La Reina que tuvo
que comprar
con su dinero
la mitad del Museo
del Prado
Nunca España se lo ha agradecido bastante. Y
es que es muy difícil mencionar el nombre de esta Reina sin que alguien desvíe
la conversación hacia sus escándalos amorosos, relatados ya tantas veces que
llegan a aburrir. Pero Isabel II no sólo amó; también reinó, con sus errores y
sus aciertos.
Una de sus decisiones más
trascendentes fue el gran gesto de generosidad que esta Reina hizo hace 150
años para mantener unida la colección de pinturas que ella y su hermana, la
Infanta Luisa Fernanda, habían heredado de su padre, Fernando VII, y de sus antepasados.
El Rey difunto había trasladado más de tres mil cuadros desde sus Palacios al Real Museo del
paseo del Prado, para que pudieran ser contemplados, pero los cuadros seguían
siendo de su propiedad.
Al morir,
Fernando VII dejó un quinto de su herencia a su esposa, la Reina María
Cristina, y el resto, a
partes iguales, a sus dos hijas. Si cada una se llevaba lo que le correspondía,
la maravillosa colección de pintura que habían reunido los Reyes de España,
desde tiempos de Isabel La Católica, acabaría dividida.
La solución la
propuso el duque de Híjar, director del Real Museo, quien sugirió que Isabel II
comprara con su dinero las partes de su madre y de su hermana. La colección de
pinturas y obras de arte fue tasada en 152 millones de reales, e Isabel tuvo que afrontar este
elevado gasto, con lo que salió muy perjudicada en el reparto. Más aún, cuando
poco después se aprobó una ley, a petición suya, que distinguía sus propiedades
personales y las propiedades de la Corona, que hasta entonces formaban una
misma cosa.
El Real Museo
del Prado pasó a formar parte del
patrimonio de la Corona. Lo que había comprado meses antes a su hermana y a su
madre dejaba de ser suyo, pero la colección de pintura permanecía unida.
Tres años
después, estalló la Revolución de 1868, Isabel partió al exilio y los bienes de
la Corona fueron nacionalizados, aunque con el paso del tiempo todos ellos se
mantuvieron al servicio de la Familia Real y hoy forman parte del Patrimonio
Nacional de España. La única excepción fue
el Museo del Prado, que se le retiró a la Corona y pasó a depender del Estado
(primero del Ministerio de Hacienda y ahora del de
Cultura).
En el exilio,
Isabel II tuvo que vender valiosas joyas para mantener a la Familia Real. Para
ella, la compra de los cuadros fue un mal negocio personal, pero a España no le
pudo dejar un mejor legado. Aunque 150 años después, los dos millones y medio
de personas que cada año visitan el Museo Nacional del Prado pasen ante su cuadro ignorando su
sacrificio.
Fuente: Amudena Martínez-Fornés, abc, Madrid
Ilustración: Óleo de Federico Madrazo, Museo del Prado
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