsarum XI m virginum"
donde
"XI m virginum" debía
leerse como "undecim martyres
virginum", o sea, mártires vírgenes.
Pero
en su lugar interpretaron mal el significado de la m y pensaron que, en lugar de martyres
quería decir millia: "undecim millia virginum" (once mil vírgenes)
Durante
siglos esta confusión se extendió sin que nadie la pusiera en duda, dando lugar
así a la leyenda de las "once mil vírgenes".
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